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domingo, 1 de septiembre de 2019

PRI en una visión como eligen sus dirigentes



Consejo Editorial de MEXIQUENSE publica este apunte de teoría política, sobre Democracia transparente

Por: Juan Manuel Padrón Lara, Jorge González y Reyna Aguilar
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Los principios de la transparencia son indisolubles de los principios de la democracia, e incluso la democracia es más democrática entre más transparente sea.
Esta tesis de teoría política no tiene ninguna representación ni sustento para Alejandra Del Moral presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, quien en la más grave crisis político electoral que enfrenta a nivel nacional y muy aguda en el Estado de México determinó elegir los comités municipales priistas por formulas únicas en las que se ve de manera marcada la influencia de las expresiones políticas regionales.
La líder; si así se le puede llamar; alardeando presunta limpieza en la nominación de las nuevas estructuras priístas mexiquenses, de un palmo desconoció al verdadero y autentico priísta militante para caer a los viejos vicios de designación o imposición.

Sin embargo, para Alejandra Del Moral, la praxis política que ha demostrado que la democracia representativa-formal -en tanto sistema político imperante en las sociedades modernas- no necesariamente es transparente en la realidad y que se requieren de más esfuerzos por transparentarla y eliminar la opacidad del poder que aún persiste.

Nosotros, quienes conformamos el Consejo Editorial de MEXIQUENSE, estimamos que aunque hay múltiples reflexiones teóricas y filosóficas sobre la democracia, y a pesar de que en las últimas décadas han surgido múltiples organizaciones de la sociedad civil que se han preocupado por el tema de la transparencia y la rendición de cuentas de los gobiernos, aún es necesario profundizar las discusiones sobre estos temas y su significación tanto desde el punto de vista teórico como desde el práctico.

Consideramos necesario, para el caso de los priísta, si desean volver en corto plazo a resurgir como partido con espacios de poder en la administración pública deben ampliar esa discusión es el objetivo de este breve análisis de teoría política con tema relacionado directamente al Partido Revolucionario Institucional y su sistema muy particular de elegir a sus dirigentes y representantes populares.
Si los priístas entendieran el sentido, de la democracia transparente tal vez tendrían que aceptar que implica el cumplimiento de algunas características básicas que, aunque reconocidas en la visión ideal de la democracia, no se cumplen en la praxis sociopolítica de ese instituto político.

Reconocemos en MEXIQUENSE que la democracia transparente, se opone a algunas prácticas sociales pero reafirma otras.

En primera instancia, la democracia transparente se opone al ejercicio del poder invisible. Como señala Norberto Bobbio, aunque la democracia -en parte- surgió para erradicar el poder invisible de la sociedad y para dar vida a un gobierno cuyas acciones debían ser realizadas en público, lo cierto es que esta ha sido una promesa incumplida.

De esta manera, en Democracia y secreto, Bobbio plantea que la falta de la “transparencia del poder” se relaciona con una práctica congénita de la acción política que consiste en “sustraerse a la vista del público en el momento de las deliberaciones de interés público”, por lo que en los estados no democráticos “el lugar de las decisiones últimas es el gabinete secreto, la cámara secreta, el consejo secreto”, de ahí que suscribe las ideas de Canetti al decir que “el secreto es la médula misma del poder” y de Weber al plantear que “el secreto es siempre un instrumento de poder”.

En esa misma línea, aunque es cierta la afirmación de Balandier al decir que hay una “mediatización generalizada del ámbito político” en el sentido de que la política opera en el marco de la teatralidad, no siempre el poder opera en escena sino que tiende a actuar tras bambalinas, lejos del escrutinio público. Por su parte, la naturaleza específicamente invisible del poder descrita por Foucault, en la que aquellos sobre los(as) que se ejerce el poder no están conscientes de ello, empeora la dominación, la opacidad y las estrategias para la resistencia.

En segunda instancia, la democracia transparente se opone a la persistencia de las dinámicas oligárquicas (o elitistas) en las que son las minorías o pequeños grupos quienes controlan el poder político. Sin embargo, como también ha expuesto Bobbio, la democracia representativa-formal ha incumplido su promesa de que el poder esté más ampliamente distribuido y más bien lo que ha sucedido es que son pocos los que participan en las decisiones que afectan al colectivo social.

De esta forma, las oligarquías también ejercen su influencia en los procesos políticos para favorecer sus intereses particulares y beneficiarse. Aunque presentan la democracia como un supuesto dado y como una retórica legitimadora, lo cierto es que los procesos no son democráticos al no beneficiar al mayor número posible.

De esta forma, la democracia transparente se opone también al hecho de que las instituciones (sociales y políticas) sean proclives a favorecer intereses particulares y corporativistas. Cuando los procesos políticos y decisorios son opacos y definidos por unos pocos, típicamente terminan favoreciendo los intereses de esos pocos quienes usualmente son los más poderosos de la sociedad, no sólo en términos políticos sino también económicos (aunque, como es sabido, el poder económico conduce al poder político). Por esta razón, la democracia transparente abraza la transparencia pero se niega a seguir siendo “posdemocracia” en los términos entendidos por Chantal Mouffe y otros, pues esta tiende a favorecer los intereses económico-políticos de unos pocos.

En tercera instancia, la democracia transparente aspira a que el “poder del pueblo” sea aplicado en la mayoría de espacios de la vida social y no sea implementada sólo en “espacios limitados”, como exponía Bobbio. En ese sentido, la democracia debería aplicarse también al ámbito de distintas organizaciones de la sociedad civil, como -por ejemplo- al empresariado privado. En esa línea, estas organizaciones deberían abrazar aún más los principios de la democracia y por ende los principios de la transparencia.

Por lo tanto, las demandas de transparencia y rendición de cuentas que atinadamente se le hacen a las instituciones públicas, también deberían aplicarse para estas organizaciones de la sociedad civil, principalmente a aquellos actores no estatales que ofrecen servicios públicos como las concesiones de infraestructura pública, las comercializadoras de telecomunicaciones, las empresas de transporte público, los gestores de puertos y de servicios de salud.

Del mismo modo, las empresas que no ofrecen servicios públicos también deben ser más transparentes en el marco de la democracia transparente. Por ejemplo, parte de sus informaciones deben ser transparentadas para evitar su influencia desmedida sobre los Estados y para disminuir la opacidad de su poder que ha servido para la evasión o elusión de impuestos o bien para manejos cerrados u opacos como los casos ligados a los Panama Papers.

De esta manera, la visión de la democracia transparente se distancia teórica y políticamente de las perspectivas que consideran que las demandas sobre la transparencia y la rendición de cuentas deben circunscribirse al Estado, aquel del que desconfían a priori y del cual consideran hay que defenderse. Por el contrario, la democracia transparente asume que el Estado no es un enemigo, aun cuando hay que limitar la opacidad de su poder, al igual que algunos manejos, decisiones y potestades que discurren en otras organizaciones no estatales.

En síntesis, mientras la democracia representativa-formal puede existir (y existe) sin cumplir con las características antes mencionadas, la democracia transparente pretende la conquista de nuevos horizontes hasta el momento incumplidos. Esta conquista depende finalmente de aquellos(as) que no se conforman y de quienes desean una democracia más transparente y ulteriormente más democrática.

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