El terrorista, fallecido a los 86 años, cumplía cadena perpetua desde hace casi 30 años en una prisión de máxima seguridad en Lima
Abimael Guzmán, fundador de Sendero Luminoso, el grupo
terrorista de inspiración
maoísta que sembró el pánico en las décadas de los ochenta y noventa
en Perú, ha muerto este sábado a los 86 años de edad. Guzmán cumplía
cadena perpetua en una cárcel militar de máxima seguridad en Lima, donde
llevaba preso desde 1992.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación, el ente que se
creó para esclarecer lo ocurrido en aquellos
años de fuego, determinó que Guzmán, también conocido como camarada
Gonzalo, era responsable de la muerte de 30.000 peruanos asesinados por Sendero Luminoso.
Según las autoridades, ha fallecido a las 6.40 de la mañana “debido a las
complicaciones de su estado de salud”. En julio, el Instituto Nacional
Penitenciario informó que se negaba a ingerir alimentos y lo trasladó por
algunos días a un hospital.
En su día, el Gobierno peruano de entonces, presidido por
el autócrata
Alberto Fujimori, centró sus esfuerzos en encontrar a Guzmán. El líder
terrorista se había convertido en un fantasma. El 12 de septiembre de 1992 fue
capturado en una casa del distrito de Surquillo, en Lima, por un comando
especial de policía. Las autoridades lo mostraron a la prensa dos semanas
después, enjaulado y vistiendo un traje de rayas blancas y negras. Aquella
imagen se convirtió en un icono.
Desde ese día solo se le vio en contadas ocasiones, durante
los procesos judiciales a los que fue sometido, incluido
uno en 2019. Los responsables de la prisión nunca le dejaron conceder una
entrevista. El jefe de facto de las fuerzas armadas con Fujimori,
Vladimiro Montesinos, lo visitó a menudo en su celda durante sus primeros años
de prisión. De aquellos encuentros nació un libro. Montesinos
cayó en desgracia poco después por los múltiples delitos de corrupción
que le fueron descubiertos y acabó encarcelado en la misma cárcel que Guzmán,
la de máxima seguridad de la Base Naval del Callao.
Sendero Luminoso se dio a conocer con un boicot a las elecciones
de mayo de 1980 en un distrito rural —Chuschi, en la región Ayacucho— y
pretendía hacerse del poder y reemplazar la democracia que Perú había
recuperado ese año. En su objetivo por derrocar al Estado, embarcó al país en
una espiral de violencia a la que se sumaron las Fuerzas Armadas, la policía y
comités de autodefensa.
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