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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Terremoto similar o mayor al del 85 volverá a ocurrir en México




Aunque no hay forma de predecir cuándo, es un hecho que un terremoto similar o superior al del 19 de septiembre de 1985, que fue de magnitud 8.1, puede desencadenarse en cualquier momento en la denominada Brecha de Guerrero.
Ya demostramos en foroambiental.com.mx en las dos primeras partes de este reportaje, publicadas el viernes y sábado pasados, que las ondas sísmicas del movimiento telúrico ocurrido hace 30 años, se amplificaron debido a las condiciones del subsuelo de la Ciudad de México, especialmente susceptible a los sismos por la brutal extracción de agua del acuífero y el hundimiento de la capital del país.
Es decir, que la absoluta falta de respeto a las leyes de la Ecología, traducidas en la sobreexplotación de los mantos freáticos y su falta de recarga, provocó que los daños y la tragedia fueran mucho mayores.
Y aunque el próximo terremoto no tendrá que ver con la Ecología, sino con la Geología, las condiciones del subsuelo del Distrito Federal sí magnificarán las ondas sísmicas, lo que ya ha sido alertado por los más destacadas expertos en la materia.
Por ello, y para concluir con esta serie de reportajes especiales, abordaremos lo que muchos aseguran que ocurrirá más temprano que tarde, un terremoto de magnitud que calculan entre 8.1 a 8.4, y que si se conjuga con el fenómeno de resonancia, provocará una tragedia mucho mayor que la de hace tres décadas en la Ciudad de México.
La Brecha de Guerrero
Un reporte del Servicio Sismológico Nacional, del Instituto de Geofísica de la UNAM, destaca que en el estado de Guerrero se registra alrededor del 25 por ciento de la sismicidad que ocurre en territorio mexicano, mientras que otro 25 por ciento ocurre en el estado de Oaxaca, siendo las dos entidades con mayor cantidad de temblores en el país, seguidas de Chiapas, Michoacán y Jalisco.
En el estudio se da cuenta de que investigadores en el campo de la sismología, tanto nacionales como extranjeros, coinciden en remarcar que la Brecha de Guerrero es un sitio de preparación para un futuro terremoto, que aunque no es posible predecir, podría ocurrir en un lapso no mayor a los 10 años.
Esta Brecha de Guerrero abarca desde San Marcos, pasando por Acapulco, hasta llegar a Petatlán, muy cerca de Zihuatanejo.
Los sismólogos indican que en la Brecha de Guerrero, entre 1899 y 1911, ocurrieron cuatro sismos cuyas magnitudes oscilaron entre 7.5 y 7.8, pero han pasado 114 años desde el último sismo importante en ese lugar, por lo que se considera un sitio con alta probabilidad de ocurrencia para un terremoto con magnitudes aún mayores que las mencionadas.
Y es que la gran cantidad de energía que no ha sido liberada durante más de un siglo, podría desencadenar un mega-sismo entre los 8.1 y 8.4 de magnitud, es decir, mucho mayor que el de 1985, que fue de 8.1.
El estudio afirma que el hecho de que se concentre en Guerrero 25 por ciento de la actividad sísmica del país, se debe a la subducción de la Placa de Cocos (Placa Oceánica) por debajo de la Placa Norteamericana (Placa Continental).
Explica que el contacto de estas dos placas tectónicas ocurre frente a las costas del Pacífico, desde el estado de Jalisco, pasando por Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
A medida que pasa el tiempo en una región donde no ha ocurrido un rompimiento significativo, es mayor la probabilidad de que ocurra alguno, y esta situación se presenta entre San Marcos y Petatlán, en la Costa Grande de Guerrero, conocida por los sismólogos como la Brecha de Guerrero.
En ese sentido, el jefe del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, Víctor Manuel Cruz Atienza, refiere que los datos que indican la posibilidad de ocurrencia de un sismo de proporciones mayores no deben de ocultarse, y en cambio, debe informarse a la población vulnerable.
El investigador sostiene categóricamente que “no se puede ocultar nada que se haya determinado bajo el rigor del método científico”, como es el caso de que en la Brecha de Guerrero se originará, en cualquier momento, un gran terremoto.
Abundó que la población del Valle de México debe saber que una ruptura de magnitud 8.1 o superior en la Brecha de Guerrero “sería más cercana a la ciudad” que la ocurrida en 1985, por lo que se estima que, “en ciertos rangos de frecuencia, la amplitud del movimiento del suelo podría ser de dos a tres veces más grandes”, que durante el sismo catastrófico ocurrido en Michoacán, y que devastó parte importante de la Ciudad de México, aquel 19 de septiembre de hace 30 años.
“Es una realidad, no hay que ocultarlo, La gente cobrará conciencia y actuará entonces en consecuencia”, sentenció.
Brecha del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca
Pero no sólo existe el peligro de la Brecha de Guerrero, también hay otra zona que preocupa a los sismólogos desde hace muchos años, se trata de la que ya algunos llaman la Brecha del Istmo de Tehuantepec, de la cual no se tiene información histórica de la ocurrencia de un gran sismo en el pasado, por lo que muchos suponen que lleva incluso más de 150 años sin liberar energía sísmica.
