Directorio

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jueves, 24 de octubre de 2019

Luisa


Participación especial para MEXIQUENSE

Maestro: Fernando Flores Bailón




Cuando cerró tras de sí la puerta de su apartamento, Luisa sintió el alivio de estar por fin en
casa. Enciende el interruptor para luces nocturnas. Había sido una jornada extenuante, le fue
exigido más de la cuenta durante cuatro horas extra de trabajo, pudo resistirlas sacando
fuerzas de la imagen de sí misma, se había imaginado pronto en su sala, con una copa de vino
blanco, escuchando su LP “Diane” de Chet Baker & Paul Bley o quizá viendo alguna de sus
películas favoritas de Martin Scorsese hasta quedarse dormida.

Sin embargo, ahora está tan cansada que sólo quiere ir a la cama. Deposita sus llaves
en el bowl, artesanía curiosa que trajo de su viaje por Itálica y que ahora yace posada sobre
la mesa del pasillo. Luisa camina y se descalza, coloca su bolso en el sofá, antes extrae su
teléfono celular. Se dirige al tocador donde se desviste y desmaquilla con el agua de rosas,
sin maquillaje y desnuda es más hermosa aún. Su teléfono suena pero no lo contesta, lo único
que quiere es dormir, no distraerse, dentro de poco debe estar despierta otra vez para ir a
trabajar.

Toma el camisón corto de satín, azul Oxford, para dormir, el mismo que cuelga todas
las mañanas en el perchero del baño antes de ducharse. Ingresa con el teléfono en la mano
izquierda a su dormitorio. Levanta las sábanas y se mete debajo de ellas; esa tenue luz de la
habitación revela que Luisa es un ángel al que sólo le faltan las alas. Revisa la llamada perdida
para saber a quién debe llamar dentro de pocas horas, cuando amanezca. Hecho esto, intenta
poner el teléfono sobre el buró, pero calcula mal la distancia y cae con un giro extraño bajo
la cama. “Ya no importa” se dice, “al fin tengo tranquilidad”, y apaga la lámpara de noche
en un movimiento más letárgico que despierto; se arropa hasta los hombros y gira sobre su
derecha, finaliza su movimiento con un profundo respiro y una delgada exhalación. Está por
cruzar la frontera entre la vigilia y el sueño cuando el teléfono comienza a sonar otra vez.
-¡Mierda! Olvidé silenciar el teléfono- Exclama con una severa irritación al escuchar el
segundo timbrazo, el cual le ha regresado de este lado del mundo en que no se duerme.
El celular continúa sonando, sabe que no puede dejarlo así. Se quita enfurecida las
sabanas, Luisa sólo quiere estar en paz, enciende la lámpara y deja caer sus delicados y
perfectos pies sobre la vieja estera, es de una consistencia grosera para su piel. Se pone de
rodillas, está completamente despierta ahora. Levanta el edredón. La luz del celular revela el
rostro de alguien bajo la cama.

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