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miércoles, 26 de septiembre de 2018

El futuro de los abogados



¿De qué manera evolucionará la profesión jurídica en los próximos años y cuáles son los aspectos que debemos tomar en cuenta para sobrevivir profesionalmente en un mundo dominado por los cambios tecnológicos? El autor nos ofrece algunos elementos para reflexionar acerca de cómo podemos sacarle el mayor provecho posible a dicho cambio, el cual es irreversible.

Egresé de la carrera de Derecho en los primeros meses de 1994. Hice mi examen profesional el 17 de agosto de ese mismo año y en noviembre tomé un vuelo para irme a vivir a Madrid durante tres años, con el objetivo de realizar mis estudios de posgrado.
Una vez que salí de la carrera, tomé la decisión de no voltear atrás. Desde luego que guardo muy buenos recuerdos de mi época como estudiante,1pero desde entonces tuve claro que una cosa son los estudios y otra muy diferente es la práctica profesional del Derecho. Han sido muchas las ocasiones en que he podido comprobar la certeza de ese pensamiento, ya que a lo largo de los años que llevo como abogado me he dado cuenta de las muchas cosas que no me explicaron en la carrera, pero que son indispensables en la práctica.
Ahora bien, la práctica de la profesión de abogado ha cambiado de forma importante en los años recientes y va a seguir cambiando en el futuro. Lo que hacíamos en 1994 se parece poco a lo que hacemos en 2018 (y, sobre todo, a la forma en que lo hacemos). Debemos estar atentos a esas nuevas tendencias del mercado de servicios legales, pues de ello depende que sigamos teniendo trabajo y no nos superen los avances, haciendo que nuestros conocimientos jurídicos queden obsoletos.
Hay que estar preparados para ir tomando las mejores decisiones y, sobre todo, para que podamos tomarlas a tiempo, con el fin de irnos adaptando a las nuevas realidades de nuestro oficio.
Me gustaría en este punto recordar la frase de Charles Darwin: “No es la más fuerte de las especies, ni la más inteligente, la que sobrevive, sino la que se sabe adaptar mejor al cambio”. Eso es cierto para la evolución de las especies, pero también lo es para los abogados. Quienes mejor sepan adaptarse son los que van a sobrevivir. Los demás pasarán a la historia o simplemente se tendrán que dedicar a otra cosa.
¿De qué manera es probable que evolucione la profesión jurídica y cuáles son los aspectos que debemos tomar en cuenta? Vamos a ver algunas cuestiones importantes.
Las recurrentes crisis económicas han tenido y seguirán teniendo un profundo efecto en el trabajo de los abogados. En periodos de crisis el trabajo en ciertos sectores de la profesión jurídica disminuye sensiblemente (es el caso de los litigios derivados de divorcios), aunque en otros sectores pueda haber cierto aumento de asuntos (en los litigios o procesos de quiebra, por citar el ámbito más evidente). Ahora bien, en general, las recurrentes crisis económicas implican que a los abogados se les va a exigir cada vez un mejor desempeño y el desahogo de mayores volúmenes de trabajo a cambio de menores montos de honorarios profesionales.
Es probable, de hecho, que en un escenario de crisis económica muchas personas no puedan permitirse ni siquiera contratar a un abogado, de modo que atenderán sus problemas legales por sí mismos o acudiendo a fuentes de información que puedan encontrar en internet.
Otro asunto que va a afectar el futuro de la profesión tiene que ver con el surgimiento de nuevas tecnologías que poco a poco se van a ir aplicando al sector legal. Por un lado, las tecnologías de la información permiten a nuestros clientes estar mejor informados sobre la oferta de servicios jurídicos y tener acceso a una variedad más amplia de prestadores de esos servicios.
Por otro lado, la tecnología está permitiendo en algunos países trasladar ciertas tareas jurídicas más allá de sus fronteras, para que la labor la realicen abogados que cobran menos por su trabajo (despachos estadounidenses cuyos abogados cobran 350 dólares por hora trabajada están enviando miles de documentos para ser revisados en la India por abogados que cobran 25 dólares por hora).
