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domingo, 29 de septiembre de 2019

El 2 de octubre, no es el Movimient0 Estudiantil de 1968

(Primera de dos partes)




El objetivo de este artículo es mostrar un balance historiográfico basado en el estudio de las publicaciones hechas sobre el Movimiento Estudiantil del 68 durante la década 1998-2008. El motivo de fondo que guía buena parte de los textos analizados es la represión del 2 de octubre. Sin embargo, en la producción bibliográfica aparecen elementos temáticos vinculados con el análisis del Movimiento. Dentro de las interpretaciones sobre el tema fue posible identificar algunos puntos de consenso entre los que destacan las causas del Movimiento, los actores colectivos involucrados, así como la efectividad de las formas de lucha. Las divergencias más evidentes se relacionan con los proyectos y el impacto de la movilización en el sistema político y social.
Palabras clave: Historiografía, movimiento estudiantil, izquierda, democracia,

El Movimiento Estudiantil de 1968 se considera un parte aguas en la historia mexicana, un referente para la apertura democrática del último cuarto del siglo XX y de otros cambios de tipo cultural y simbólico.
En los últimas cuatro décadas, el Movimiento Estudiantil en México ha sido objeto de una extensa producción bibliográfica que se intensificó en especial entre los aniversarios 30 y 40. Frente a la cantidad de obras publicadas en los últimos diez años, no contamos con un verdadero balance historiográfico que destaque los aspectos cualitativos del debate, los acuerdos y las aristas polémicas que lo configuran.
En esta dirección, este trabajo muestra los enfoques, los argumentos, las hipótesis y las interpretaciones, así como las posibles discrepancias entre los autores que estudian el tema. Este estudio concibe el Movimiento Estudiantil como proceso más que como un acontecimiento marcado por el 2 de octubre, día en el que ha centrado su atención una extensa literatura testimonial y de denuncia.
En una panorámica general es posible presentar seis rubros que distinguen las recientes publicaciones sobre el Movimiento del 68. El primero reúne obras representativas que privilegian la denuncia y el testimonio. El segundo muestra lo que escribieron los estudiosos del tema sobre las causas de la lucha estudiantil. El tercero da cuenta de la forma en que los autores identifican las diversas identidades sociales y políticas involucradas en el conflicto. El cuarto señala los proyectos del Movimiento que destacan los autores. El quinto trata sobre las formas de lucha que adoptaron los movilizados y el sexto atiende el impacto del Movimiento que perciben los escritores del tema.

La denuncia y el testimonio
El estudio de los libros que privilegian la denuncia y el testimonio muestra que la preocupación central de muchos investigadores fue conocer qué ocurrió realmente el 2 de octubre e identificar a los responsables. Este interés se ha mantenido en gran medida porque ha existido un obstinado silencio oficial sobre aquella lucha estudiantil y por ende una sostenida impunidad de los responsables. Con sus denuncias y testimonios, los autores contribuyen a fortalecer la memoria colectiva sobre un agravio, así como a rescatar algunos elementos indispensables para la construcción de la historia, que no puede partir de la omisión oficial y de la mentira institucionalizada.
En la primera categoría, la denuncia, los libros que privilegian este aspecto informan sobre distintas iniciativas de investigación relacionadas con el 2 de octubre en Tlatelolco.1 En esta dirección se conformó en 1993 una Comisión de la Verdad, instancia independiente que no logró grandes avances, al ver su labor limitada por una insuficiente dotación de recursos y autoridad (Aguayo, 1998: 13). Más tarde, en 1998, el Legislativo trató de investigar la represión estudiantil y se formó la Comisión Especial del 68, sin conseguir ahondar en el tema.2 El clima político que se generó cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió su hegemonía en el poder permitió la conformación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP), la cual tampoco rindió mejores resultados.3
La gradual apertura de archivos permitió a los investigadores acercarse un poco más a lo que ocurrió entonces. El Archivo General de la Nación, el de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Diplomático y el del Departamento del Distrito Federal estuvieron entre los primeros en estar disponibles (Aguayo, 1998: 16-17). A estos siguieron, entre otros, los archivos de la Secretaría de la Defensa Nacional y el de la Dirección Federal de Seguridad. A partir de esta búsqueda, los autores confirman o confrontan la reconstrucción e interpretación de los sucesos del 68.
En primer término, aparecen denunciados los principales aparatos de control gubernamental: la Dirección Federal de Seguridad (DFS), instituida en 1947, y la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales (IPS). Otros organismos inculpados dependían del Presidente de la República: la Policía Judicial Federal, el Servicio Secreto, el Cuerpo de Granaderos, la Policía Judicial y la Policía Preventiva del Departamento del Distrito Federal (Aguayo, 1998: 31-32). Se añade una estructura militar paralela: el Estado Mayor Presidencial creado desde el gobierno de Manuel Ávila Camacho. A todas estas instancias se les muestra interviniendo en el Movimiento, aunque no siempre de manera coordinada. Por eso, entre otros asuntos, surge para Rodríguez (2008: 214) la incertidumbre respecto a la actuación de los francotiradores en Tlatelolco, identificados como parte del personal del Estado Mayor Presidencial. Aparentemente este grupo actuó a espaldas del responsable de la Secretaría de la Defensa, General García Barragán.
En la segunda categoría, el testimonio, encontramos una de las vetas más trabajadas pues la contemporaneidad del tema permitió a algunos autores construir sus propias fuentes.4 No obstante, el origen y la forma de los testimonios registrados aparecen de forma más bien homogénea: en su mayoría proceden de los que formaron parte del CNH. En general, la información se recaba con entrevistas dirigidas, acotadas por un cuestionario que frecuentemente limita el análisis. Hay, por lo tanto, un vacío testimonial de otros actores, de gente común como los familiares de los movilizados, las fuerzas militares o policíacas, los burócratas, etcétera. Entre los trabajos que se ocupan del testimonio destaca el Memorial del 68, coordinado por Vázquez (2007), en el que aparecen también ensayos interpretativos de participantes e investigadores del Movimiento.
Así pues, tanto las obras que resaltan la denuncia como aquellas en que predomina el testimonio cumplen con la función de preservar en la memoria colectiva el recuerdo del Movimiento Estudiantil. Si, como ocurre hasta hoy, la ruptura del tejido social que causó la represión violenta de la lucha no ha sido reparada, la publicación de las obras citadas está más que justificada. Silencio oficial, impunidad e ignorancia de la mayoría de la sociedad al respecto son, en parte, compensados por estos libros. Sin embargo, en estos textos, por lo general, no se arriba a conclusiones que nos permitan comprender el proceso, por más que la tragedia del 2 de octubre acapare la atención.

