La manifestación pública en contra de los gobiernos ha sido
una constante en el sistema político mexicano; el principal exponente de ello
es el hoy Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Desde sus inicios en la vida política el bloqueo de caminos,
la toma de pozos petroleros y el sitio de actividades productivas, fueron el
sello distintivo del político tabasqueño; la menor provocación era motivo
suficiente para llamar a sus seguidores a la inconformidad, a la desobediencia
civil, a caminar, a marchar en contra de decisiones o acciones que él
consideraba injustas.
La primera marcha de AMLO fue de Tabasco a la
Ciudad de México, el 23 de noviembre de 1991, frente a alrededor de 500
perredistas, le llamaron el “éxodo por la democracia”; llegaron al Zócalo el 11
de enero de 1992. Al parecer, desde esa fecha, López Obrador se
obsesionó con el Zócalo: fue el origen de su proyección política nacional y
sería su destino como el primer mandatario de la Nación.
También fue su primer triunfo, una victoria de la presión y
de la negociación políticas; el 12 de enero de 1992 sería recibido por Fernando
Gutiérrez Barrios, Secretario de Gobernación, quien le informaba que aceptaban
que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) encabezara un concejo
municipal en Cárdenas y la anulación de las elecciones en Nacajuca y Macuspana,
conformándose concejos mixtos en estos municipios.
Su segunda marcha de Tabasco a la Ciudad de México sería el
24 de noviembre de 1994; esta vez fue para inconformarse por el resultado
electoral en el que perdió la Gubernatura de Tabasco, frente a Roberto
Madrazo.
A partir de ahí, los movimientos de resistencia civil
pacífica, como él los llamaba, serían la constante, bloqueos de pozos
petroleros y de carreteras, le darían visibilidad a nivel nacional y le
permitirían llegar a la dirigencia nacional del PRD, en 1997, y la Jefatura de
Gobierno del entonces Distrito Federal, en el 2000.
En 2006, cuando López Obrador perdió le elección
presidencial, frente a Felipe Calderón, desquició la Ciudad de México y
provocó pérdidas millonarias a miles de negocios de la capital del país, con el
plantón en Reforma y en el Zócalo.
Pero hoy que él y su partido político, Morena, se encuentran
en el poder, las manifestaciones públicas no son bien vistas, porque son en
contra suya; en su estado natal, Tabasco, los diputados locales de Morena han
prohibido los movimientos sociales, en lo que se ha denominado la Ley Garrote,
reformas al Código Penal que imponen penas de hasta 20 años de cárcel, por bloqueos
a las vías de comunicación.
Es lamentable que quienes hicieron de la manifestación
pública su instrumento de lucha, hoy pretendan proscribir y sancionar a quienes
se manifiesten en contra suya. La intolerancia y el autoritarismo son su
principal característica. Creen en las libertades sólo cuando las exigen, pero
se las niegan a quien piensa distinto.
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