Incluso puede ser que los avances tecnológicos permitan sustituir, aunque sea en parte, el proceso de toma de decisiones que los abogados desarrollamos día a día. Hay sistemas expertos y de inteligencia artificial que pueden analizar en pocos minutos o incluso segundos un gran volumen de información jurídica y plantear las mejores opciones para resolver un caso concreto.
Obviamente, esos avances pueden ser vistos como una oportunidad por algunos abogados y como una amenaza a su trabajo por otros, pero lo cierto es que la tecnología es imparable, y así como ha transformado a otros sectores profesionales también va a influir en lo que hacemos quienes nos dedicamos a cuestiones jurídicas.
De hecho, para visualizar cómo va a evolucionar el mercado de servicios jurídicos y cómo esta evolución puede afectar tu carrera profesional, es indispensable que veas cómo se han desarrollado otros ámbitos. Piensa en los grandes cambios que ha producido en el mercado del transporte público la llegada de Uber; reflexiona en cómo una página web como Amazon ha transformado la forma en que millones de personas compran desde libros hasta materiales de limpieza; de qué manera los médicos han visto influido su trabajo por la llamada “telemedicina” y la posibilidad de realizar diagnósticos (y también operaciones quirúrgicas) a distancia. Incluso la industria hotelera se ha visto afectada de manera notable por servicios como AirBNB o Coachsurfing. El surgimiento de Netflix hizo que quebraran los antiguos videoclubes. Los ejemplos suman millares.
No olvidemos que estamos a punto de entrar en un periodo en el que muchas profesiones o diversos sectores de la economía se volverán obsoletos. Los programas de software van a sustituir muy pronto a los contadores, ya que podrán hacer los cálculos de lo que tenemos que pagar de impuestos con mayor precisión, en menos tiempo y con un menor costo. El número de choferes de taxis disminuirá hasta casi extinguirse cuando se popularicen los automóviles que se manejan sin conductor, lo que según los expertos sucederá entre 2030 y 2040. Las miles de personas que trabajan en los supermercados reabasteciendo los anaqueles y cobrando a los clientes en las cajas también perderán su trabajo, ya que todas esas tareas serán realizadas por robots. Los empleados de las agencias de bienes raíces cada vez tienen menos clientes, quienes buscan casas por internet y se ahorran las comisiones que les cobraban los agentes inmobiliarios en el pasado.
Hace unos años parecía impensable que desaparecieran las agencias de viajes; hoy es difícil, si no imposible, encontrar alguna en las grandes ciudades. Las pocas que siguen abiertas atienden solamente a personas adultas mayores que no son capaces de comprar un boleto de avión o hacer una reservación de hotel por medio de internet. Es lo mismo que le va a pasar a otros sectores de servicios, industriales o comerciales.
La masificación de las redes sociales y el uso intensivo de internet por miles de millones de personas alrededor del planeta protagonizan en buena medida los grandes cambios que estamos viviendo. Empresas que tienen pocos años de ser creadas y que se manejan con poquísimos empleados adquieren un valor altísimo en un mercado dominado por la tecnología.
Cuando en febrero de 2014 Facebook compró la empresa de mensajes telefónicos Whatsapp por 19,000 millones de dólares, en esa empresa trabajaban sólo 33 personas. Cuando la propia Facebook compró Instagram, la red para intercambio de fotografías, a un precio de 1,000 millones de dólares, en ella trabajaban solamente 13 personas. Cuando una industria clásica de ese sector, como Kodak, se declaró en bancarrota, a principios de 2012, tenía una nómina de 145,000 empleados. Hoy las empresas pueden tener un altísimo valor con muy pocos trabajadores.
