Nunca como en la era del internet morir ha sido tan sencillo como abrir la computadora, engancharse y dar el clic en la página equivocada
Hay cientos de formas de morir la más novedosa corre por códigos y fibra óptica de una computadora a otra.
Cada vez son más frecuentes, y engrosan rápidamente una lista de delincuencia virtual, los asesinatos de personas engañadas por medio de la red.
La triple-doble-u comienza a cobrarse las víctimas de la tecnología, cuando incautos en la trampa y presionan el clic a la página equivocada; El peligro acecha detrás de redes sociales y páginas de internet.
Los cibercriminales acosan a su presa, la envuelven, la convencen de reunirse para fines benéficos, para negociar la compraventa de un vehículo, enganchándola con sortilegios del corazón. Cualquier pretexto es bueno; Y caen. Una y otra y otra vez.
"Ven, te voy a regalar ropita nueva para tu bebé..."
Tampico, Tamaulipas.
Corre 2017. Cynthia Fátima es estilista, trabaja en la colonia Morelos, y sólo quiere tener un hijo más. Tras un año de separada de su exesposo, inicia una relación y quiere sorprender a Omar Enrique, su nuevo novio, un taxista. Sola y con tres hijos, vivió por algún tiempo en casa de su padre, en la segunda Avenida de la colonia Laguna de la Puerta.
Pero al conocer a Omar su vida da un giro que le sacude las entrañas.
Rentan ahora un pequeño cuarto en el segundo piso de Venustiano Carranza número 805, en la colonia Nuevo Progreso.
Desde ahí Cynthia fragua su destino.
Rondan por su mente biberones y el ruido imaginario de las sonajas no la deja dormir.
Se viste con ropa de maternidad y se toma fotografías. Las sube a su cuenta de Facebook. Presume a sus conocidos la felicidad que le produce su estado de gravidez. Las felicitaciones no se dejan esperar. El 3 de diciembre de 2017 publica una imagen en la que muestra su estado, y Omar, quien la abraza, le acaricia el vientre. En primerísimo plano dos enormes bolsas con regalos para el bebé.
Todo marcha bien. El sábado 20 de enero de 2018 postea otra fotografía en la que no se le ve el rostro, pero sí el abdomen abultado. Escribe: “Cuenta regresiva, ya te quiero tener en mis brazos, mi princesa”.
A Omar Enrique le preguntan sus amigos de redes sociales que para cuándo, y él responde: "Ya mero, primero Dios en estos días".
Pero no, el cálculo de la pareja no cuadra. Y pasan semanas. Ocho para ser exactos.
El jueves 29 de marzo, a las 19:50 horas, Cynthia Fátima actualiza su foto de perfil e informa que perdió a su niña. “En el cielo hay alegría porque llegó un ángel más. Pero yo te extraño porque dejaste un gran vacío en mi vida”, escribe. Sus amistades lo lamentan. Le ofrecen ayuda, le brindan apoyo.
Nadie salvo la pareja lo sabe: ella nunca estuvo embarazada. Cynthia carece de matriz.
La ilusión se les fue metiendo tanto que les cercenó las ideas; con tal afán pensaban en su futuro hijo, que juntos distorsionan la realidad.
Martes 27 de mayo. Dos días antes.
Alma Delia García observa a su hija Jessica Gabriela, de 20 años y con ocho meses de embarazo, navegando en la computadora en busca de ropa barata para su bebé. Ha ingresado al grupo abierto en Facebook Ventam, con 621,296 miembros, dedicada al intercambio comercial por Internet. Ahí contacta con Cynthia, quien le narra una triste historia: perdió a su bebé y ya le había comprado ropa, pero el dolor se le multiplica al ver las prendas para un pequeño que nunca llegará por lo que mejor, le dice, te las voy a regalar; Jessica se dirige entonces al segundo piso del 805 en Venustiano Carranza.
Lo que sucede en los siguientes minutos es atroz. Perverso. Inenarrable. Marcará la insensatez humana y horrorizará a toda la comunidad. Apenas Jessica se sienta en una silla en el modesto departamento, es sometida por la pareja, según las investigaciones. La amarran con cuerdas, y una vez dominada y semiinconsciente, Jessica es abierta en canal.
