Otzolotepec, México.- En el recorrido hasta el panteón hubo silencio, tonadas de una vieja canción que los hermanos eligieron y pidieron a los mariachis entonar. Hubo rezos que dispersaban el silencio pero no el llanto de impotencia y el aire que olía a rabia por la injusticia. Jessica, la última víctima de los feminicidios en el Estado de México, fue sepultada.
En la iglesia de San Bartolomé Apóstol de la cabecera municipal de Otzolotepec, se le celebró la misa de cuerpo presente a la joven doctora hallada sin vida el sábado pasado.
Su misa se programó a las 11:00 horas, aunque desde muy temprano de este martes ya había coronas dispuestas sobre el atrio y los habitantes del municipio ya iban llegando. El templo se llenó e incluso la gente escuchó al sacerdote desde las jardineras del atrio.
Ayer los habitantes no tuvieron miedo de salir a las calles, como ocurre habitualmente por el temor a ser asaltados. La familia decidió despedirla en Otzolotepec, de donde todos son originarios, aunque desde hace años vivían en Xonacatlán.
Los arreglos florales tenían dedicatorias de sus compañeros, los amigos de la universidad y de sus tíos. Esas frases resumen el dolor de un pueblo sumido en la inseguridad y el ruego porque el presupuesto de los gobiernos se destine para protegerlos.
Las calles de Villa Cuauhtémoc, acostumbradas a quedar vacías al oscurecer y tener las puertas cerradas detrás de rejas por la inseguridad, lucieron abiertas y a la caravana del féretro se sumaron unas dos mil personas.
Los cien metros de la puerta de la iglesia hasta la reja del atrio se escuchó la primera canción: Se entonó “Ángel Mío”, una de las canciones que refleja la idiosincrasia y es parte de ese ritual mexicano para enfrentar la muerte.
Al frente del tumulto de rostros desfigurados por la tristeza estuvo una fotografía en retrato de Jessica, rodeada de rosas blancas, margaritas, pumas, claveles y polaris.
Previo a llegar al panteón hubo una petición de la familia para desviarse hacia el domicilio de sus abuelos maternos, ha donde la caravana se detuvo unos minutos para llorar y dejar que la joven se despidiera de ellos.
Entre todos esos brazos que cargaban flores y cirios, se podía distinguir a un par, que enrollaba a un pequeño de no más de dos años, tal vez el hijo de la joven doctora.
Ha sido poco lo que la familia ha revelado sobre el hecho, aunque un dato nuevo ha dado un giro al caso.
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Según la entrevista otorgada por la madre de Jessica a una agencia local de noticias de Xonacatlán, la doctora iba acompañada y hubo un hombre herido de bala que el día de los hechos solicitó auxilio en el hospital donde trabajaba la joven.
“Los ministeriales vinieron e hicieron una reconstrucción de hechos pero luego no regresaron, no hicieron nada más, no hay ningún detenido aunque hay una persona que declaró que la acompañaba”, dijo al medio local la mujer.
Sin embargo, el testigo no está en custodia y la versión que ha dado es contradictoria.
“Nadie lo ha detenido, no se ha girado una orden de aprehensión, pero indagando hay muchas irregularidades, se dio de alta voluntaria, cuando tú llegas con un balazo, no te dan la alta voluntaria”, reveló Juana Sevilla, quien asegura que el único delito que cometió su hija es trabajar y ser buena madre.
Mientras tanto, en el panteón algunos vecinos externaron su apoyo con pancartas para exigir al gobernador acelerar las investigaciones del caso. Es lo menos que piden en medio de la escases de seguridad en el estado y esa realidad que retorna a los peores días de Ciudad Juárez.
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