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lunes, 8 de agosto de 2016

Prostitución en México

Por Jessica Chapman
REGISTRO SANITARIO PRIMERAS PRTOSTITUTAS EN MEXICO



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Caminaba por la zona roja de Ámsterdam. Perdidas, mi amiga y yo dábamos vueltas por el mismo lugar. Mala idea salir de ese coffee shop sin tener un rumbo asegurado –tantos estímulos nos distraían; locales con vitrales alumbrando sus alimentos para el monchies; waffles de chocolate, papas con mayonesa, ¡pizza! Letreros anunciando de todo: “live sex show”, “We sell weed, No mushrooms”, gente caminando de acá para allá-, no lográbamos salir de la zona roja. Después de varias horas, todo parecía repetirse. La misma prostituta posando en la ventana, los mismos hombres con la boca abierta, indecisos de si entrar o no. El mismo canal. ¿Cómo salir de este laberinto rojo? No tuvimos de otra más que fumar otro porrito sentadas en el precipicio de un canal. ¿Mala idea sentarnos ahí? Sí, puede ser. Pero fue ahí donde decidimos observar, y observar. ¿Qué mujeres eran las que se escogían? Fue muy divertido ver este fenómeno social de una forma tan legal que te hace pensar: Pues sí, ¿Qué tiene de malo la prostitución? El sexo no es cosa del otro mundo, y si ella lo decide –énfasis en “ELLA DECIDE”- ¿Qué tiene de malo? “La prostitución existe desde que el hombre existe” –de seguro ya lo han escuchado interminables veces-, pero es cierto. Si lo ves sociológicamente desde una perspectiva funcionalista, la prostitución existe porque las personas necesitan del sexo sin compromiso. “La prostitución satisface necesidades que no podrían ser atendidas fácilmente por formas más aceptables de expresión sexual como el cortejo y el matrimonio (McGraw Hill, pg. 14)”.

Es por esto que la prostitución perdura; mientras que la sociedad lo requiera, existirá. Es con esta teoría funcionalista, aportada por Talcott Parsons (1902-1977), que se explica cómo es posible que sobreviva este fenómeno tan mal visto por el común, y que sin embargo cumple una función dentro de nuestro ambiente, como un órgano que hace que el cuerpo trabaje.
Observábamos a estas mujeres, todas plasmadas en la vitrina. Unas gordas, otras flacas, unas estudiosas con lentes de bibliotecaria, otras tipo Amy Winehouse, con tatuajes decorando su desnudez, con un Red Bull en la mano. Había de todo tipo, para cualquier gusto. Este fue mi primer encuentro con la prostitución legal. Y no me pareció algo que fuera desdichado, me pareció una buena manera de manejar esta situación social, y ahora, me pone a pensar sobre la prostitución en México.


En México, la tolerancia al ejercicio de la prostitución sucedió en 1865, cuando Aquiles Bazaine, mariscal de Francia, promulgó un reglamento ya existente en el sistema francés con el objetivo de proteger la salud de los soldados invasores. Con este reglamento se creó un registro de las prostitutas que habitaban los burdeles, y cuánto se les cobraba de impuestos, fijados por el Estado, para autorizar este ejercicio. Con estas nuevas disposiciones, las mujeres prostitutas eran revisadas por un médico una vez a la semana, y las clasificaban según su edad y atractivo, categorizándolas como de primera, segunda, tercera clase y así sucesivamente. Tenían que vestirse de forma modesta, abstenerse de pararse en puertas y balcones y de saludar a señores acompañados por mujeres “decentes”, entre otras normas (Rios, “La Prostitución: 
Fenómeno Humano”).

Catálogo de un censo de salud pública de mujeres quienes a principios del siglo XX ejercían la prostitución
FOTO: Roberto Armocida / EL UNIVERSAL
Fue hasta principios del siglo XX que se habló de la prostitución dentro del movimiento feminista. Las mujeres de clase media y alta –usualmente vinculadas a ideas conservadoras, reformistas, AKA católicas-, querían censurar la prostitución; por otro lado, las mujeres obreras –AKA comunistas- veían el tema de la prostitución como un fenómeno sociológico funcional: existía la prostitución, y las mujeres, por causas económicas; desempleo y pobreza entraban al negocio (Macías, 2002). Estas mujeres formaron la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, y en 1934 convocaron al primer congreso mexicano de intelectuales y profesionistas para estudiar el problema de la prostitución en el país -se había informado de un problema de salud- 41 mil personas en la ciudad de México buscaban atención médica por padecer enfermedades venéreas-. Se tenía que llegar a un acuerdo para combatir este asunto, por lo que tanto comunistas como las reformistas aceptaron que para poder enfrentar el problema se debía dejar de regularizar los burdeles y cancelar los permisos, ya que algunos funcionarios públicos debían mucho de sus fortunas al tráfico de mujeres (Macias, 2002). – ¿Les suena familiar? Como el ex dirigente del PRI, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, con su red de prostitución. Legal o ilegal, algunas cosas nunca cambian-. Ninguna prostituta formó parte del diálogo, y a pesar de sancionar la actividad, no se vio un impacto verdadero dentro de este fenómeno.
Actualmente, cada estado tiene sus propias leyes con respecto a la prostitución. Es ilegal que un padrote, hombre que controla a las mujeres que venden su sexo y quien se queda con una parte o todas las ganancias –que en ese caso sería esclavitud sexual-, maneje su red de prostitución. Sin embargo, una prostituta puede ejercer su trabajo en zonas específicas y regularizadas por el estado, llamadas “zonas de tolerancia”, similar a las “zonas rojas” de Ámsterdam –pero no tanto-. Un ejemplo es Tijuana, aunque existan estas zonas de tolerancia, y supuestamente sea una actividad “controlada”, la gente abusa del servicio que ofrecen estas mujeres, lo que desata un problema grave con respecto a la trata de mujeres y de menores de edad, –será en otro momento que se toque este tema-. Es verdaderamente triste que por no poder aceptar una actividad como ésta, y no involucrar en el diálogo a las mujeres que ejercen este oficio sucedan tragedias que comienzan con el abuso de los derechos humanos.

Sexoservidoras en la Merced.
Foto: Germán Canseco/ Proceso
De acuerdo con el último Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2010 había entre 143 mil y 862 mil trabajadoras sexuales. Y mientras todos nos vendamos los ojos frente a este tema tabú, miles de mujeres no saben qué hacer una vez que deciden dejar este trabajo, o la edad las obliga a retirarse del negocio. ¿Quién las apoya? En una nota de Reporte Indigo, la periodista Ana Paula Valencia investiga qué sucede una vez que se retiran de la actividad. La casa Xochiquetzal, en la Ciudad de México, funciona como refugio para estas mujeres quienes requieren de servicios de salud, alimento y cursos de rehabilitación para superar momentos traumáticos. La fundadora de la casa, Carmen Muñoz, pasó 20 años solicitando fondos al gobierno y diversas organizaciones sociales para emprender el proyecto. Fue hasta 2006 que el gobierno del Distrito Federal donó un edificio y recursos para poder comprar alimentos y contratar servicios de salud. Hasta el momento, Casa Xochiquetzal ha recibido a más de 250 mujeres de entre 55 y 86 años, y son ellas quienes dan mantenimiento al refugio, el único de este tipo en América Latina.
La prostitución existe, y nada bueno sale si hacemos como que no pasa nada.




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