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miércoles, 20 de marzo de 2024

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LA PIEDRA EQUINOCCIAL DE ECATEPEC DE MORELOS

 






 

La piedra Equinoccial es un monolito enclavado en el Cerro Ehecátl, dentro de la Sierra de Guadalupe, en la cabecera municipal de San Cristóbal, Ecatepec.

También conocida como "La Piedra del sol" está esculpida en forma de rectángulo con dos puntos, en donde se realizan rituales para recibir el primer sol de primavera (Equinoccio). El humo de copal y de incienso que se utiliza recorre los cuatro puntos cardinales desde la piedra equinoccial, simbolizando una conexión entre el sol y la tierra, como si fuera un cordón umbilical.

En la época Prehispánica esta piedra fue el objeto de observación de pobladores en donde se dieron cuenta del movimiento del Sol en las cuatro estaciones del año.


Piedra Equinoccial con un sol grabado.
Existe un cráneo y una oquedad para el agua que servía para medir los equinoccios.

Existen colecciones particulares con materiales arqueológicos procedentes de esta parte del Ehecatl y de las Venitas con temporalidades desde el preclásico, clásico y postclásico, pero también hay presencia de materiales del siglo XVI, XVII y XVIII.
Los materiales arqueológicos de lo que fue el museo del Centro Regional de Cultura de Ecatepec, tenía una rica colección de cerámica y lítica procedente de estas aldeas y pueblos, así como esculturas y un hermoso aro del juego de pelota que existió en lo que hoy conforma el parque Ehecatl donde existían plataformas, montículos y alguna vez el mismo juego de pelota hoy ya desaparecidos pero aún se conoce que donde está construido el sindicato de Maestros abajo del mismo aun estan los restos de uno de estos montículos arqueológicos, afortunadamente aún se tienen fotos de los mismo como un patrimonio perdido.
En las hondonadas y cañadas que conforma el Ehecatl con otros cerros del conjunto Sierra de Guadalupe, existen vestigios arqueológicos muy evidentes.
También al bajar el arroyo de temporal de las Venitas se encuentra una piedra triangular con grabados de vulvas femeninas, el sol y los ejes que marcaban los cuatro puntos cardinales o el movimiento.


Hace 40 años se investigó y se registró una gran piedra angular de tres metros de alto por dos de ancho y 70 centímetros de gruesa, alisada en una de sus caras que tenía petrograbados de un gran sol y una gran luna, los cuatro rumbos cardinales y terminaba en una cruz; esta evidencia era totalmente prehispánica y estaba colocada entre el Cerro Ehecatl y el arroyo que se llama de Las Venitas que se convertía en un río bajando a toda prisa hacia la parte del Centro de Ecatepec, sus aguas en los años 1989 a 1995 eran muy limpias, pero algunas veces arrastraba piedras y lodos de la Sierra de Guadalupe bajando con mucha fuerza inundando parte de Ecatepec.
De hecho, esta deidad prehispánica está presente como ya lo había comentado en nuestra publicación sobre la arqueología del Cerro Ehecatl, en el registro que realiza Du Solier de la cueva de los Tecotines donde aparece como Tlahuizcalpantecuhtli, el lucero de la mañana (Venus) el caminante sincretizado con el santo patrono de Ecatepec, me refiero a San Cristóbal y cuyos atributos son los mismos que presentan en los códices como el de Durán. También lo tenemos en la representación de una escultura de un mono con los símbolos de Quetzalcóatl Ehecatl y con la máscara bucal en forma de pato o del soplador del viento. Para este monte, parte de la Sierra de Guadalupe Tonantzin Cuautlicue, se le identifica como masculino por la gran cantidad de falos, tanto en cerámica como en piedra que fueron encontrados, y hoy forman parte de las colecciones particulares existentes en el municipio de Ecatepec y sus pueblos.

La pintura mural en la cueva de los Tecotines nos muestra un basamento compuesto por 4 cuerpos circulares con un teocali en su cima con techo cónico en color amarillo tipo de los templos de Calixtlahuaca y de los sitios arquitectónicos de la Huasteca Potosina, Tamaulipeca y Veracruzana, con una banda de chalchihuitl en negro sobre blanco, las escalinatas bajan desde el ultimo cuerpo y llegan al acceso del templo del cual sale un personaje ricamente ataviado con todos los símbolos característicos de Tlahuizcalpantecuhtli.


Petrograbados con la imagen del dios del Viento Ehecatl Quetzalcóatl y Falo en piedra.

Ehecatl-Quetzalcóatl fue uno de los dioses más importantes para los pueblos del panteón mesoamericano, no sólo pudo trascender, sino que conserva e incrementa sus representaciones y significados a pesar de las turbulencias políticas. Florescano señala que: “Los poderes de Ehecatl residen en su capacidad de mover los vientos por los distintos rumbos y niveles del cosmos. Es la fuerza que transporta el aire, el soplo que empuja las nubes y precipita la lluvia en la tierra”. Como dios creador y benefactor del hombre, a él se encomendaban los comerciantes, los artistas y muchos enfermos. Le dedicaban ofrendas, auto sacrificios y víctimas de su agrado, e incluso los tlaloques arraigaban su linaje en Ehecatl-Quetzalcóatl. Así, podemos concluir que en él encontramos un verdadero aliento de vida. En la foto vemos este símbolo de Ehecatl Quetzalcóatl sincretizado.

Verdaderamente el cerro del Ehecatl y su contorno guardan una gran riqueza arqueológica e histórica, ecológica ambiental que debemos proteger y ser guardianes de nuestro patrimonio que nos dejaron aquellos pueblos hídricos originarios y que muchos de nosotros descendemos de ellos.
Mucho de lo histórico y arqueológico se ha perdido por la gran mancha urbana y asentamientos irregulares, es por eso que tenemos que rescatar estos vestigios y crear un museo al aire libre en estos espacios para que todos podamos aprender de nuestro pasado y conservar lo que aún perdura.