Por ello, de acuerdo a los expertos, en cualquier momento (geológicamente hablando), podría romper por un terremoto de magnitud entre 8.0 ó 8.3, que afectaría principalmente a los estados de Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Tabasco, pero también a entidades como Puebla, Morelos, Distrito Federal y parte del Estado de México, Hidalgo y Tlaxacala.
La ruptura en esta zona, en un área de unos 60 kilómetros alrededor de Salina Cruz, se tiene que dar con un gran movimiento telúrico, aunque existen especialistas que indican que varios sismos de entre 7.5 y 7.9, también podrían liberar esa gran energía sísmica acumulada.
Sin embargo, algunos sismólogos sostienen que en la Brecha del Istmo de Tehuantepec tal vez no se tiene reporte de la ocurrencia de un terremoto en el pasado, debido a que esta zona podría ser asísmica, esto es, la energía elástica acumulada no se libera a través de grandes temblores, lo que no ocurre con la Brecha de Guerrero, que representa, sin duda, el mayor peligro de un gran terremoto según los científicos.
Escala de Richter ya no se utiliza
Aunque lo siguiente no tiene nada que ver con Ecología, es preciso indicar que la razón por la que en este reportaje dividido en tres partes no se utilizó nunca el término grados Richter, es sencillamente porque es incorrecto.
La inmensa mayoría de los medios de comunicación, los periodistas, los funcionarios de Protección Civil e incluso quienes laboran en el Sismológico Nacional, cometemos el grave error de referirnos a la magnitud de un movimiento telúrico indicándolo en grados de la escala de Richter, la cual se creó exclusivamente para los sismos que ocurren en la Falla de San Andrés, concretamente en California, Estados Unidos, mientras que en el resto del mundo la que se utiliza es la escala sismológica de magnitud de momento.
Sin embargo, desde mediados del siglo pasado, se ha hecho costumbre referir a la escala de Richter, y peor aún, utilizar la palabra grados, cuando ninguna de las escalas para medir o cuantificar la intensidad de un temblor es gradual.
Y es que una escala graduada es aquella en la que se toman dos valores, elegidos de manera arbitraria, y se divide en 100 una cierta cantidad de partes la distancia entre ellos, tomando cada una de esas partes como un grado, como por ejemplo el caso de los grados Celsius.
Un grado Celsius es la centésima parte de la distancia entre la temperatura del punto de fusión del agua a una atmósfera y la temperatura del punto de ebullición del agua a una atmósfera. Es decir, se toman esos dos valores, se divide entre 100 la distancia entre ellos y se tomó el resultado como un grado.
La escala de Richter no es una escala graduada porque mide la magnitud de la energía liberada en un terremoto, por lo que sus valores no están asociados a dos puntos elegidos arbitrariamente, sino que son, por decirlo de alguna manera, absolutos.
Por todo ello, es erróneo incluir la palabra grados junto a la magnitud de un terremoto en la escala de Richter, que, insisto, sólo se utiliza para movimientos telúricos en la Falla de San Andrés, en California.
Aquí cabría recordar que la escala de Richter fue desarrollada a inicios de 1930 por Charles Richter, para medir el tamaño de los sismos que ocurrían en el sur de California.
Pero, a medida que se fueron instalando más sismógrafos en el mundo, se hizo evidente que la escala de Richter sólo era válida para ciertas frecuencias y se desarrollaron nuevas escalas de magnitud, como la magnitud de ondas de cuerpo (Mb) y la magnitud de ondas superficiales (Ms).
Aún así, seguían existiendo limitaciones y se desarrolló otra escala, la escala sismológica de magnitud de momento (Mw).
Para los terremotos más grandes, esta escala es la que ofrece la estimación más certera de su tamaño. Las escalas de magnitud miden el tamaño del sismo en la fuente, así que no dependen de dónde se haga la medición.
Las escalas de intensidad, como la escala de Mercalli Modificada, mide el daño producido a las estructuras y la sensación percibida por los afectados.
Así, la intensidad del sismo varía según dónde se mida. A veces, para referirse a un mismo sismo se utiliza la máxima intensidad que se ha registrado.
Pero la escala sismológica de magnitud de momento, que es una escala similar a la de Richter, pero mucho mejor para valores altos, es la que se utiliza en todo el mundo actualmente.
Por cierto, las escalas de Richter y la de magnitud de momento coinciden, en valores sobre 6.8 ó 6.9, lo que explica que muchos se sigan refiriendo a la primera.
Pero ninguna de las dos escalas es gradual, sino logarítmicas. Eso significa que en esas escalas un valor 6 no es el doble que 3, sino algo así como 1000 veces más.
Así que cuando ocurra el próximo sismo en México, ya sabremos que en realidad es erróneo hablar de la escala de Richter, y que no se debe utilizar la palabra grados al hablar de su magnitud.
Lo correcto entonces, de acuerdo a los verdaderos expertos en el tema, es mencionar, por ejemplo, un sismo de magnitud 8.1, como fue el caso del terremoto del 19 de septiembre en la Ciudad de México.

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