Con un cuchillo de cocina Cynthia le abre el abdomen y le extrae al bebé. Falla la cesárea. Es una niña, pero ante el súbito alumbramiento, y la brutalidad empleada, nace sin vida. Jessica muere instantes después. El filo del cuchillo cortando su piel le provoca un estado de shock hipovolémico y una hemorragia masiva que desencadenan la falla de los órganos internos.
Como su hija no vuelve, Alma Delia y sus familiares levantan una denuncia por desaparición. Pegan carteles por la ciudad entera con fotografías y los datos básicos. La Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas emite una ficha para dar con el pasadero de la joven.
Desangrada, Jessica termina metida en una bolsa bajo la cama, en ese macabro segundo piso, donde el incesante ruido de sonajas ha enloquecido a sus habitantes.
Cynthia no sabe qué hacer. Obcecada por seguir con la trama, acude con el pequeño cuerpo sin vida al Hospital General Carlos Canseco, y al llegar dice a los médicos que sufrió un aborto. Sin embargo, en siete meses no hay indicio alguno del embarazo de la mujer, y los médicos, que ya sospechan, la dejan ir, pero dan aviso a Trabajo Social del hospital, quien alerta a las autoridades.
Tiene tiempo de enterrar a la pequeña que no le pertenece en el panteón del Ejido Tancol.
Es 31 de marzo y Jessica no aparece. Pero agentes de la Policía Investigadora, con la autorización de un Juez de Control, cumplimentaron una orden de cateo en el 805 de Venustiano Carranza, domicilio que proporcionó Cynthia en el hospital.
Omar es aprehendido en la calle Benito Juárez y Segunda Avenida y lo niega todo. Cinthya es detenida en la escena del crimen.
Bajo la cama, pudriéndose, encuentran el cuerpo de Jessica Gabriela, la joven de 20 años que salió de su casa tras cerrar la computadora feliz porque alguien le regalaría ropa para su pequeña en gestación.
LOS ENREDOS DE LA LEY
Septiembre de 2019. Han pasado un año y cinco meses del doble crimen.
Alma Delia García, madre de Jessica, señala tortuguismo en el caso. Tanto Cynthia Fátima como Omar Enrique duermen desde abril de 2018 en el centro de Ejecución de Sanciones de Altamira, a la espera de una condena. Pero las audiencias están detenidas y aún no hay una resolución del expediente radicado en el No. 221/2018, acusa.
Y es que las leyes se enredan con el caso. El rapto, el asesinato de Jessica, el alto grado de violencia, y el nonato bebé sugieren múltiples delitos.
El Código Penal de Tamaulipas no contempla el infanticidio, ya que éste fue derogado en 2016 por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La muerte de un menor de edad puede calificarse como un homicidio simple o calificado.
Y aquí es donde se abren las opciones: es homicidio simple intencional cuando la muerte de la víctima “se deba a las alteraciones causadas por la lesión en el o los órganos interesados, algunas de sus consecuencias inmediatas o alguna complicación determinada por la misma lesión y que no pudo combatirse, ya sea por ser incurable o por no tenerse al alcance los recursos necesarios”. La pena máxima que alcanza el homicidio simple, de acuerdo con el Código Penal, es de hasta 20 años de prisión.
Homicidio calificado: Se comete con premeditación, ventaja, alevosía o a traición, como lo señala el artículo 336 del Código Penal. Si bien la muerte del bebé puede ser clasificada como homicidio simple, la de Jessica no lo es. Fue llevada a base de engaños; ahí, en presunta compañía de Omar Enrique, sometió a la joven, la amordazó y procedió a abrirle el vientre. Es decir, premeditación: planeó el asesinato y actuó intencionalmente, con un propósito en mente; alevosía: agredió a la víctima sin darle oportunidad de defenderse; ventaja: la sometió con la presunta ayuda de su esposo, aprovechándose de su condición de embarazada; y traición: al haberle prometido un bien para ganar su confianza. El homicidio calificado alcanza hasta 50 años de cárcel.
Aborto forzado, acto que está señalado como un delito en el artículo 358 del Código Penal, en su fracción III. Señala una pena de hasta siete años de prisión para aquel que “provoque el aborto sin el consentimiento expreso de la mujer embarazada y ésta sea mayor de edad”. Asimismo, define como aborto “la muerte del producto de la concepción de una mujer embarazada”.
Cynthia Fátima, técnicamente, realizó un aborto, un homicidio simple y un homicidio calificado a la vez. Sólo le imputan homicidio simple calificado.
