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martes, 21 de julio de 2020

No basta con poner dinero




Enrique Quintana




Prácticamente todas las naciones del mundo sufrirán un decrecimiento durante este 2020. Quizás China pueda ser la excepción.

Ante esta circunstancia, muchos gobiernos han emprendido programas de estímulos fiscales. Igualmente, los bancos centrales han iniciado programas monetarios para tratar de amortiguar la recesión.

Una visión simplista pero muy generalizada es que mientras mayor sea el estímulo, también lo será el impacto económico.

Sin embargo, las previsiones del FMI nos indican que no necesariamente es así.

Japón será el país con mayores estímulos fiscales, pues éstos se estiman en un monto equiparable al 21 por ciento del PIB.

En 2019, la economía de Japón crecía al 0.7 por ciento y el más reciente estimado del Fondo es que en este año caiga en 5.8 por ciento y en 2021 crezca al 2.4 por ciento.

Así, Japón habrá hecho una inversión del 21 por ciento del PIB para dejar a la economía 3.8 por ciento por debajo del nivel que tenía en 2018.

Veamos el caso de Estados Unidos. Hasta ahora, el estimado es un programa de estímulos por 11 por ciento del PIB. El año pasado, la economía creció 2.3 por ciento; en éste caerá 8 por ciento y para 2021 crecerá 4.5 por ciento.

Para nuestros vecinos del norte, habrá un mayor impacto de un programa que es en términos relativos la mitad del empleado en Japón, pues si se cumplen las previsiones, llegaremos al final de 2021 con una economía que estará sólo 1.6 por debajo del nivel de 2018.

Otro caso de uso poco eficiente de los estímulos fiscales es el de Brasil. En 2019 creció 1.1 por ciento. Este año decidió canalizar estímulos fiscales por 6.8 por ciento del PIB, pero eso no logrará evitar una caída de 9.1 por ciento este año aunque espera un crecimiento de 3.6 por ciento el próximo año.

El resultado es que para 2021, pese al importante gasto fiscal, la economía estará 4.8 por ciento por debajo de su nivel de 2018.

¿Y cómo está México?

Como es ya bastante público, somos de los que menos hemos invertido en estímulos fiscales, si no es que el país que menos lo ha hecho entre las principales economías.

El desembolso, según la estimación del FMI, es de 0.7 por ciento del PIB. Casi nada. En 2019 caímos en 0.3 por ciento y en 2020 caeremos en 10.5 por ciento. Para 2021, se estima la recuperación en 3.3 por ciento.

Al final de esta historia, terminaremos en 2021 con un 7.8 por ciento abajo del 2018, pero casi sin gasto fiscal.

¿Qué hubiera pasado si en lugar de no tener estímulos fiscales hubiéramos invertido, por ejemplo, 4 o 5 por ciento del PIB?

No lo sabemos. Pero es factible que se hubiera podido amortiguar la caída de este año o potenciar el crecimiento del próximo.

Los datos del FMI dejan ver que no solamente es relevante el monto de recursos fiscales que se inviertan sino también la forma en que se haga y la distribución que tengan.

El pasado fin de semana el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, dejó abierta la posibilidad de que en 2021 eventualmente pueden canalizarse más recursos para estimular la economía.

Eso sería una buena noticia y permitiría pensar en que podríamos tener un mayor crecimiento el próximo año.

No obstante, lo determinante para el desempeño de la economía será la trayectoria de la inversión privada.

Si en los próximos meses hubiera señales que generaran mayor confianza y éstas se combinaran con mayores estímulos a la actividad económica, se podría prefigurar un mejor desempeño para el próximo año.

No hay garantía de que así suceda pero esperemos que el aprendizaje de este año de desastre haya dejado lecciones.

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