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lunes, 19 de agosto de 2019

La política fiscal de 2020



Enrique Quintana


La semana pasada hubo diversas voces que señalaron la necesidad de que en el Presupuesto de 2020 se establezca una política fiscal contracíclica en virtud del estancamiento económico existente.

El diputado Mario Delgado, líder de Morena en la Cámara, propuso que en lugar de tener un objetivo de 1.3 por ciento para el superávit primario, éste bajara a 0.5 por ciento del PIB.

Esto implica una diferencia de alrededor de 200 mil millones de pesos. Tras los recortes de este año y las previsiones de menor crecimiento, ese monto puede ser muy significativo.

El economista Carlos Serrano, director de estudios económicos de BBVA México, señaló en estas páginas la conveniencia de una política fiscal más relajada que debe aplicarse en condiciones de recesión, siempre y cuando haya la certeza de que la política se volverá restrictiva cuando el crecimiento regrese. Para ello, propone la operación de un Consejo Fiscal independiente.

Esa entidad no fue aceptada por la administración anterior, pero AMLO y su equipo no la han rechazado abiertamente.

Un Consejo Fiscal independiente daría una gran certeza a los inversionistas.

El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, también ha señalado la conveniencia de convertir al Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestales (FEIP) en un fondo implícitamente contracíclico, pero señaló que no se incluiría esa iniciativa en el próximo Paquete Económico.

La política fiscal es uno de los más importantes instrumentos con los que cuenta el Estado para incidir en la economía y creo que correctamente se ha planteado que, de modo inmediato, pueda usarse para alentar el crecimiento, claro, sin regresar al tiempo de los déficit públicos inmanejables.

Quienes se oponen a esta propuesta señalan que probablemente los mercados financieros castigarán a México si la política fiscal se relaja.

Puede que tengan razón, por eso sería pertinente discutir la creación del Consejo Fiscal independiente.

Estoy seguro de que, inversionistas y calificadoras, verían con buenos ojos una política orientada al crecimiento, si hubiera racionalidad en su diseño y una clara definición temporal en su duración.

No se trata de incurrir en déficit primario, sino, por lo pronto, reducir ligeramente la meta del superávit para el siguiente año.

Lo más probable es que en el Presupuesto al que ya se le están dando los últimos ajustes se mantenga la propuesta de superávit de 1 por ciento, pero no sería extraño que al final de cuentas, en la Cámara se hiciera el ajuste.

El tema de fondo no es solo el monto sino la calidad del gasto público. Aun cuando creciera, si se percibiera que tiene un efecto positivo en la actividad económica, no sería mal recibido por los mercados.

El tema más delicado y que se verá con lupa es el de Pemex.

Ya las calificadoras mostraron sus reservas respecto al Plan de Negocios de la petrolera, pero dieron el beneficio de la duda antes de reducir la nota para México.

Sin embargo, si los resultados en producción decepcionan y no se ve un Presupuesto convincente para 2020, habría riesgo de una degradación y la consecuente pérdida del grado de inversión antes de fin de año.

No será sencilla la confección del Paquete de 2020, pero se trata de otra oportunidad para generar una expectativa favorable, que propicie la inversión y el empleo.



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