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martes, 28 de enero de 2020

De por qué peligra el INE




En varias ocasiones, el Instituto Nacional Electoral ha acudido a asesorar a países sin tradiciones democráticas para organizar elecciones de calidad. Los mismos mexicanos, de acuerdo con las encuestas, aprecian al Instituto.

En México tenemos una democracia defectuosa, pero democracia al fin y al cabo. Venimos de un muy eficaz régimen autoritario. Costó mucho trabajo la transición democrática, comenzando por la reingeniería de nuestro sistema electoral. Antes teníamos elecciones fraudulentas. Hoy tenemos elecciones libres y limpias. Los ciudadanos, organizados por el Instituto Nacional Electoral (INE), somos los que abrimos las casillas, recibimos los votos de los vecinos, los contamos y llenamos las actas oficiales. Esto, junto con la credencial para votar con fotografía, expedida por el INE, ha hecho prácticamente imposible el fraude electoral. Quizá sigan robándose una que otra casilla, pero, en el agregado, yo estoy convencido de que tenemos elecciones libres y limpias.

Así, también, se percibe en el extranjero. En varias ocasiones, el INE ha acudido a asesorar a países sin tradiciones democráticas para organizar elecciones de calidad. Los mismos mexicanos, de acuerdo con las encuestas, aprecian al Instituto: es una de las organizaciones públicas mejor calificadas en la opinión pública.


Desgraciadamente, en el movimiento lopezobradorista hay muchos que no piensan así. En lugar de pensar que su arrollador triunfo de 2018 fue gracias al INE, creen que fue a pesar de esta institución. Se trata de un argumento falaz porque, si hay algo que ha asegurado la existencia del INE, es el cambio de los partidos en los puestos de elección popular. Veamos el porcentaje de alternancias en las elecciones de 2015 —cuando se cambió el Instituto Federal Electoral (IFE) a INE, con atribuciones para no sólo organizar elecciones federales, sino coadyuvar en las locales y, de ahí, el cambio de nombre a INE— a 2019: 82% de los senadores, 57% de diputados federales, 64% en las gubernaturas, 57% de diputados locales y 67% de las presidencias municipales, amén del cambio en la Presidencia del PRI a Morena.

A López Obrador y a muchos miembros de su movimiento no les gusta el INE. Supongo que el enojo viene de la elección de 2006 que perdieron por un pelito. En lugar de aceptar la derrota, inventaron el cuento del fraude con la supuesta participación del IFE. Nunca presentaron pruebas claras y contundentes para acreditarlo.

Tampoco le gustan a AMLO los órganos autónomos del Estado. Ya capturaron a varios, como la Comisión Reguladora de Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Van, al parecer, por los que quedan: el Inegi y el INE, por ejemplo.

He escuchado, de morenistas de hueso guinda, el argumento sibilino de que, como ya ganó la izquierda, ahora sí tenemos normalidad democrática y, por tanto, ya podemos regresarle la organización de las elecciones a la Secretaría de Gobernación (Segob), como ocurre en otros países. ¿Vamos a olvidar, entonces, la larga historia de fraudes electorales maquinados desde el gobierno?

Creo que el intento de captura del INE será del tamaño del miedo que tenga el Presidente y Morena sobre los comicios de 2021, donde se elegirán 500 diputados federales, 15 gobernadores, 30 congresos locales y 30 ayuntamientos. Si creen que van a ganar con toda facilidad, no será necesario meter sus manos en el INE. Si, en cambio, perciben que se les viene una mala elección, tratarán de meter el mayor número de dedos posibles.

Una primera pista de hasta dónde querrán apoderarse del INE la tendremos pronto, cuando la Cámara de Diputados elija a cuatro de los 11 consejeros que se retirarán en abril. Morena y sus partidos satélite tienen la mayoría calificada para poner a quien se les pegue la gana. Vamos a ver el perfil de estas personas. Si elijen gente respetable y con reputación profesional que asegura independencia, como lo hicieron con Jonathan Heath y Gerardo Esquivel en la Junta de Gobierno del Banco de México, o adláteres de AMLO, como ocurrió con Rosario Piedra en la presidencia de la CNDH.

Tendremos, además, que estar pendientes de las iniciativas que hay en el Congreso para restarle autonomía al INE, la petición de la Segob de que el INE le entregue el Padrón Electoral, la actuación del Contralor Interno del INE que nombró la mayoría de Morena en la Cámara de Diputados y la designación del próximo secretario general de la institución, una vez que lleguen los nuevos cuatro consejeros.

¿Tanto miedo tendrá el Presidente y Morena de las elecciones de 2021 como para manosear al INE? Pronto comenzaremos a verlo.

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