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lunes, 6 de enero de 2020

2020, el año del gran salto




Antonio Navalón


Tras la caída del Muro de Berlín, Francis Fukuyama decretó el fin de la historia. Fue tal el error del politólogo estadounidense que la historia que ha venido después de este hecho ha sido más densa, importante y, en muchos sentidos, más sorprendente que la historia comprendida entre el siglo XIX y el siglo XX. Actualmente no es que la realidad supere a la ficción –que generalmente eso es lo que sucede–, sino que la realidad es tan densa y se corporiza de tal manera, especialmente en este año que empieza, que nos tiene a todos absolutamente perplejos.

El siglo XXI comenzó a las ocho con cuarenta y cinco minutos de la mañana del 11 de septiembre del año 2001. Cuando Mohamed Atta estrelló el primer avión contra las Torres Gemelas estaba inaugurando la nueva historia que trascendería a nuestra época y que nos avocaría a la etapa con mayores cambios de la que ha sido testigo la humanidad. Todas las generaciones creen que lo que les pasa a ellos no ha pasado antes, mientras que la evolución humana demuestra lo contrario, comprobando que casi todo ya ha pasado anteriormente.

Lo que realmente hace distinto a este tiempo es que ya no podemos seguir instalados en la sorpresa. Ya no hay cisnes blancos, la mayoría son cisnes negros. Estamos instalados en un tiempo en el que la sorpresa es nuestro pan de cada día y en el que los únicos que aparecen como boxeadores noqueados son las masas de los pueblos que van de disgusto en disgusto y sin poder ser capaces de producir cambios de regímenes. Pero la letanía se ha acabado. Se acabaron los lamentos y las sorpresas que nos acompañan en nuestra vida cotidiana. O nos levantamos y entendemos que este es un momento que se rige por magnitudes nuevas, o realmente lo único que nos espera es seguir en esta espiral de la protesta contra la protesta y donde los gobiernos pasan y las situaciones siguen sin cambiarse.

En Estados Unidos nadie sabe qué pasará con Donald Trump, aunque lo previsible es que los senadores republicanos –una vez sacadas las cuentas de la aceptación popular y considerando la próxima contienda presidencial– tomen la decisión de absolverlo. Sólo la historia juzgará y cuantificará cuál será el costo para el Partido Republicano por el hecho de que no sean ellos quienes echen a Trump. En otro escenario donde el cambio se hará presente de manera significativa es Inglaterra, donde nadie tiene la capacidad de prever cómo será este país después del Brexit. Tampoco es previsible cómo será México ni los países de Latinoamérica en los próximos 12 meses.

Todos son milagros, milagros para el entendimiento. Está mal y es terrible matar a tu pueblo a balazos; sin embargo, los venezolanos han creado un nuevo modelo para el mundo. Este modelo consiste en matar a tu pueblo de hambre sin que este sea capaz de estallar en una guerra civil, ya que al final no se sabe qué es más humillante: si morir a manos de las balas de un ejército o morir por falta de proteínas y sin preguntarse cómo serán –si es que sobreviven– las nuevas generaciones venezolanas. Estas son preguntas sin respuestas, inacción de las sociedades y los gobiernos, y perplejidad de todos nosotros.

Frente a lo anterior sólo se me ocurre saber que estamos frente al año del salto. Un salto que puede ser al vacío y al precipicio o, en el mejor de los casos, puede ser un salto hacia delante como el que pronosticó y consiguió en su época el gran timonel chino, Mao Tse Tung. Sea cual sea el resultado, se trata de un salto absolutamente inaplazable. Ha llegado el momento de salir de esta situación en la que simplemente estamos con la boca abierta filtrando a través de nuestro Twitter o de nuestro teléfono celular todos los odios que llevamos dentro y toda la insatisfacción que nos produce un mundo en el que cada día tenemos menos respuestas que dar a los jóvenes y menos dinero para dar a los viejos. Y en medio de todo esto surge la pregunta inevitable: ¿para qué sirven los gobiernos?

Empieza 2020. Échese mano a la cartera, pero sobre todo échese mano al ánimo. Procure que las locuras colectivas o individuales de sus dirigentes no terminen arrastrando la poca estabilidad económica que le rodea. Tampoco le recomiendo que salga huyendo, hay tantos que han salido corriendo que al final han perdido la cuenta de qué es lo que queda en sus países de orígenes o qué es lo que en realidad están buscando. Imagínese usted que ha sacado su capital y planea comprar un piso o una residencia en España, pero ¿en qué España? ¿La que elegirá un gobierno con diferentes partidos y donde su principal problema es el separatismo catalán? Estará buscando comprar un piso en una España donde además si estos separatistas catalanes no votan al gobierno, éste no puede existir.

No es que todo arda, es que todo está cambiando a tal velocidad que lo que se echa de menos es contar con posibles hojas de ruta. Sabemos y somos conscientes de que el sistema actual se ha agotado, pero ¿alguien conoce el sistema que sucederá al actual? Sabemos que no hay respuestas ni desde los gobiernos ni desde los pueblos, pero ¿alguien es capaz de proponer algo nuevo?

Pero la gran pregunta de todas es y usted, además de caer en la trampa del Twitter y de estar feliz por lo mal que le va a todo el mundo, ¿qué es lo que piensa hacer para no morir en esta época donde realmente lo que parecemos es una manada en busca del precipicio donde despeñarnos?

Y el espectáculo empezó. En Bagdad, donde está hecha parte de la moderna historia, los drones de Trump acabaron con el general más importante de Irán.

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