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lunes, 8 de julio de 2019

AMLO y el dólar




Enrique Quintana


En el sexenio de Peña, el dólar se encareció en 53.7 por ciento entre el arranque de la administración y el día de las elecciones presidenciales del año pasado.

En ese mismo lapso la inflación fue de 23.6 por ciento. Es decir, el alza real de la divisa norteamericana fue de 24.3 por ciento.

En el sexenio de Calderón el dólar arrancó en 10.98 y antes de la elección estaba en 12.93. La depreciación fue de 17.7 por ciento en términos nominales. La inflación en ese lapso fue de 25.8 por ciento. Es decir, en términos reales, hubo una apreciación del tipo de cambio de 6.4 por ciento.

En el de Fox, el tipo de cambio, para un lapso semejante se apreció en términos reales en 8.4 por ciento.

En términos de la opinión pública y de la sicología de los consumidores, es quizás más importante el valor de la divisa norteamericana que el ritmo de crecimiento del PIB.

Uno de los factores que no se han ponderado lo suficiente en la derrota de Peña es precisamente el comportamiento de la paridad.

No es casualidad ni mera fijación, que AMLO observe con detenimiento la relación del peso frente al dólar, y que el comportamiento que ha tenido lo use como una referencia de la economía no está mal, pese al menor crecimiento del PIB.

Desde la víspera de la elección de julio de 2018 al viernes pasado, el dólar se ha abaratado en términos nominales en 4.3 por ciento. Con una inflación estimada en ese lapso de 4.2 por ciento, hay una apreciación real del peso frente al dólar de 8.2 por ciento.

Para lograr un peso fuerte, AMLO ha tenido al aliado menos esperado: el Banco de México.

Una política agresiva de tasas de interés que se aplicó desde el sexenio pasado, ha mantenido tasas de interés reales elevadas y ha contribuido a la estabilidad cambiaria.

No es el único factor que ha contribuido a un tipo de cambio sólido.

Por más altas que sean las tasas, si los inversionistas perciben que hay un alto riesgo de devaluación por inestabilidad fiscal o financiera, no hay rendimientos que paguen este riesgo.

Y, la realidad es que la dura política fiscal instrumentada, ha convencido a los hombres y mujeres del dinero.

No les importa tener un año con crecimiento del 1 por ciento o menos, si la estabilidad se preserva.

Y, en ese contexto, solo una crisis mayor haría que perdieran los altos rendimientos que hoy significa invertir en México.

El eslabón débil de la cadena, sin embargo, es Pemex. El gobierno mexicano ha tomado la decisión de tardarse lo que sea necesario antes de presentar un plan de negocios de Pemex que les sea convincente a los inversionistas.

Si en este mes se presenta la estrategia de la petrolera, y si se observa una recuperación, así sea leve, enen los niveles de producción de crudo, la tranquilidad en los mercados va a consolidarse.

AMLO es un político enormemente intuitivo y sabe que, para el común de la gente, una menor tasa de crecimiento no significa mucho, pero un dólar a 21 o 22 puede significar que las cosas van muy mal.

Por eso, el seguimiento del tipo de cambio va a ser un ejercicio que continúe.

Y sabe que uno de los factores del desastre de la popularidad de Peña fue ese dólar que se depreció en términos reales incluso más que en el sexenio de Zedillo.

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