Esta semana arranca la asamblea nacional del Revolucionario Institucional en cinco entidades. El objetivo: mantener la presidencia de la República.
Un año es mucho tiempo en la política. Pero para la tarea que enfrenta el Partido Revolucionario Institucional (PRI) --recuperarse de su escasa aprobación y retener la presidencia-- puede que no sea suficiente.
Es por eso que hay una sensación de urgencia en vista de la asamblea nacional del partido que tiene lugar en cinco estados esta semana. Después de gobernar México durante la mayor parte del siglo pasado, el PRI ha perdido dos de las últimas tres elecciones presidenciales.
Ahora, un furioso debate está en marcha sobre cómo lograr una victoria nuevamente en la elección presidencial en julio de 2018. ¿Debe el partido traer a un candidato de fuera de sus filas, sin manchas, dada la percepción de fracasos en la contención de la violencia y los sobornos? ¿O nominar a uno de los suyos --si puede encontrar a alguien no marcado por los escándalos de corrupción que han envuelto a muchos de sus funcionarios electos?
El secretario de Hacienda, José Antonio Meade, que ha mantenido sus manos limpias mientras una sucesión de políticos era arrasada por escándalos, es el principal candidato potencial que encaja en la primera categoría, mientras que el secretario de Salud, José Narro, es un ejemplo del segundo tipo. En última instancia, la decisión recaerá en el hombre cuya baja aprobación ha dañado las posibilidades de su partido en un principio, el presidente Enrique Peña Nieto, que puede retrasar la selección de un candidato hasta principios del próximo año.
El PRI entra en la carrera "en su peor momento electoral de la historia", dijo Javier Oliva, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México. En una señal de sus fallas, ambas opciones requieren crear distancia con el presidente y construir alianzas externas, agregó. "El PRI no ganará solo".
El beneficiario del poco apoyo que recibe el PRI podría ser el dos veces candidato presidencial de la izquierda Andrés Manuel López Obrador, quien dice que buscará detener la inversión privada en la industria petrolera, poner la economía nacional por delante de los intereses del capital extranjero y hacer frente a Donald Trump.
MAYOR CANTIDAD DE HOMICIDIOS
Nunca ha tenido el partido mexicano más grande tan pocas de las 32 gobernaciones del país y ningún presidente ha caído tan bajo en las encuestas en por lo menos dos décadas.
Además, 2017 se perfila ya en México como el año con más cantidad de homicidios de este siglo, mientras que al menos ocho de los gobernadores y exgobernadores del partido han sido arrestados o investigados por acusaciones de corrupción durante el Gobierno de Peña Nieto.
El propio presidente estuvo bajo escrutinio después de que un contratista gubernamental construyó una casa de lujo para su esposa.
Con todo ese equipaje, el PRI consiguió de todos modos una estrecha victoria en la elección de gobernador para el estado más poblado del país en junio. Eso le ha traído de vuelta un poco de popularidad y ahora los analistas le dan por lo menos una pequeña probabilidad de llevar a las urnas uno de los tres candidatos presidenciales.
Los rivales que debería vencer son López Obrador, uno de los favoritos en las primeras encuestas, y el PAN, el mayor partido de la oposición, que propone políticas favorables para las empresas.
Pero puede que una vez más tenga que contar con una oposición fragmentada por candidatos independientes que absorben votos, como ocurrió en las elecciones de junio en el estado de México.
Y es probable que busque a sus socios habituales, incluido el Partido Verde, que ha amenazado con presentarse solo en 2018, pero podría estar buscando concesiones más amplias.
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