Un estudio de la Universidad de Oxford señala que 47 por ciento de todos los sectores laborales se verá afectado por la revolución tecnológica producida por internet y las redes sociales, ya que sus puestos de trabajo podrán ser automatizados (es decir, realizados por máquinas y no por seres humanos) en las siguientes dos décadas. El futuro ya nos alcanzó. Sería ingenuo pensar que todos esos cambios no van a afectar a la abogacía. La forma tradicional en que se ha ejercido el Derecho está en riesgo y será objeto de una profunda transformación (de hecho, los cambios ya se están produciendo en muchos sectores).
Los puestos de trabajo que tienen mejores perspectivas de futuro son aquellos vinculados con la innovación y con el pensamiento crítico. Las personas que puedan desarrollar nuevos programas de software o que encuentren aplicaciones que resuelvan problemas cotidianos de la gente, mediante el uso de la tecnología, es probable que obtenga ganancias exorbitantes.
También tienen buenas perspectivas las profesiones que requieren forzosamente de seres humanos para ser llevadas a cabo. Por ejemplo, es poco probable que se pueda sustituir el trabajo que hace un dentista, un bombero, un actor profesional o un cantante de ópera. La tecnología va a permitir que el dentista pueda revisar a un cliente de manera remota o que cuente con un brazo mecánico para practicarle una endodoncia desde otra ciudad, pero la valoración profesional que pueda hacer el dentista de la dolencia de su paciente es poco probable que sea sustituida por una maquina. Los actores y los cantantes de ópera seguirán estando bien pagados y sus espectáculos serán vistos alrededor del mundo por miles o millones de personas. Nadie va a preferir una película protagonizada por un robot si puede ver una en la que aparezca George Clooney, por ejemplo.
La clave que hay que atender, como ha sucedido ya en otros periodos de la historia humana marcados por profundos cambios tecnológicos (como fue la era de la primera Revolución industrial y el momento en que se da el surgimiento de las máquinas de vapor), reside en el sistema educativo. Necesitamos desarrollar personas que estén preparadas no para ir a pedir trabajo sino para crear uno por sí mismas.
Necesitamos que nuestros jóvenes dejen de repetir de memoria lo que los profesores les dictan y se pongan a aprender las destrezas necesarias para crear nuevos programas de software. Es mejor ver a un adolescente desarrollando habilidades para terminar de programar un videojuego (como hacen los niños en Corea del Sur desde los seis años de edad) que pedirle a ese mismo joven que perfeccione durante meses y meses la letra cuando escribe a mano.
Lo que quiero decir, en pocas palabras, es que necesitamos darnos cuenta de lo mucho que está cambiando el mundo y de lo urgente que resulta invertir como nunca en la transformación de nuestras propias capacidades profesionales para convertirnos en profesionistas realmente útiles y modernos. Si no lo hacemos, o si lo hacemos demasiado tarde, es probable que el cambio tecnológico arrase con nosotros.
Repito: sería iluso pensar que a los abogados no les llegará un impacto parecido a lo que acabo de reseñar. Por eso debemos estar atentos a lo que ya podemos avizorar sobre el futuro de las profesiones, ya que de esa evolución dependerá tanto nuestro futuro como nuestros ingresos.2
Todo lo que se acaba de decir supone un enorme conjunto de desafíos para las nuevas generaciones de abogados. Es indispensable que en su formación encuentren profesores o mentores que les expliquen con claridad los retos que deberán enfrentar en su práctica profesional y que los preparen para ser cada día mejores. Y ojalá que los abogados que ya están en la práctica profesional lo tomen en cuenta, a efecto de elevar la calidad de los servicios jurídicos que prestan.
El cambio tecnológico ya es una realidad; lo que debemos definir es cómo podemos sacarle el mayor provecho posible, ya sea consiguiendo clientes, prestando servicios vinculados con la tecnología o explorando nuevas áreas que requieran de nuestros conocimientos jurídicos.
Un mejoramiento del trabajo de los abogados sería una excelente noticia para el país en su conjunto, pues abonaría de manera decisiva al esfuerzo de construcción del Estado de Derecho que con tanta urgencia requiere México.


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