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miércoles, 10 de julio de 2019

La tumba de Hernán Cortés, una historia fascinante

Intrigas, secretos, olvido, incertidumbre, altercados y deliberaciones... todo esto encierra la historia de la tumba de Hernán Cortés.



Los pormenores y periplos de la tumba de Hernán Cortés son una crónica que
dibuja perfectamente lo polémico del personaje: intrigas, secretos, olvido,
incertidumbre, altercados y deliberaciones con España son la rúbrica y epitao de
este episodio de nuestra historia.


La gura de Hernán Cortés es por mucho una de las más vilipendiadas y
denostadas, quizá porque la Conquista de México es uno de los procesos
históricos más controvertidos y discutidos de nuestro país. ¿Se te había ocurrido
indagar sobre la tumba de Hernán Cortés?
En México, como en pocos lugares de Latinoamérica, la imagen del conquistador
en turno, en nuestro caso la de Cortés, es un tabú, ya que prácticamente no
existe ningún monumento ni estatua en nuestro país que haga referencia a
nuestro invasor, y es que parece que todavía pasarán muchas generaciones para
reconciliarnos con nuestro pasado, por lo menos con este cruel e infausto capítulo.
Hernán Cortés


Hernán Cortés nació en 1485 en Medellín, Extremadura, fue hijo de un hidalgo
extremeño, y curso la carrera de leyes en Salamanca aunque nunca la terminó. Su
primera incursión a nuestro continente sucedió en 1504, desembarcando en la
Isla de la Española donde estuvo un par de años antes de regresar a España. En
1511 regresó a América con la expedición a Cuba de Diego de Velázquez, y al
tiempo es nombrado alcalde de Santiago de Cuba.
En 1519, contraviniendo las órdenes de Velázquez, se embarca en su expedición
hacia México, llegando a las estribaciones de lo que hoy es el río Grijalva en el
estado de Tabasco, fundando la hoy desaparecida Villa de Santa María de la
Victoria.

Es aquí donde Cortés se entera de la existencia del Imperio Mexica y de la Gran
Tenochtitlán. Inicia entonces sus alianzas con totonacos y tlaxcaltecas, y
emprende su conquista del poderoso Imperio Mexica.
La conquista de Tenochtitlán

El 8 de noviembre de 1519 se dio el primer encuentro de Cortés con Moctezuma II
en la Gran Tenochtitlán; en los siguientes meses vendrían varias rebeliones, la
Hernán Cortés

Matanza del Templo Mayor y el capítulo de la Noche Triste entre otras, hasta que
en 1521, ya con Cuauhtémoc en el poder, cayó denitivamente la capital del
Imperio Azteca.

Las Crónicas de las Indias
En los años subsecuentes, saldrían desde el centro de México innumerables
expediciones expansionistas comandadas por Hernán Cortés para hacerse de
territorios y riquezas: primero Veracruz, Tabasco, Morelos y Tlaxcala; más
adelante, la actual Guatemala y Honduras —es decir la región maya—, después
Yucatán, Nicaragua, y Las Californias (Baja California), Colima, Jalisco, Nayarit,
Sinaloa, las Islas de Revillagigedo, Guerrero, Oaxaca, las Isla Marías, todo el Golfo
de México, y así sucesivamente hasta 1541. Cortés se fue paulatinamente
anexionando una parte muy importante de lo que es hoy el territorio mexicano,
con algunas interrupciones provocadas por sus viajes a España para rendir
cuentas a la Corona.

El fallecimiento de Hernán Cortés
En 1541 Cortés regresó a España denitivamente; en los años siguientes
planeaba su regreso a México; sin embargo, el 2 de diciembre de 1547 la muerte
lo sorprendió en Castilleja de la Cuesta en la provincia de Sevilla y sus restos
fueron sepultados en el Monasterio de San Isidoro del Campo en la misma

provincia, con un epitao en su lápida mortuoria de su hijo mexicano Martín
Cortés Zúñiga.
Inician los periplos de los restos mortales de Hernán Cortés
En 1566, por decisión de los familiares, los restos mortales de Cortés son
trasladados de regreso a la Nueva España para ser sepultados al lado de una
de sus hijas, en el Templo de San Francisco de Texcoco.
Años después, en 1629, a la muerte del último de sus descendientes masculinos,
Pedro Cortés, los despojos del conquistador son inhumados y llevados al lado de
los de su hijo en el templo del convento de San Francisco en la Ciudad de
México, justo en un pequeño nicho detrás del sagrario. En 1716, con el inicio de
la remodelación del templo, los restos son trasladados a la parte posterior del
retablo mayor.

