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lunes, 9 de octubre de 2017

Escuela de carpa del Conafe, una oportunidad para niños migrantes

Donato Guerra, México.- Alexis y sus diez alumnos desde septiembre pasado improvisaron sus aulas en el centro de la pista de la carpa del circo Hermanos Durán, con un par de mesas en las que despliegan cartulinas, crayones y libretas, ahí se apresuran en sus labores de lectura y escritura, midiendo el tiempo antes de la función de la noche.


En una tarima de dos por un metro que permanece parada al lado de las mesas, se instaló su único pizarrón. Así es la escuela de la carpa del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe).


“Tengo diez alumnos, cuatro de preescolar y seis de primaria, esta es la escuela por el momento mientras el circo está aquí, cuando nos movemos las madres se encargan de levantar todo, también lo hacen a diario, antes de empezar la función”, explicó Alexis Maximiano Romero, líder para la Educación Comunitaria destinado al circo de los Hermanos Durán este ciclo escolar.


El joven de 21 años de edad, es uno de los 33 docentes voluntarios que ingresaron al Conafe para ganarse una beca y continuar con sus estudios universitarios, apoyando a niños migrantes de circos que viajan por el Estado de México y el país.


“Ya son tres años en el servicio y este es el quinto circo en el que estoy, comencé en una comunidad llamada La Orejeta, municipio de Temascaltepec, ahí tuve cuarenta alumnos pero me llamó la atención el programa de circos y a los quince días decidí integrarme”, recordó el docente, que al igual que todos los voluntarios, viajan y viven en los circos.


La atención en la escuela de la carpa

Las escuelas de las carpas del Conafe delegación Estado de México, son actualmente 33, con igual número de circos y en cada uno se atiende con un docente. El programa lleva en operación 18 años con servicio de preescolar, primaria y secundaria.


En ese listado está el circo Hermanos Durán, que logró integrar su escuela en el mes de septiembre tras un proceso de registro que no demoró más de 20 días. El circo es uno de los más pequeños que se atiende, donde prácticamente todos son familia y se mueven de un pueblo a otro, dando sus funciones en zonas del sur y el norte del estado.


La carpa en sus migraciones permanentes llegó hasta la ranchería de San Martín Obispo en el municipio de Donato Guerra, ya pegado a la zona sur del Edomex, donde este viernes 6 de octubre iniciaron con su primera función y también con las primeras clases en la escuela de la carpa. Allí, Alexis despliega sus mesas y cartulinas para iniciar las lecciones con los cuatro alumnos de preescolar. Después le toca turno a los de primaria, ya después el tiempo es libre para comer, hacer tareas e iniciar los ensayos previos a pisar la pista con la función del día.


“Hay que darles tiempo para que se puedan preparar para la función, aunque sólo son tres niños que participan”, mencionó Alexis.


Las limitaciones en la escuela son evidentes. No hay tecnología de ayuda, como consultas en internet, videos de apoyo, computadoras o un proyector, todo es a mano, con rotafolios, marcadores, unos libros ilustrativos y la imaginación del docente.


“Nosotros nos capacitamos para poder apoyar a los niños, trabajamos más la reflexión, el proceso de cuestionamiento, de dialogar entre todos sobre lo que se realiza en la sesión”, precisó el instructor.


La labor de Alexis y los docentes del Conafe es lograr que los alumnos tengan educación básica y logren culminar una carrera. En el caso de los niños del circo, el objetivo es más complicado de cumplir -acepta Alexis-, pues la mayoría piensa en su realidad más próxima y se empeña en ella. Sabe que el interés está en hacer su vida al interior de la carpa.


“Sí hay interés por estudiar una carrera, según mi experiencia en otros circos, pero la mayoría continúa su vida en el circo”, revela el joven profesor.

La familia en el circo y su labor en la educación


Brihyt Durán y Sarahí Martínez, junto con otro grupo de madres de familia del circo Hermanos Durán, a principios de 2017 buscaron la ayuda del Conafe para instalar una escuela al interior de su circo. Pensaron que el proceso demoraría un año mínimo, pero su sorpresa fue que al inicio de ciclo escolar ya tenían el servicio y en septiembre pasado Alexis se unió a sus giras para atender a sus hijos.


