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lunes, 6 de enero de 2020

Dependeremos de EU en 2020





A muchos no nos gusta. Quisiéramos no depender del exterior. Pero la realidad es que lo que pase en Estados Unidos, tanto en su economía como en el resultado de las elecciones presidenciales de este año, será determinante para nosotros.

Algunos analistas opinan que en 2019 se rompió la conexión entre las dos economías porque Estados Unidos sí creció y México no.

Desde hace ya varios años la conexión relevante no es entre el PIB de México y el de EU, sino entre el PIB de México y la producción industrial de nuestro vecino del norte.

En noviembre de 2019, la producción industrial de EU cayó en 0.7 por ciento a tasa anual; en los tres meses de septiembre a noviembre, el retroceso fue en promedio de 1.3 por ciento, en correspondencia con el estancamiento mexicano.


La hipótesis de que había un desacoplamiento entre el crecimiento del PIB de México y la producción industrial en EU pudo haberse sostenido en los primeros meses del año. Al final de 2019, es claro que la trayectoria del PIB mexicano ya sigue a la industria de EU.

Y uno de los factores determinantes del retroceso industrial de nuestros vecinos del norte es la guerra comercial entre EU y China.

Y ahora, también podrían impactar en la incertidumbre las tensiones en Medio Oriente.

El año pasado le reseñamos ampliamente la caída del volumen del comercio entre la dos principales economías del mundo.

En el más reciente número de The Economist, el artículo de portada se dedica a los diferendos irreconciliables entre las dos potencias.

El acuerdo 'Fase 1', que, en principio, entrará en vigor el próximo 15 de este mes entre las dos potencias, no alcanza a cambiar la tendencia al conflicto que comenzó hace tres años, tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, y que podría conducir a que este año fuera muy malo para la industria en Estados Unidos y por lo tanto para el desempeño económico de México.

Sin embargo, en esa diferencia profunda y en la ratificación del T-MEC radica también una oportunidad de la que México puede sacar provecho y ahora sí, diferenciarse profundamente del desempeño económico global de Estados Unidos… para bien.

Esta oportunidad la tienen clara algunos funcionarios en el equipo de López Obrador, como Alfonso Romo o Graciela Márquez. Y aun entre los colaboradores de Donald Trump, como Peter Navarro, también saben que en su guerra comercial con China no les queda otra que aliarse con México.

Más aún porque hay un cierto consenso entre los dos grandes partidos en EU. Aun si un candidato demócrata lograra llegar a la Casa Blanca, también estaría desafiado por China y no le quedaría otra que fortalecer la capacidad productiva de Norteamérica.

Cuando arrancó el primer TLCAN en 1994, este cuadro no era siquiera imaginable. Hasta 2012-15, China parecía un magneto para las inversiones.

Hoy la realidad ha cambiado y en este 2020, México tiene una oportunidad de esas que se presentan en pocas ocasiones en la historia de las naciones.

Un escenario es que se pueda aprovechar y capitalizar, lo que puede cambiar el rumbo de este sexenio. El otro es que se deje pasar de largo y en lugar de obtener un beneficio de la guerra comercial, resintamos los efectos negativos del menor crecimiento de la producción industrial de Estados Unidos.

La pelota está en nuestra cancha. Veamos si hay el talento suficiente para aprovechar la oportunidad.

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