Por Esteban Galisteo Gámez
El fanatismo religioso no es más que una variante de fanatismo. Hay fanatismo político, cultural, artístico, etc. de todo tipo. El fanático es un defensor apasionado y tenaz de sus creencias. Su pasión y tenacidad son tales que lo pueden llevar a cometer las más crueles barbaridades en nombre de sus creencias. Pero el fanatismo religioso, aparte de ser un tipo de fanatismo más entre otros, también tiene en su haber el ser bastante recurrente y común. Además, en estos días se ha puesto muy en boga, debido a los sucesos acaecidos en Francia.
¿Por qué las religiones, tomadas como sistemas de creencias, tienen esta facilidad para crear fanáticos de la peor calaña? Estamos rodeados de sistemas de creencias de todo tipo y, salvo las concepciones políticas y unos pocos más, la mayoría no generan tal cantidad de fanáticos. Algo ha de haber en estos sistemas de creencias para que sean auténticas fábricas de fanáticos.
¿En particular, a qué llamamos fanático?
Hemos dado una definición de fanático más arriba. En realidad es una paráfrasis de la del diccionario de la RAE. Es una definición intensional y lo que hemos hecho es explicar el concepto mediante una descripción. Podemos dar una definición extensional, esto es, podemos decir a qué cosas llamamos “fanático religioso”. En efecto, fanáticos no son solo los yihadistas que han atacado la redacción de la revista Charlie Hebdo en París.
También es fanático religioso quien se manifiesta en contra de los derechos de los homosexuales o contra el derecho al aborto. No es razonable, ni justo, cercenar conquistas de derechos. Sin embargo, los fanáticos religiosos tienen una concepción invertida de la justicia y consideran injusto que determinados colectivos disfruten de derechos. Su fanatismo les lleva a una oposición vehemente con respecto a los derechos de los colectivos que su religión ordena oprimir.
No hace falta llevar a cabo atentados terroristas para ser un fanático religioso. El mero hecho de llevar una vida conforme a preceptos religiosos ya podría ser considerado fanatismo, en la medida en que estos suelen ser extranjeros en las tierras del sentido común.
Para fabricar fanáticos, inculca religiones
Como hemos dicho, las religiones (y las doctrinas políticas) son granjas optimizadas de fanáticos, muchas veces peligrosos. La principal fuente de personas religiosas conocida es la educación religiosa, de la que pocos se salvan. Desde pequeños, a los niños se les inculcan diversos sistemas de creencias y uno que se introduce de forma insistente es el de la religión de sus progenitores, quienes en su infancia ya pasaron por este proceso.
Los sistemas religiosos ocupan un lugar privilegiado en las mentes infantiles, ya que, además del hecho de que las religiones están dirigidas a un público infantil, desde la más tierna infancia proporcionan todo tipo de respuestas a preguntas infantiles: “esto es malo porque lo ha mandado Dios”, “la playa la ha creado Dios para que lo pasemos bien en verano”, “la abuela se ha ido a vivir con Dios”, etc. Todas las respuestas que la religión no proporciona a las preguntas infantiles se buscan en los lugares más dispares y variopintos, desde ratoncitos llamados “Pérez” a cigüeñas que trabajan en una extraña agencia de mensajería de bebés. Y tanto las historias religiosas como las auxiliares saturan el imaginario infantil: todas son cuentos fantásticos fácilmente asumibles para la mente plástica del niño.
Los niños desde pequeños participan en ritos religiosos, los cuales viven con suma ilusión, pues estos se celebran en comunidad, lo que incluye fiestas familiares, que a los niños les encantan, y comidas especiales, especialmente dulces, regalos y banquetes.
En tales circunstancias, introducir el sistema de creencias religioso en un niño y convertirlo en un fiel potencial (un fanático religioso) no es complicado. El bien y el mal, el sentido de su vida y la mayoría de momentos importantes de la misma se suelen dar en un marco religioso en el caso de la mayoría de los niños que pueblan este mundo.
Pero la religión no justifica las matanzas en su nombre
Cuando se producen atrocidades en nombre de alguna religión, suele argumentarse que, o la religión en cuyo nombre se llevó a cabo el atroz acto no justifica actos de ese tipo, o bien que las religiones en general no justifican ese tipo de actos. Esto es sencillamente falso. Además de captar fieles desde la infancia, los sistemas de creencias religiosos son inconsistentes. Esto quiere decir que contienen falsedades. Y de creencias inconsistente se puede derivar cualquier cosa.
De un sistema religioso de creencias se puede deducir tanto que hay que asesinar a todos los que mancillan el nombre de la deidad en torno a la cual giran dichas creencias, como que hay que sembrar un huerto de rosas que vaya desde Israel hasta México y regarlo todas las tardes. Y las propias religiones no dan criterios precisos para decidir qué derivaciones pueden ser llevadas a la práctica y cuáles no.
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