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lunes, 23 de septiembre de 2019

El agua de la llave en México puede consumirse, aseguran expertos

En teoría todos los sistemas de agua potable trabajan bajo la norma de que el agua es para beber; es decir, se podría tomar saliendo del sistema.


El agua potable que se distribuye a través de las redes municipales en algunas zonas puede consumirse directamente de la llave, pero hay hogares que sólo la reciben unas horas al día o al mes. Ante ello, las familias optan por almacenar el líquido en cisternas y tinacos, con lo cual pierde su calidad. Esto lleva a que en el país 76 de cada cien hogares consuman agua embotellada, señalan expertos.
La calidad es muy desigual a nivel nacional e incluso localmente, mientras algunas zonas de una ciudad pueden recibir agua en buena condición, otras no, dijo Claudia Campero, de Food and Water Watch. En regiones como en La Laguna, Coahuila, desde hace varios años habitantes han señalado que el agua de la red contiene arsénico y en colonias como en Iztapalapa, en la Ciudad de México, de la llave sale líquido oscuro.
La regulación y vigilancia de la calidad del agua embotellada para beber y de los sistemas operadores está a cargo de la Secretaría de Salud, pero esta norma es obsoleta, advirtió hace dos años el relator especial de Naciones Unidas para el Agua y Saneamiento en el reporte que hizo para el país. Refirió que aunque hay alta infraestructura para dar el servicio, por ejemplo en hogares como los de Filomeno Mata, Veracruz, sólo reciben agua tres horas al mes.
Con cobertura de la red de agua potable de 85 por ciento de las viviendas rurales, y 97.2 de las urbanas, sólo 73 por ciento de los que tienen tubería cuentan con líquido todos los días. Un 13.9 por ciento de hogares reciben agua por tandeo o eventualmente, entre cuatro y seis días a la semana; a otro 13.1 por ciento de las viviendas les llega dos o menos veces a la semana, señala el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
En este contexto, datos del INEGI reportan un incremento en el consumo de agua embotellada de los hogares, pues pasó de 70.8 por ciento en 2015 a 76.3 en 2018. Después del terremoto de 1985 la gente consideró que no era seguro consumir agua del sistema de distribución, según datos de la Organización Panamericana de la Salud. Esto se acentuó con la séptima pandemia de cólera, que se dio entre 1991 y 2002, con casi 46 mil casos.
En teoría todos los sistemas de agua potable trabajan bajo la norma de que el agua es para beber; es decir, se podría tomar saliendo del sistema. El problema empieza en cuanto empezamos a transportarla más allá. Como no siempre se tienen 24 horas de servicio de la red pública, muchas personas, comunidades y barrios completos construyeron tinacos, explica Raúl Pacheco-Vega investigador del CIDE.
“Si el tinaco está sucio, o las tuberías que transportan el agua tienen problemas, obvio, ya no se puede tomar. Pero se pueden instalar filtros en casa. El problema es que no se hace lo suficiente y más bien somos ‘comodinos’. Permitimos que la industria del agua embotellada se haga rica a nuestra costa”, agrega.
Los sistemas de agua no reportan sus lecturas de calidad del agua al público, el consumo de agua en botellas o garrafones se relaciona con problemas de calidad pero también de confianza, su supervisión es menor que en algunos sistemas operadores del servicio de agua potable, pese a ello las personas deciden poner su confianza en las embotelladoras, asevera Claudia Campero.

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