A Omar le espera lo mismo: “Si cualquiera de las personas que participan en el homicidio obrase con premeditación, alevosía, ventaja o a traición, todos serán responsables como autores de homicidio calificado”, indica el Código Penal en artículo 335, fracción V.
Omar Enrique desde el primer día ha negado rotundamente haber participado en el homicidio.
Jessica Gabriela Hernández García sólo quería lo mejor para su pequeña, y se topó con el verdadero rostro de la maldad: viva, le sacaron a su hija del vientre.
ESTE MODUS OPERANDI NO CONOCE FRONTERAS
Ni la muerte ni el clic de la computadora saben de limitaciones geográficas. La maldad se transporta por la red y la saña puede encontrarse en el condado de Cook, en Illinois, Estados Unidos.
La historia se repite. Marlen Ochoa-Urióstegui, una joven de 19 años, fue engañada en redes sociales. Clarisa Figueroa y su hija Desiree Figueroa ‘presuntamente’ (el gastado término acuñado por la ley durante el juicio) planearon el asesinato. Querían arrebatarle al bebé.
El 23 de abril pasado, al salir de la escuela secundaria, Latino Youth High School, Marlene debía recoger a su otro hijo de tres años, pero nunca llegó. Condujo a la residencia de los Figueroa, donde, vía Facebook, le prometieron ropa para su bebé. Sin más, al llegar la estrangularon y le abrieron el vientre.
El 911 recibió entonces la llamada de Clarisa Figueroa indicando que “su bebé” recién nacido no respiraba. Emergencias encontró no sólo a un niño azul, sino un plan que marchaba de maravilla. Nadie notó nada fuera de lo normal.
Quince días después, el 7 de mayo, amigos de Marlen, quienes habían hurgado en sus redes sociales, informaron a la policía de un intercambio de mensajes entre ella y Clarisa Figueroa en una página de mujeres embarazadas.
Fingió semana a semana estar esperando a la cigüeña hasta el día en que, tras asesinarla, metió los restos de su víctima en el basurero, en el patio trasero de su casa, ubicada a tan sólo unas cuatro millas de la casa de Marlen.
Vinieron las inconsistencias. Clarisa abrió una campaña de GoFundMe para el funeral de su bebé moribundo. No tardaron mucho en conectar el caso los detectives estadounidenses. La Policía ordenó exámenes de ADN al supuesto bebé de Clarisa.
Los verdaderos padres eran Marlen y su esposo, Yiovanni López.
En horas se descubrirían las evidencias: los artículos de limpieza, el vehículo de la joven abandonado a unas cuadras, los restos de sangre en la residencia Figueroa.
Clarisa, de 46 años y su hija Desiree, de 24, están acusadas de asesinato en primer grado. Les espera una condena ejemplar. El juicio continúa.
LO BARATO HUELE A MUERTO
El 9 de septiembre cayó la banda que lanzaba anzuelos de autos a precios económicos, en páginas de internet, para asaltar y matar a los compradores.
Tres fueron detenidos por elementos de la Dirección General de Investigación Policial Preventiva, Planes y Organización Táctica.
A Marcos Uriel N., Brayan Arnulfo N. y Clemente N. se les relaciona con tres casos en la alcaldía Tlalpan. Al momento de ser capturados comercializaban marihuana.
Tres casos, mismo modus operandi: en Segunda Mano enganchaban a clientes, los citaban y los mataban para llevarse el dinero.
LOS SOBRESALTOS DEL CORAZÓN
Sucedió hace unos días. El 13 de septiembre, una menor que conoció en Celaya, Guanajuato, a dos jóvenes, Carlos e Iván, en redes sociales, y con quienes mantenía una relación virtual, fue rescatada cuando ya la habían sacado con engaños, para conocerse en vivo, de su domicilio y estaban por subirse a un camión que la llevaría a Chimalhuacán. Fueron capturados junto con Josema, madre de uno de ellos. Gracias a elementos de la Secretaría de Seguridad y de la Fiscalía General de Justicia de Jalisco y de la Cámara Nacional del Autotransporte Pasaje y Turismo, la joven se salvó. Cuando se encontró con sus amigos de internet malvibró y en un descuido de ellos envió un mensaje a su madre. La rápida movilización logró sorprenderlos en flagrancia; Ya se la llevaban.
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