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jueves, 22 de agosto de 2019

La ‘inversión reprimida’




¿No que la inversión se cayó? Me preguntaban ayer cuando la Secretaría de Economía dio a conocer las cifras de la Inversión Extranjera Directa en el primer semestre, la cual creció en 1.5 por ciento respecto al mismo periodo de 2018.

De hecho, sí. La inversión total se ha venido para abajo. Los datos más recientes, correspondientes a mayo, indican que hay una caída de -3.2 por ciento en los primeros cinco meses del año para la inversión total.

Y si ésta la dividimos en inversión pública y privada, observamos una caída de -16 por ciento en la inversión pública federal, lo que implica que la inversión privada cayó en -1.3 por ciento.

¿Por qué las empresas foráneas siguen invirtiendo –así sea que el ritmo de avance sea a tasas más bajas– mientras que las firmas mexicanas lo piensan mucho más?

Una de las explicaciones más lógicas tiene que ver con el nivel de exposición al riesgo de unas y otras.

Usualmente, las compañías extranjeras tienen porcentajes pequeños de sus activos totales colocados en México. En contraste, muchas firmas mexicanas tienen comprometidos en el país la totalidad de sus recursos.

La tolerancia al riesgo de quien está mucho más diversificado internacionalmente es mayor a la del empresario mexicano que solo tiene inversiones en el país.

Es decir, sabe que si hubiera una crisis nunca lo perdería todo; en contraste, si las cosas salen razonablemente bien, la recompensa será muy jugosa.

Para el empresario local, el riesgo es mucho mayor y por lo tanto, usualmente actúa con más cautela.

Otra diferencia es la perspectiva en el tiempo. Una empresa que viene a instalar una planta en México, no lo hace pensando en los resultados sexenales. Normalmente visualiza un periodo de una o dos décadas, por lo menos.

De este modo, el efecto de una circunstancia adversa en el resultado final de su inversión es mucho menor que el de un empresario local que con frecuencia busca horizontes más cortos.

Y existe aún otra diferencia. El extranjero ve la política mexicana de manera más desapasionada. No le importa mucho la filiación ideológica de quienes gobiernan, sino sus acciones y las implicaciones de éstas.

Para los mexicanos, las decisiones de inversión se ven influidas por la conexión emocional con los gobernantes.

Otro factor relevante es el nuevo tratado comercial con Norteamérica.

Ayer, en el llamado a invertir en México que hiciera el empresario Alfredo Harp Helú, refirió algo que es muy conocido entre banqueros, fondos e inversionistas.

En México ha aparecido el fenómeno de la “inversión reprimida”.

Desde que Donald Trump amenazó con sacar a Estados Unidos del TLCAN y se convirtió en un candidato competitivo para la presidencia de EU allá en el primer trimestre de 2016, hasta el momento actual, la inversión cayó en casi -5 por ciento.

Muchas empresas han detenido proyectos nuevos. Han mantenido inversiones en curso, pero las han confinado solo a lo requerido.

No se trata solo de las reglas comerciales, sino de las garantías que un instrumento jurídico como el T-MEC puede ofrecer.

El empresario siempre va a requerir ese espíritu particular que tiene para asumir riesgos. Pero, las seguridades que el T-MEC le ofrecería, harían posible que los proyectos pospuestos se hicieran efectivos en un plazo breve.

Y, como le he comentado en este espacio, también ayudaría mucho la aparición de señales positivas, como los acuerdos en gasoductos, un Paquete Económico razonable para el próximo año y el reinicio de las rondas petroleras.

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