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martes, 4 de julio de 2017
A la medida
Es como si hubiéramos nacido ayer, nos acostumbramos muy rápido a lo que tenemos y olvidamos cómo fue en realidad el pasado. Hace 25 años no existía internet, y el celular era un lujo que sólo el gobierno y los millonarios podían pagar, porque además requería un ayudante para cargar el aparato, de varios kilos de peso. Hace 50 años no habíamos llegado a la Luna, el 60 por ciento de los seres humanos vivía en pobreza extrema (hoy es menos de 10 por ciento), y muy pocos tenían televisión. Hace 75 años la II Guerra Mundial se volvía propiamente tal, con el ingreso de Estados Unidos al conflicto en los dos grandes frentes, Europa y el Pacífico. Hace cien, todavía no iniciaba la I Guerra Mundial, más de 80 por ciento de los seres humanos vivía en pobreza extrema, y acá, México terminaba una etapa de su guerra civil.
En 1917 también le llegó el éxito a Ford, productor de automóviles que desarrolló unos pocos años antes un proceso que le permitió reducir el tiempo necesario para construir un auto de 750 a 90 minutos, con lo que el precio se hizo accesible a muchas más personas. Aunque la producción en masa existía desde antes, es con los automóviles que alcanza otro nivel. A partir de entonces, se produce para todos, y no sólo para los pocos privilegiados. Para poder hacerlo, hay que estandarizar, y empiezan a aparecer las tallas de ropa, los modelos de auto, muebles y electrodomésticos hechos para que a todos más o menos les sirva, aunque para nadie sea totalmente adecuado.
Después de la II Guerra, esta forma de producción se generaliza, recuperando el crecimiento perdido entre las dos guerras, y produciendo el espejismo de una época de oro de la economía que hasta el día de hoy se mantiene. Fueron años muy buenos para una pequeña parte del mundo (occidente), regulares para otros (nosotros), e igual de malos para los demás (África y casi toda Asia). La pobreza en el mundo se redujo en 15 puntos en esos años de posguerra, desarrollo estabilizador, o estado de bienestar, como guste llamarle. En el neoliberalismo de los últimos 25 años, se redujo en 30 puntos, por cierto.
Hace 25 años, ese mundo masivo inició su fin. Si gusta, podemos fijar esa fecha con el derrumbe de la URSS en 1991. Esa 'nación' fue el paradigma de la masividad. Desde entonces, la producción masiva enfrenta una competencia que hoy ya parece a punto de derrotarla: la producción a la medida. Hemos mejorado los procesos productivos a tal grado que ya somos capaces de producir lotes muy pequeños a costos ínfimos. Y esos lotes pequeños pueden orientarse a grupos específicos de población, dando la impresión de que se compra prácticamente a la medida. Las plataformas (sistemas de información y comunicación que ponen en contacto vendedores y compradores) hacen el resto.
Vea usted: por miles de años, la inmensa mayoría de los seres humanos apenas si podía hacer otra cosa que no fuese mantenerse vivo y reproducirse. Los lujos, incluyendo ropa y comida razonables, eran para unos pocos. Esto empieza a cambiar hace apenas un par de siglos, y es sólo hace cien años que en verdad se extiende la buena vida a las mayorías. Junto con eso, se extiende el poder, aunque sea reflejado apenas en la posibilidad de elegir gobernantes. Producción masiva y democracia (amplia) ocurren simultáneamente.
Ambas cosas parecen llegar a su fin en estos años. Y si hoy usted puede comprar ropa a su medida, comida a su gusto, entretenimiento, auto, vacación de acuerdo a sus intereses, ¿por qué tener un gobierno para las masas? ¿Por qué no uno especial para quienes son como usted?
Termina el consenso, crece
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