“Fue muy rápida la atención, pensamos que no nos harían caso pero el Conafe nos ayudó”, explicó Brihyt.
La mujer se dice agradecida con el servicio, pues sabe que de otra forma no habría posibilidad de darle educación a Brigytte, Iván Antonio y José Dante, sus tres pequeños, quienes nacieron en el circo. Ahí la familia tiene su único hogar.


“En algún momento le intentamos con un maestro privado pero nos cobraba dos mil pesos, luego conocimos a un instructor y él nos recomendó entrar al programa del Conafe”, dice Brihyt.


“El circo es un volado, a veces sale y a veces nada”, expresa la artista, que nació y creció en el circo, y quien junto con su padre José Guadalupe Durán y sus hermanos, hace un año y medio volvieron a levantar la carpa tras 15 años de no tener funciones.


Brigytte, de ocho años de edad, es la más grande de los hijos de Brihyt y estudia el tercer nivel de primaria. La niña junto con otros dos son los únicos que ya son considerados artistas del elenco del circo. Ella es contorsionista y le conocen como “Alis” o “Cataleya”, así le puso su abuelo.


“Lo que anuncia el circo, es lo que debe presentar, aquí llega ‘Alis’ contorsionista”, explica la pequeña, sobre la presentación que le hace su abuelo las tres noches de la semana que le toca salir a escena. También es una de las más aplicadas del grupo, siempre midiendo el tiempo para las tareas y los ensayos.

-¿Y qué te gustaría estudiar de grande?

-Para directora, -responde Brigytte, en su naturalidad acorde a la edad que tiene.

“Mis hijos aman el circo y seguramente seguirán aquí toda su vida, pero me gustaría también que estudiaran y decidieran lo que quieren”, externa la madre circense.

Sarahí Martínez, otra de las madres del circo, piensa de forma similar, sus tres hijos, Kenia, Ashley y Jonathan estuvieron un tiempo en Córdoba, Veracruz, de donde ella es originaria, y sus pequeños pudieron hacer tres años de escuela. Pero luego se quedaron desempleados y se fueron al circo, donde encontraron su hogar.

“Ellos nacieron en el circo, mi esposo también, yo no soy de familia de circos pero ahora sí, es mejor vivir aquí, y con la ayuda del Conafe nos sentimos a gusto porque aquí es más seguro, uno como madre quiere que sus hijos tengan estudio y por eso solicitamos la ayuda para instalar la escuela”, menciona la joven madre.

El corazón del Conafe son sus docentes
Desde hace tres años Alexis visita su casa cada tres o cuatro meses al año, en la comunidad de San Pedro Guayahualco, Sultepec, la mayoría del tiempo vive en el circo al que le envíe el Conafe. Su refugio es un remolque donde tiene una cama individual, una mesa para realizar sus planeaciones de las sesiones, un baño y un par de cajones donde guarda sus ropas de cambio.


Dice que en este circo, al que llegó hace un mes, tuvo mejor suerte, pues en los anteriores había menos espacio para vivir.


“El circo es humilde pero tenemos un lugar donde dormir”, afirma.


El Conafe en el Estado de México tiene inscritos alrededor de mil 200 líderes comunitarios que atienden los servicios de preescolar, primaria y secundaria en las nueve sedes, a cambio de una beca económica que consta en 30 meses. Actualmente atiende a cerca de 11 mil niños y niñas de las comunidades más apartadas del estado.


En especial con el programa de educación circense, se atiende a estados como Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Puebla, Hidalgo y Baja California.


Todos son voluntarios, que según la experiencia que narra Alexis, se llevan más que los 30 meses de beca. La vocación y las vivencias son su recompensa más grande.


La escuela del circo Hermanos Durán tiene un mes en funcionamiento, pero ya piensan en un proyecto sólido. Este viernes con la visita de la Asistente Educativo, las madres de familia mostraron y propusieron el espacio que podría servir para equipar su aula. Hay interés en no perder tiempo y que sus hijos tengan una escuelita.


“Estamos viendo que sea el remolque de la taquilla, ahí hay espacio que no se ocupa, ya sólo vamos a conseguir unas butacas con las escuelas cercanas”, explican.


Por lo pronto la escuela es a mitad de la pista, donde los niños se empeñan en avanzar en sus escrituras, luciendo sus uniformes bien cuidados, en cumplimiento de las reglas de una escuela normal. Más tarde Brigytte y los demás niños regresan a la pista, ataviados con sus disfraces y trajes de artistas. Listos para la otra función.

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