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martes, 23 de junio de 2015
La crisis de las encuestas
Por Raymundo Riva Palacio
Hace dos semanas, en este espacio se planteó que tras las elecciones del 7 de junio, las empresas encuestadoras estarían en el centro del debate. Lo están. Fallaron en las contiendas más visibles, pero al mismo tiempo, paradójicamente, no falló casi ninguna en otras menos polémicas. Para efectos populares y políticos, da igual. El daño está hecho. Dos gobernadores dijeron que tenían claro que las encuestas ya no les servían como instrumentos predictivos, y medios y clientes suspendieron sus mediciones ante su confusión. Las críticas se centran en la creencia falaz que predicen resultados, por lo que al fallar tantas en tantos, su credibilidad quedó en entredicho. Las cosas, empero, son más complejas y no se resuelve con análisis maniqueos.
Los expertos en opinión pública en México están desarrollando hipótesis para explicarse, y explicar a los demás, qué sucedió. Por ejemplo, ¿cómo fue que la encuestadora del gobierno del Distrito Federal le dijo que el PRD mantendría las delegaciones que gobernaba y la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, cuando la realidad arrojó una derrota casi al 50 por ciento frente a Morena, que según los estudios no ganaría nada?
Ricardo Monreal, el candidato ganador en la delegación Cuauhtémoc, tuvo tres encuestas de salida con datos diferentes cada una, cuando en la preelectoral tenía una ventaja cómoda frente a sus adversarios. Cuauhtémoc Blanco iba en una encuesta de salida al mediodía del 7 de junio en empate técnico y en otra perdía la alcaldía de Cuernavaca por siete puntos. ¿Por qué los neoloneses escondieron su voto por Jaime Rodríguez, El Bronco, en la encuesta de salida? ¿Por qué esas metodologías que fallaron, produjeron un consenso muy aproximado al voto en las elecciones federales?
La empresa Isa, que encuesta en alianza con Grupo de Economistas Asociados, admitió haber estado muy lejos del resultado de la elección en Nuevo León, donde subestimaron por 28 puntos a El Bronco, y sobrestimaron por 17 a Álvarez. ¿Qué sucedió? “Hay evidencia de que frente a este fenómeno, parte de un sector de la ciudadanía no reveló su voto tal cual lo depositó en la urna”, explicó en un comunicado. ¿Por qué mintieron?
De acuerdo con Francisco Abundis, director asociado de Parametría, tuvieron gran desconfianza de los encuestadores de la ciudad de México –una medición del Tecnológico de Monterrey resultó casi exacta, y otra de El Norte, aunque erró en su margen de error de manera significativa, fue la que más se acercó de las encuestas publicadas–. No explicaría los errores en las mediciones en la ciudad de México, donde Abundis sugiere también que el voto antisistémico está en las encuestas. No hay evidencia sobre qué fue lo que sucedió. No obstante, el mal de las encuestadoras mexicanas, es mal global.
Notables errores en encuestas han marcado las recientes elecciones en Israel, Polonia y particularmente el Reino Unido, donde cuatro encuestadoras apuntaban a un final de fotografía, que al final resultó en una amplísima ventaja para los conservadores. Las encuestas de salida dieron el mismo resultado que el voto, pero la pregunta es ¿por qué si la metodología en las encuestas de salida fue exactamente la misma que en las preelectorales, los resultados fueron tan distintos?
Según Floyd Ciruli, fundador de Ciruli Associates, una empresa de encuestas y análisis político en Denver, puede ser que la precisión de las encuestas no sea un problema de recolección de información o de los complejos algoritmos que utilizan, sino un cambio en el entorno de las elecciones que le permiten a las campañas apuntar a pequeños grupos de votantes para un máximo impacto, que no está siendo medida ni por los expertos, ni por los medios.
“Esto sugiere que la principal culpa es la confluencia de un entorno intenso de encuestas y una narrativa en los medios que asemeja las campañas en Estados Unidos en 2012, que apuntaron a los subgrupos de votantes volátiles”, agregó. “Esos votantes muy motivados, pueden rápidamente convertirse en una fuerza, elusiva y que confunda a los encuestadores”.
Las empresas encuestadoras en México van a tener que regresar a preguntar al votante cómo votó y porqué mintió para detectar sus fallas. Desaciertos, sin embargo, como en Nuevo León, Michoacán o el Distrito Federal no deben ocultar los aciertos en elecciones cerradas como Querétaro, San Luis Potosí o Sonora, donde hubo cómodas ventajas como Baja California Sur, Campeche, o la forma como describieron con precisión la de Guerrero. Relevante en esta línea de argumentación es que sus metodologías y algoritmos en la selección de las secciones a encuestar reflejaron también, con enorme precisión, el resultado en el Congreso federal, y todas menos una, que dieron a Morena por encima del Partido Verde.
Las empresas encuestadoras y los medios no deben entrar en pánico, ni ser víctimas de la opinión pública y las percepciones. La esquizofrenia de los resultados a las que se llegó pese a emplear la misma metodología, tiene que analizarse junto con la reacción de los electores.
Es recomendable que dentro de sus análisis internos, realicen un estudio antropológico en todo el país que les permita encontrar qué es lo que realmente piensan los votantes en sus microambientes, y cuáles son los motivadores para decir verdades o mentiras, y en qué momento. De esa forma podrán ajustar sus métodos e incorporar nuevas plataformas que las lleven de regreso a la precisión y, de paso, sobrevivan el linchamiento nacional.
Twitter: @rivapa
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junio 23, 2015
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