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martes, 28 de enero de 2020

El peso mexicano, una moneda con pies de barro





En las finanzas, como en la vida misma, muchas veces las creencias y percepciones son más importantes -en el corto plazo-, que la realidad. Y le digo que eso ocurre en el corto plazo, porque a la larga, aquella desdeñada realidad objetiva suele despertarnos de golpe con un balde de agua fría.

Esa analogía nos sirve para ilustrar lo que está ocurriendo con el peso mexicano, que vive una especie de “fiesta” que lo ha mantenido en una tendencia de apreciación desde agosto del año pasado.

Alejados los temores de una cancelación del TLCAN (próximamente T-MEC) y de una recesión en Estados Unidos, los inversores están nuevamente más propensos a correr riesgos en Norteamérica. Esto, mientras la debilidad económica en Europa, China, y las tensiones en Medio Oriente, continúan alejando inversores de aquellas regiones.

Esa es la principal razón externa de que este año, las bolsas en Estados Unidos se encuentren haciendo máximos históricos, de que el dólar se haya fortalecido frente a otras divisas “fuertes”, y de que el peso se siga apreciando en 2020.

En lo interno, las altas tasas de interés en México respecto a la Unión Americana y otros países, continúa atrayendo capitales. Es esa compra de pesos la que revitaliza a nuestra moneda, pero no en lo fundamental, sino en lo especulativo.

El peso mexicano se fortalece, pero...
El tipo de cambio cerró el viernes en 18.78 pesos, su mejor nivel en lo que va del sexenio de López Obrador, quien un día sí y otro también, presume estos movimientos del mercado como si fueran un mérito propio. No es así.

De hecho, hay una clara desconexión entre los débiles y cada día peores fundamentos de la economía mexicana, y el atractivo de nuestros mercados financieros.

Dicho de otro modo, la economía productiva en México sigue mal y de malas, sumida en una leve recesión, con pronósticos de crecimiento a la baja, caída en la inversión, débil demanda que se refleja en la baja inflación, etc., mientras por otro lado hay un apetito voraz por papeles de deuda de Pemex y del gobierno mexicano, reitero, por los altos rendimientos que pagan, no por la “confianza” que inspira el gobierno.

Para ilustrar: en Alemania y Japón, los bonos gubernamentales pagan tasas negativas en vencimientos hasta 10 años (es decir, en vez de dar rendimientos dan pérdidas a quien los compra), mientras en EU y México los bonos a dicho plazo pagan 1.68 y 6.83 por ciento, respectivamente. La disparidad, es evidente.

Ese diferencial en tasas de interés continúa incentivando la práctica especulativa del “carry trade”, que consiste en endeudarse en dólares a tasas bajas, y prestar ese mismo capital en México a tasas más altas. Los especuladores obtienen así casi “sin riesgo” (nótese el entrecomillado) una jugosa ganancia por traspasar el dinero de unas manos a otras, de un mercado a otro. Para México pues, abunda el crédito.

Evolución de las tasas de interés
Ante esta abundante oferta, Banco de México (Banxico) ha sido demasiado cuidadoso en sus recortes a las tasas de interés. Desde que comenzó su ciclo bajista de tipos -también en agosto de 2019-, su tasa objetivo de fondeo a un día ha sido recortada de 8.25 a la actual de 7.25 por ciento.

Estos 100 puntos básicos no son poca cosa, pero queda claro que el mercado, con su abundancia de recursos va varios pasos adelante de Banxico, lo que ha provocado que las tasas de corto plazo estén bastante por debajo de la tasa objetivo, pero por encima de las de mayor vencimiento. En consecuencia, ha ocurrido una inversión de la curva de rendimientos (que normalmente debe ser ascendente), que se mantiene en el país.

Banxico está provocando un abaratamiento artificial de la deuda de corto plazo (que se refleja en sus altos rendimientos) con respecto a los bonos con un vencimiento más largo (que se encarecen por una demanda elevada, que se expresa en tasas más bajas).

Recuerde: a mayor precio de un bono, menor su rendimiento; entre más barato sea, más alta será la tasa que paga (y más elevado su riesgo).

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