bulletLa administración de AMLO mantiene viejas prácticas de corrupción y frivolidad que se ejemplifican en los siguientes tres casos ocurridos en el primer año del mandatario.
POR JUAN PABLO ADAME
Casi todo se ha dicho del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador en México, la era de las benditas redes sociales hoy permite que cualquier persona con un teléfono móvil se entere y opine al respecto. Permítanme, desde esa premisa, hacer mi propio ejercicio de terapia con este artículo.
Como cualquier paciente, parto de la primera confesión: prefiero el primer año de Andrés Manuel López Obrador que los últimos años de Enrique Peña Nieto. ¿Cómo? ¿Te volviste loco? Me dicen con regularidad las personas a las que les comparto esto, así que es probable que tú estés pensando lo mismo en este momento, pero te pido que no dejes de leer, pues la terapia pretende ser grupal y no individual.
Mi afirmación pasa por un argumento muy sencillo: es más fácil ponerle una calificación a un gobierno que ya terminó a uno que apenas va en su primer año. Si evalúo todos los símbolos que nos dejó el último PRI en el poder, solo puedo recordar escándalos de corrupción y frivolidades.
¿Pero estás evaluando solo con tus emociones? Sí, y esas emociones son lo que más se ponderó por el votante en la elección de 2018 y, valga la autocrítica, nosotros no supimos descifrar el sentimiento, ni empatizar con esa realidad. El votante 2018 estaba harto de todo lo que había vivido recientemente y lo que buscaba era una esperanza en alguien que le ofreciera algo totalmente distinto, ese simbolismo de cambio era creíble en la figura de Andrés Manuel.
Partiendo de ese diagnóstico, entraré a mi segunda confesión: me ha decepcionado. Me explico: tantos años buscando la presidencia, todo el bono democrático conseguido en las elecciones, control de la Cámara de Diputados y Senadores, autentico respaldo popular, y hay signos en la izquierda en donde no veo un solo cambio y sí veo cómo se mantienen esas viejas prácticas de corrupción y frivolidad, que era precisamente lo que ya queríamos desterrar de nuestra vida política.
Voy a poner tres ejemplos que han marcado a la izquierda y justifican mi decepción en los rubros antes mencionados:
1. ¿Qué deuda hay con Manuel Bartlett y cuál es la necesidad de mantenerlo en el Gobierno? El señor tiene un historial negro públicamente conocido y, recién inició este Gobierno, el periodista Carlos Loret de Mola reveló una investigación en donde el ‘angelito’ tiene más de 800 millones de pesos solo en propiedades y lo único que ha hecho en su vida es trabajar en gobiernos priistas y ahora morenistas. A nadie le parece creíble una fortuna de ese tamaño cuando tu labor únicamente ha sido la política. Apesta a corrupción. Dada a conocer esa información, este Gobierno decidió defenderlo y cubrirlo. Este es, a mi juicio, uno de los peores ejemplos de este año de la izquierda en el poder. A los amigos se les defiende y no se les investiga, cosa que en campaña había dicho que no iba a suceder.
2. ¿Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos a cambio de la credibilidad del Senado de la República? La capacidad institucional pasa por la credibilidad de las mismas, y el nombramiento de Rosario tuvo un proceso de selección con vicios en todas sus etapas, que acabó con una toma de protesta cuestionada por dos votos que nunca se supieron explicar, y las justificaciones no fueron creíbles para la opinión pública, con un senador levantándole la mano, en lugar de que ella lo hiciera por sí misma. Además, documentos firmados bajo protesta de decir verdad en los que no dijo la verdad, y escondió su estatus formal con el partido Morena.
Evidencia absoluta que solo encontró la soberbia como respuesta. La promesa en campaña fue eliminar el fraude, el ‘cochupo’, no ‘agandallar’, hablar con la verdad. Aquí no fue así, las imágenes y el daño institucional ya quedaron permanentemente. Los signos de cambio que se dijeron en campaña, aquí no se vieron; la frivolidad en el festejo, ese sí se vio.
3. ¿Ovidio Guzmán es el símbolo de la pacificación y la amnistía? Honestamente, quiero ver reflejada en mi vida diaria la nueva propuesta en materia de seguridad de este gobierno.
Como el resto de los mexicanos siento miedo, y busco una respuesta por parte de mi alcalde, gobernador y presidente de la República en cuestiones de seguridad; quiero sentirme en paz y confiar en las autoridades.
Tengo que decirlo: al ver cómo los narcotraficantes le ganaron al Estado mexicano, solo hace que me sienta indefenso. Es el año más violento en la historia de nuestro país, los crímenes siguen sucediendo todos los días en contra de periodistas, alcaldes, empresarios, comerciantes, mujeres y niños; los horrores siguen sucediendo con la izquierda en el poder y las familias de las víctimas siguen reclamando justicia. Por más discursos y buenos deseos, el cambio en seguridad no se siente y lamentablemente lo que sí vimos con el ‘culiacanazo’ es que este Gobierno no pudo implementar un operativo exitoso para detener a un narcotraficante, y pactó con ellos.
Aun así, a un año, platico con muchas personas que creen en Andres Manuel y otras que no creen, y aquí es donde tengo una preocupación muy sentida, que la pondré como reflexión final.
No podemos seguir dividiéndonos por cuestiones políticas, me preocupa mucho la polarización que estamos teniendo como sociedad. Aspiro a vivir en un México en donde pueda tener una opinión política y no sea linchado, quiero un país en donde pueda dialogar y encontrar puntos de coincidencia con el que piensa distinto. El primer responsable de buscar la unidad es el Gobierno, la sociedad es corresponsable de la misma, pero tiene su ejemplo en las autoridades.
Hoy hay una necesidad de tener posturas claras y definiciones en la política, de definir el espectro político en el cual te encuentras, eso me parece necesario y soy parte de esa generación, pero no estoy de acuerdo en formar parte de un ecosistema que solo busca el odio y la sinrazón, que lo haga sin valorar la dignidad humana del que está enfrente y piensa distinto.
La política es el espacio que tenemos todos para solucionar nuestras diferencias por la vía institucional. Valoremos este espacio y no lo desprestigiemos más. Ya hay demasiada violencia en las calles, como para hacer más violenta la política.
El autor es político afiliado al PAN y fue coordinador regional de la campaña de Ricardo Anaya.
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