En 1794, por órdenes del gobierno virreinal, y cumpliendo los deseos
testamentarios de Cortés, sus restos son llevados a la iglesia de Jesús de
Nazareno, que se encuentra exactamente adosada al hospital del mismo nombre,
ambos edicios mandados construir por el conquistador en 1524.
En 1823, en plena conmemoración de la Independencia Mexicana, es decir,
cuando inician los memoriales para honrar a los insurgentes caídos en la lucha
independentista, alguien tuvo “la brillante” idea de trasladar los restos de
Cortés a la Catedral Metropolitana para que reposaran junto a los Héroes de la
Independencia. Por supuesto, no resulta extraño imaginar la reacción iracunda e
indignada de una parte muy importante de la población, en algún momento se
temió lo peor, de hecho, se hablaba de destruir los despojos del conquistador, y las
expresiones callejeras eran por demás rabiosas y violentas.

Fue entonces, en este clima de intransigencia, que el ministro Lucas Alamán
intervino con la mesura e inteligencia que ameritaban los hechos y sacó los restos
de la catedral para esconderlos en algún lugar del hospital de Jesús de Nazareno,
al mismo tiempo hizo correr el rumor de que los despojos habían sido
trasladados a Italia, donde vivían desde hacía algunos años los descendientes
de Cortés.
Para evitar que los despojos se perdieran denitivamente, Alamán tuvo a bien, en
1843, el redactar un acta con tres copias donde registró con lujo de detalle el
paradero de los restos de Cortés, el documento fue entregado a la Embajada de
España, a los descendientes de Cortés, y al Patronato del Hospital de Jesús. Las
actas y el paradero del occiso permanecieron en secreto por más de un siglo.
Marisol Cid

No fue sino hasta el año de 1946, que el político y exministro republicano español
Indalecio Prieto, que era un exiliado y que trabajaba en la Embajada de España,
hizo público el documento que descubrió en la embajada y que hablaba del
paradero de la tumba de Hernán Cortés.
Resultó que los restos de Cortés habían estado ocultos más de cien años simple
y llanamente en un muro contiguo del altar del templo de Jesús Nazareno, muy
cerca de donde habían estado antes de su traslado hacía cien años atrás a la
Catedral Metropolitana.
En noviembre de ese mismo año se procedió a exhumar los restos, que se
encontraban en una urna de terciopelo bordada en oro, para que el INAH
estableciera que efectivamente se trataba de los restos del conquistador.


Al conocerse la noticia de que efectivamente se trataba de los despojos de Cortés,
volvieron a surgir las voces que pedían que estos fueran arrojados al mar, o
simplemente destruidos, o mejor aún, expulsados del país.
Al nal, por quien sabe qué designios concertadores y pacicadores se tomó la
decisión de regresar la polémica urna al muro de la iglesia de Jesús Nazareno,
donde como se dijo antes, había permanecido oculta y en secreto por más de un
siglo. En esta ocasión se le colocó una placa de bronce con el escudo de armas
de la familia Cortés, con la leyenda: Hernán Cortés 1485 – 1547, así, escueta,
sobria, “como no queriendo la cosa”.
Marisol Cid
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10/7/2019 La tumba de Hernán Cortés, una historia fascinante | México Desconocido
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Hoy, todavía descansan en este lugar los restos mortuorios de Cortés, casi nadie
lo sabe, permanecen en la ignominia y el abandono, de hecho, no está permitido
acercarse porque no hay acceso al altar mayor, y no se pueden tomar fotos, ni
siquiera hacer muchas preguntas, y es que se trata, sin duda, de un huésped
muy incómodo.
Algunas conclusiones
Justo aquí, donde se yerguen la iglesia y el hospital de Jesús Nazareno fue
donde hace casi 500 años, en 1519, Moctezuma II le dio la bienvenida a Cortés;
lejos estaban de imaginar los dos lo que este preciso lugar signicaría para
ambos, para uno el preludio del nal y el nacimiento de un nuevo mundo, para el
otro su sepulcro y última morada, hasta por lo visto, el nal de los tiempos.

Precisamente en la esquina de Pino Suarez y República de El Salvador, en el
Centro Histórico de la Ciudad de México, se encuentran todavía ambos edicios
icónicos, y también un mural elaborado con mosaicos que narra este mítico
encuentro, que signicó el nacimiento del México que hoy conocemos, el
encuentro de dos culturas, la raíz del mestizaje, de lo que somos.


No estaría mal, quizá, en un futuro no tan lejano, el reconciliarnos con las dos
culturas que nos antecedieron y de las que venimos. ¿Y Hernán Cortés?, solo fue
un instrumento del devenir histórico, el villano en turno, y sí: la Conquista fue
brutal y dolorosa, pero de esta coyuntura histórica estamos hechos, como toda
la humanidad, que ha tenido que vivir sus propios procesos históricos,
generalmente muy violentos, y que es de lo que está hecha.
Finalmente la transculturización es la síntesis de la humanidad, y como soñaba
Alfonso Reyes, esta debe ser coherente, armónica, donde cada segmento del
triángulo humano encaje sin fricciones ni violencia, en el espacio hueco del otro.

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