13 de septiembre de 1968
Luego de dos semanas de que el gobierno decidiera incrementar la represión contra los estudiantes, éstos acuerdan realizar una marcha en silencio para demostrar que ellos no eran los provocadores.
El CNH había acordado no hacer marchas el 1° de septiembre para no causar disturbios y aclaró en un comunicado que no tenía el objetivo (como decía el gobierno) de que impedir los Juegos Olímpicos.
En su informe de gobierno, Díaz Ordaz declara: “hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo”.
El Congreso entero aplaude su informe y respalda su postura, el Senado da “apoyo total” al presidente para que dispusiera de la totalidad de las fuerzas armadas “en defensa de la seguridad interna y externa de México, cuando fuera preciso”.
La Universidad de Puebla es ocupada por el ejército. La campaña de difamación es en todos lados: volantes, radio, televisión, periódicos. Durante la primera mitad del mes, los mítines “relámpago” y las brigadas de estudiantes son arrestados y las cárceles se llenan de jóvenes.
Frente a la propaganda oficial, los estudiantes acuerdan realizar el 13 de septiembre una Marcha del Silencio para probar que ellos no eran los provocadores. Mario Ortega en su libro “Octubre dos: historias del movimiento estudiantil” recoge un testimonio de las asambleas del CNH previas a la manifestación:
“Los representantes que coincidíamos y éramos afines en el Consejo hicimos como cuatro juntas que duraron de 10 a 14 horas, con las demás corrientes a fin de lograr un consenso; los ultras decían que nuestra propuesta era claudicante y derrotista y los escépticos argumentaban que efectuar un acto así era imposible dado el apasionamiento y frenesí en que nos encontrábamos.
Finalmente el acuerdo se logró, más del 85% de las representaciones lo aprobamos [...] En los días anteriores a esta manifestación, la gran prensa nacional, la radio y la TV se dedicaron a crear un clima represivo, anunciando que la convocatoria a dicho acto era una provocación más al gobierno y que el ejército y las policías no lo permitirían, desde helicópteros se hacían caer en las calles de toda la ciudad volantes con informaciones aterrantes en este sentido. A los domicilios de cada uno de nosotros llegaban comunicados invitando a los padres a que no permitieran que sus hijos acudieran a dicha manifestación porque se daría un baño de sangre, etcétera.”.
Por su parte, los estudiantes lanzan volantes diciendo que el silencio sería “más elocuente que las palabras que acallaron las bayonetas”. La marcha partiría nuevamente del Museo Nacional de Antropología e Historia al Zócalo. Ese día, que además se conmemora el aniversario de la Batalla de Chapultepec de 1848. La PGR da cuenta de la ceremonia oficialista del gobierno: “Los jóvenes oradores de la ceremonia cívica central los pusieron [a los “Niños Héroes”] como ejemplo de virtudes patrióticas ante la juventud, exhortándola a deponer su rebeldía estéril y a unirse a la causa del progreso nacional”.
Multitudinaria movilización
La respuesta al llamado del CNH, sin embargo, es masiva y acuden 250 mil personas; también llegan muchachos con cinta adhesiva en la boca para evitar hablar fuerte. Sólo se escuchan murmullos y los pasos firmes de los jóvenes, y sus pancartas tienen consignas pidiendo diálogo público.
Ramón Ramírez relata en El movimiento estudiantil de México que “se pudo observar el más estricto orden y una organización perfecta. Los estudiantes y gente del pueblo en general portaban carteles en los que se propalaba: ‘Libertad a la verdad ¡diálogo!’, ‘El pueblo nos sostiene, por el pueblo es que luchamos’; ‘Líder honesto igual a preso político’; ‘Luchamos por los derechos del pueblo mexicano’; ‘¡Tierra para todos!’; grandes pancartas con las efigies de Morelos, Hidalgo, Villa y Zapata presidían la marcha estudiantil.
Miles de gentes del pueblo, situadas en las aceras, formaron una enorme valla a lo largo de todo el recorrido de la manifestación; con sus aplausos y expresivas muestras de simpatía alentaban a los trabajadores, estudiantes y padres de familia, que en compactas filas proclamaban el cumplimiento de la Constitución. La austera y responsable actitud de los estudiantes y profesores, la decisión de la lucha del pueblo se manifestó con la mano en alto haciendo la V de ¡Venceremos!”.
En el volante del CNH de ese día se lee: “Pueblo mexicano: puedes ver que no somos unos vándalos ni unos rebeldes sin causa, como se nos ha tachado con extraordinaria frecuencia. Puedes darte cuenta de nuestro silencio, un silencio impresionante, un silencio conmovedor, un silencio que expresa nuestro sentimiento y a la vez nuestra indignación”. El gobierno, sin embargo, no cede.
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