Alejandro García Olmos
Estudiante de ciencias políticas UAEM.
Cuando hablamos de clase política en México, a menudo correlacionamos el término como una encumbrada élite, la cual desde las altas esferas determina el rumbo de la nación, que los que la componen son inalcanzables, una especie de realeza, que por ningún motivo sufre carencias económicas.
Existen varios textos de teoría política que refieren que la clase política es otro escaño dentro de los sectores sociales, que está se diferencia de las demás (los empresarios por ejemplo) al tener conferido el poder público que las democracias le dotan, ó también se le conoce como aquella que participa en la vida política de un país para ser poderoso. Uno de los autores que dedica su obra al estudio de la clase política es Gaetano Mosca, en un libro que lleva precisamente ese nombre: "La clase política".
Señalado lo anterior podemos aterrizar entonces un concepto mucho más genérico de los individuos que forman parte de la clase política, pues a mi parecer la clase política no sólo es aquella que dirige los medios nacionales, es también un síndico, un regidor, un alcalde ó un dirigente de un partido. Cómo podemos observar en el esquema municipal, también se cumple con la característica de tener una determinada selección de ciudadanos que toma decisiones sobre el futuro de los gobernados, entonces la clase política se encuentra en los tres niveles de gobierno.
La realidad de nuestro país supera la teoría de Mosca, hasta la ficción misma, ya que como sabemos en algunos de los casos, sino es que en su mayoría tenemos una clase política desprestigiada, rapaz e indolente, que parece no cansarse de enemistarse con la rendición de cuentas y con la opinión pública.
Parte de la degeneración de la clase política, tienen que ver, sin lugar a dudas con la soberbia de la misma, pues los antecesores en los puestos públicos al pretender seguir controlando las posiciones que detentan, postulan, proponen y legitiman a personajes abyectos e incapaces para desarrollar la función pública encomendada, secuestran las posiciones como si fueran de propiedad privada y la hegemonía de los cacicazgos (locales en su mayoría), terminan entonces por acaparar las diputaciones y senadurias, por nombrar las posiciones más comunes y perceptibles, pues estas ya tienen dueños y amos, argumentando que sólo así sus agremiados se sienten representados, terminan no sólo degradando el oficio de la política, sino generado también congresos torpes y lentos, llevando a debacles sin precedentes a las finanzas públicas y un sinfín de atentados a la ley, así nuestra clase política, carece de clase y también de política.
Nuestra democracia merece que los ciudadanos sean representados por las ideologías, no por los caprichos de los grupos de presión, que nunca superan las pruebas de nuestra demandante sociedad, los gremios en los partidos políticos no son más que un pequeño séquito que ven en el erario una cómoda y remunerada forma de vida.
La clase política, debe dejar de ser un negocio de particulares, estamos en el momento preciso de que la clase política este compuesta por ciudadanos dignos, pues en estricto sentido esa es su razón de existir, la clase política tiene la obligación histórica del ejercicio de las ideas en su andar, de que exploten sus talentos en la administración pública, que sus credenciales sean las que determinen su participación, que la verdadera clase política dirija los institutos políticos.
La clase política local debe ser la principal interesada en tomar estos estandartes, ya que son la de primer contacto con los ciudadanos, los cabildos deben ser batallas de argumentos y planteamientos progresistas, donde el presiente municipal, síndicos y regidores, amalgamen proyectos, las Cámaras cualquiera que estas sean, vuelvan a ser recintos honorables de discusión de temas nacionales, por ejemplo, solo así el ciudadano se sentirá orgulloso de su clase política.
Con clase política enclenque, hay congresos, gobiernos y partidos enclenques.
Así cuando los actos escandandalizantes de corrupción por parte de la clase política, son viralizados por las redes sociales, los ciudadanos tienden en primera instancia a indignarse, para más tarde pasar a imitar en la mayoría de los casos a su clase política.
Me parece que la verdadera clase política es aquella que el ciudadano reconoce por sus aportaciones en el uso del poder, y que al pasar por los cargos es recordada por sus decisiones memorables, trascendiendo en los afectos de la gente. Por más inocente y utópico que se lee lo anterior creo que es posible, mi fe en la política es infinita, lo sé.
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