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jueves, 8 de marzo de 2018
Meade: el nuevo Labastida
En 2000, Francisco Labastida prometió combatir la corrupción; hoy, José Antonio Meade hace lo mismo.
"La corrupción (…) destruye la confianza de los ciudadanos en sus gobiernos (…); distorsiona la economía al provocar el desví¬o de recursos a través de la asignación indebida de contratos; reproduce las desigualdades sociales”, expresó el entonces precandidato del PRI a la Presidencia de la República, Francisco Labastida.
Fue un 4 de enero de 2000, cuando el oriundo de Sinaloa dirigió su primer discurso del año en el auditorio Plutarco Elías Calles de la sede nacional del tricolor, el cual lució al máximo de su capacidad, para ser testigo de quien sería –meses más tarde- el responsable de la primera derrota y debacle de ese partido en más de 70 años.
Acompañado de cientos de sus correligionarios, Labastida Ochoa pronunció aquel emblemático mensaje cargado de críticas hacia uno de los “tentáculos” del sistema político mexicano: La corrupción; al tiempo que se comprometía a erradicarla, en caso de llegar a Los Pinos.
Por si fuera poco, también anunció la construcción de un “nuevo PRI”, para convertirlo en “vanguardia de la honestidad y de la lucha contra la corrupción”, lo anterior, tras los actos ilícitos en los que incurrieron algunos priistas durante los sexenios de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo.
¿Cómo va?
Dieciocho años han transcurrido desde aquel día y el problema de la corrupción no sólo persiste, sino que ha aumentado de manera exponencial, hasta convertirlo en el país más corrupto de América Latina, según el estudio publicado por Transparencia Internacional en 2017.
Más allá de los datos y mediciones que revelan el alto número de sobornos que se pagan en México, están las decenas (o cientos) de promesas, medidas o acciones que se han implementado en vano y que aún son un aspecto recurrente entre la clase política, especialmente en los precandidatos presidenciales.
¿La nueva cara?
Un ejemplo claro de esto es José Antonio Meade, -cuasi- abanderado del PRI quien al fiel estilo de Francisco Labastida, ha retomado el tema de la estrategia anticorrupción como uno de los ejes principales de su campaña; no obstante, las similitudes con lo acontecido a inicios del siglo, presagian el resultado final de la elección.
Al igual que en 2000, este año México sufre los estragos de una crisis económica, la primera originada internamente y la segunda, provocada a nivel mundial desde 2008 y agudizada entre 2016 y 2017, a la par de un manejo deficiente de las finanzas públicas y un hartazgo ciudadano en contra de sus gobernantes.
Otra de las similitudes de la debacle electoral del PRI fue la impopularidad de sus aspirantes, pues ni Labastida ni Meade son sinónimo de cambio o transformación, mucho menos de voluntad para investigar profundamente a su antecesor y a sus colaboradores.
Palabras y palabras…
Labastida mencionó que "La corrupción (…) es una amenaza permanente para la seguridad nacional (…), es una de las lacras que mayor amenaza representan para las sociedades modernas". Mientras tanto, Meade dijo que lanzará “un combate frontal y definitivo a la corrupción”.
Fenómenos como la corrupción están sobrediagnosticados y discursos como los anteriores, más que ilusionar a los posibles votantes, generan una animadversión y derivan en una similitud entre ambos personajes, a casi dos décadas de distancia del llamado fracaso priista.
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