Las raíces
Las diferentes hipótesis sobre las causas de la lucha estudiantil incluyen la influencia externa de otros movimientos que mostraban una voluntad transformadora. Entre los cambios culturales y políticos se destacan experiencias como el Mayo Francés y la Revolución Cubana, procesos que revitalizaron un imaginario inconforme con el sistema político, social y cultural dominante (Solana, 2008: 18; Mendoza, 2001: 122; Volpi, 1998: 83). Un segundo enfoque toma en cuenta el ambiente político de la Guerra Fría, bajo cuyo prisma la teoría oficial de "la conjura comunista" concebía y explicaba la lucha estudiantil. En ese ambiente político se señala la intervención de la Central Intelligence Agency (CIA) y el Federal Bureau of Investigation (FBI), entidades que recolectaban e infiltraban información (Montemayor, 2000: 76-78). Ambas organizaciones trabajaban con la complicidad del gobierno mexicano: bajo el nombre clave Litempo, varios funcionarios, incluidos el presidente Gustavo Díaz Ordaz y el Secretario de Gobernación Luis Echeverría, servían a los intereses extranjeros (Aguayo, 1998: 93-94).
Adentrándose en las condiciones que subyacían en el interior de la estructura política-social y económica en México, el presidencialismo autoritario se presenta como un factor de descontento social que detonó, en parte, la movilización (Rivas, 2007: 594-596; Álvarez, 1998: 167). Para algunos autores, también contribuyó el agotamiento del "milagro mexicano" que deterioraba la calidad de vida de las mayorías como resultado de la creciente desigualdad social y económica (Ordorika, 2006: 156-157; Estrada, 2004: 178; Solís, 2008: 50). Sin embargo, para Álvarez (1998: 144), este efecto era apenas perceptible en el 68, de modo que no le atribuye una carga significativa.
Asimismo, la atmósfera que generaba la inminente celebración de los XIX Juegos Olímpicos colocaba a los disidentes del régimen en una situación riesgosa. Si bien este acontecimiento exhibiría la estabilidad política y social del Estado mexicano, el gobierno temía que sus opositores sabotearan el espectáculo o lo aprovecharan para sus propios fines (Estrada, 2004: 178; Guevara, 2008: 92; Volpi, 1998: 272). Por esto, según Álvarez (1998: 16), era posible una provocación gubernamental en los días finales de julio para justificar la detención preventiva de los líderes de izquierda.
La tensión política en el 68, se intensificaba con la pugna entre los funcionarios del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para postularse como candidatos para la sucesión presidencial. Luis Echeverría Álvarez, Secretario de Gobernación, Alfonso Corona del Rosal, Regente del Distrito Federal, y Emilio Martínez Manatou, Secretario de la Presidencia, mantenían entre sí una competencia que hacía factible la fabricación de situaciones sociales comprometedoras para restar méritos políticos a alguno de ellos (Guevara, 2004: 30; Rivas, 2007: 507). Así, aparece nuevamente la teoría de la provocación gubernamental, identificándola desde los primeros disturbios en julio hasta la represión final en Tlatelolco (Guevara, 2004: 23).
De todas maneras, para Álvarez (1998: 39) la provocación gubernamental sería un componente en el conflicto, pero no el más importante. De modo que, cuando la protesta por la represión se desplazó a una serie de demandas antiautoritarias y democratizadoras que incluían a otros sectores de la sociedad, el Movimiento rebasó cualquier posible control predeterminado.
En conclusión, son pocos los disensos entre los autores que plantean las posibles causas del Movimiento. Ya sea ubicando la lucha estudiantil mexicana en el contexto de sus similares en el mundo, o refiriéndose más a las condiciones en el ámbito nacional, se observa que política y socialmente existían las condiciones subjetivas y objetivas conducentes a la protesta. La constante referencia a organismos extranjeros interviniendo en el Movimiento da cuenta de los límites en que operaba el Estado, al resolver conflictos internos que, por la naturaleza dependiente del régimen, se insertaban en la problemática de la Guerra Fría.
CONTINUARA

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