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martes, 8 de octubre de 2019

Se apagan ‘los motores’ económicos






Enrique Quintana



Hay dos motores económicos que ‘están tosiendo’ y ya amenazan con provocar un aterrizaje forzoso a la economía mexicana. Se trata de la inversión fija bruta y el consumo privado.

Nuestro mal desempeño económico, en una medida importante, deriva de la caída en picada de la inversión y del freno en el consumo de las familias.

Ayer, el Inegi dio a conocer que en el mes julio la inversión retrocedió en -9.1 por ciento, la peor caída para un mes individual desde noviembre de 2009. La caída acumulada en los primeros siete meses del año es de -4.6 por ciento.

Hay quien dice que siempre pasa lo mismo al comenzar una nueva administración. Hay una parte de razón, pero hay otra parte que no se explica por el arranque del sexenio.

En los primeros siete meses del año 2000, al comenzar el sexenio de Fox, el retroceso fue de -7.3 por ciento, peor que la caída registrada este año.

Para los primeros siete meses del 2007, con Calderón, la variación fue positiva en 4.4 por ciento. En el caso de Peña, el resultado fue de -2.7 por ciento en el mismo lapso de 2013.

Es decir, no solo es la usual incertidumbre que hay al comenzar un sexenio, sino hay algo más, como lo hubo con Fox.

En el caso del consumo privado, no hay retroceso, pero sí un virtual estancamiento. Su crecimiento el pasado julio fue de 1.0 por ciento a tasa anual y en los primeros siete meses de 1.1 por ciento.

Con Fox, este indicador creció en 3.6 por ciento en los primeros siete meses del 2001. Con Calderón 3.0 por ciento, y con Peña 1.7 por ciento.

También aquí tenemos un comportamiento atípico, más aún en una circunstancia en la que la masa salarial real del sector formal creció en 4.9 por ciento en términos reales en julio.

Es decir, hay una desconfianza de la gente a gastar a pesar de que muchos reciben un poco más de ingresos. Y eso sin tener en cuenta el alza en las remesas.

Tanto en la caída de la inversión fija bruta como en el estancamiento del consumo hay un componente esencialmente anímico.

Los empresarios, más allá del diálogo que han tenido con el presidente de la República, no están invirtiendo.

No se han generado suficientes señales para movilizar la inversión y muchos en el sector privado siguen con enorme desconfianza.

Lo hemos dicho una y otra vez en esta columna. Se necesita un conjunto de acciones que puedan ser vistas por la mayoría de los hombres de empresa como símbolos de que las reglas del juego que definirá la administración de AMLO pemitirán un buen desempeño de las inversiones.

Y lo que tenemos es que aparecen signos de que puede haber más problemas para invertir, como las reformas que criminalizan la defraudación fiscal y otras medidas.

Y, en el caso de los consumidores, es probable que la gente recupere la confianza hasta que empiece a ver de nuevo el crecimiento económico y recupere su seguridad laboral y en ingresos.

Es una ilusión pensar que la economía va a cambiar mientras no cambien las condiciones que la han puesto en la situación que hoy tiene.

Si se quiere evitar un nuevo año perdido en el 2020, debe lanzarse ya el programa de infraestructura con sus cientos de proyectos; deben retomarse los farmout para Pemex, así como las rondas petroleras. Y mostrar sensibilidad ante el reclamo empresarial en materia fiscal. Por lo menos.

Veremos si hay el pragmatismo que hoy se requiere.

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