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jueves, 22 de marzo de 2018

IGLESIAS DE SANTA MARÍA MAGDALENA Y EL ERMITORIO DEL PADRE BETANZOS EN EL PUEBLO DE TEPETLAOZTOC, LA CATEDRAL DE CUERNAVACA Y LA IGLESIA DE OZUMBA

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María de la Asunción García Samper.
Centro de Estudios Mesoamericanos. A. C.



Primera de varias partes


De mediados del siglo XVI existe una pintura retrato de fray Domingo de Betanzos que se conservaba en su eremitorio anexo al convento dominico de Tepetlaoztoc, en el Estado de México. Es posible que se trate de una pintura copiada de un mural que existió cuando el fraile aún vivía, sabemos que los anales indígenas nos relatan que para el año de 1556 los pintores Pedro Quauhtli, Miguel Toxoxhicuic, Luis Xochitótol y Miguel Yohualahuach, realizaron una pintura representando a los señores que habían gobernado Tenochtitlan, también los pintores indígenas, Fernando Colli y Pedro Xóchimitl, el año de 1569, pintaban un cuadro con las Catorce obras de Misericordia para la Cárcel de México.

Don Francisco del Paso y Troncoso afirmaba que hacia el año de 1555, florecía el pintor indígena Marcos de Aquino o Marcos Cípac, citado por Bernal Díaz del Castillo, que pintó muchas obras en colaboración con Pedro Chachalaca, Francisco Xinmámal y Pedro de San Nicolás. La más importante fue el retablo de la Capilla de San José de los Indios en el convento de San Francisco. Que se componía de siete cuadros: en la parte baja, al centro, el patrón de la capilla San José entre San Francisco y San Antonio de Padua y como predella, el Cenáculo. Entre los dibujos del llamado Códice Aubin, correspondientes al año de 1564, aparece este retrato.

Cuenta fray Jerónimo de Mendieta, como don fray Juan de Zumárraga, obispo de México, recibió las bulas que lo promovían al palio arquiespiscopal, temeroso de que los ciudadanos de México no le fuesen a importunar que aceptase la nueva dignidad, acordó de partirse para un pueblo que se llamaba Tepetlaoztoc, que dista de México ocho leguas, donde a la sazón era morador su intimo amigo y siervo de dios fray Domingo de Betanzos, de la orden de los predicadores, en cuyas manos deseaba morir”. Salió de México recatadamente “después de media noche, y diese tanta prisa a caminar en un jumento harto humilde de que siempre usaba, que llegó a las nueve del día a Tepetlaoztoc, donde fue alegremente recibido de los religiosos del monasterio”. Sea de resultas tan fatigoso viaje, o bien haber confirmado allí, en cuatro días a catorce mil quinientos indios, su viejo mal de orina,” de que era apasionado, diole con tal furia, que lo puso en el trance de volver a su casa, ya arzobispal, donde murió en brazos de fray Domingo, que le había acompañado. Así desbarataba la muerte la trinidad de amigos únicos dignos de serlo había vivido en comunión espiritual inefable entretenimientos. Fray Martín de Valencia, muerte en 1533, el señor Zumárraga en 1548. Quedaba fray Domingo, sin, más compañía que su obra, huérfano de amistad. Habría de morir en España, un año más tarde, lejos de sus criaturas, pero no olvidado. En Tepetlaoztoc respira su memoria.

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