Directorio

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lunes, 22 de julio de 2019

Onirología filosófica

colaboración especial para Mexiquense de
Mtro.Fernando Flores Bailón





(Tercera parte)


Cuando terminó de amanecer fui en busca de ayuda médica, acepté que lo que me ocurría eran
síntomas de una enfermedad. Cuando describí al médico mis padecimientos, evité narrar los
terribles detalles, me limité a decir que mi cansancio no me permitía dormir, que veía formas y
figuras antes de poder conciliar el sueño y que no podía mover ningún músculo. El médico, por
su cara daba a entender que escuchaba no tanto a un paciente sino a un narrador de cuentos
fantásticos; no me desanimé del todo, confiaba que eso me abriría las puertas del paraíso de los
somníferos y narcóticos que se obtienen únicamente con prescripción médica. Enorme fue mi
decepción, éste médico espectador me limitó a beber té; té por la mañana, té por la tarde y té
por la noche para “regularizar los nervios”, al parecer él no estaba totalmente seguro de que yo
necesitara medicamentos u otro tipo de tratamientos. Líquidos calientes con amargo sabor, vaya
remedio, era apenas una jeringa para apagar un incendio; pero la miserable criatura humana
cuando está desesperada, recurre a cualquier promesa de solución con tal de salir de sus
desgracias. Así que opté por obedecer la prescripción y también acorté mis horas de estudio,
aunque eso me demorase con la tesis.
Nada de eso resultó, me fui convenciendo con el paso de los días y las interminables visitas de
esas visiones, que lo mío no era asunto que la medicina pudiese resolver o tratar de paliar. En un
álgido grado de desesperación decidí embriagarme para olvidar mi padecimiento, fueron varios
días los que me perdí entre botellas de vino y una madrugada recordé por qué bebía, trataba de
olvidar, vaya que lo había conseguido, ese brebaje había venido en mi auxilio, “Eureka”, grité, era
yo un Arquímedes en el siglo XXI. Descubrí por casualidad que el vino podía ayudarme.
Comencé a beberlo en cantidades moderadas mientras me desvelaba, así me adormecía lento y
seguro, así conciliaba el sueño nuevamente y me saltaba el tiempo de vueltas y giros sobre la
cama, el mismo tiempo en que las visiones aparecían; dormía plácidamente ahora, los intrusos
habían retrocedido, de verdad creí que podían desaparecer para siempre. No era tan simple en
realidad.
Culminé mis estudios universitarios, pero mi vida en la investigación apenas comenzaba. Nuevas
dudas, inquietudes y preguntas me continuaron, yo no podía ignorarlas, quería seguir
desentrañando al mundo, contemplarlo sin tapujos. No era fácil ignorar el llamado que el mundo
me hacía con cada giro y cambio; el por qué esos colores en el cielo durante el día aparecían, el
canto de las aves a dónde lo encaminan, cuándo lo que es fue creado, por qué el hombre aparece
en medio de todo esto, eran estas y otras preguntas las que me inquietaban y sorprendían. Por
eso continué con las horas de desvelo acompañándome del vino. Entusiasmado por recuperar
mi equilibrio mental continué trabajando en resolver los enigmas que el mundo me presentaba.
Sin embargo esos entes nocturnos no se rendirían, no estaban dispuestos a sucumbir y
aprendieron a ser inmunes a mi paliativo.
A medida que continuaba investigando, exigiéndole a mi intelecto, mis energías fueron a
concentrarse enteramente en él, supongo que descuidaron alguna oquedad, algún pasadizo
secreto que esas endemoniadas alucinaciones hallaron pudiendo así atravesar el océano de vino
y acortar la distancia conmigo. Cuando llegué a creer que el vino me impedía emplear al máximo
mis capacidades intelectuales lo alejé de mi vida. Pronto esos seres fantásticos que habían sido
anegados por litros y litros de bendito vino comenzaron a emerger; hicieron acto de presencia
una vez más bajo las mismas condiciones, mi cuerpo exhausto pero mi mente activa. La
indecisión era terrible, no estaba dispuesto a dejarles pasar, pero tampoco quería dejar de
filosofar. Las horribles criaturas que me siguieron visitando durante la noche me llevaron a optar
por regresar a paliar mi malestar con copioso vino. Sin embargo, el poder del alcohol comenzó
a amainar ya no era suficiente y las visiones, noches espantosas me hicieron pasar otra vez. El
miedo a la noche me había convertido en una criatura primitiva, huía de las sombras, hasta que
terminé por tener un miedo irracional a la soledad nocturna. No era la solución abandonarme al
licor, eso implicaba empobrecer mi filosofía, algo a lo que no estaba dispuesto; tenía que
encontrar una solución a mis temores y males, barajé varias opciones, escogí de entre ellas, el
pasar las noches acompañado y combatir lo monstruoso con lo hermoso, ese fue mi propósito.
Busqué la compañía de la mujer, recurrí a la protección que sus brazos y pecho me ofrecían; la
mujer siendo hija de la belleza podría con su calor y abrazos alejar de mí las terribles visitas de
seres etéreos. Varios meses pasé las noches en un ligero estado etílico y refugiándome en el
pecho de una mujer hermosa. Fui un iluso. En realidad yo había cruzado la puerta y no había

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