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jueves, 27 de agosto de 2020

La campaña, desde la casa presidencial




Pablo Hiriart




Por lo visto, también en Estados Unidos la ley sólo aplica para los adversarios del presidente.

Nunca se había visto que el centro de la convención de un partido político tuviera como escenario la Casa Blanca.

A los populistas les gusta romper las reglas, lo sabemos. Así sacan ventajas indebidas.

Pero hacerlo desde el gobierno y presuntamente violar la ley para obtener dividendos electorales es algo inédito en la democracia estadounidense.

El lanzamiento de la campaña de reelección del presidente Donald Trump se hizo en la Casa Blanca. Jamás se había visto.

Y el secretario de Estado, Mike Pompeo, violó la ley al hacer propaganda electoral en el desempeño de su cargo público.

Qué cosas estamos viendo. Vamos a esperar para saber en qué termina todo esto, pero no se augura nada bueno. Civilizado y pacífico, quiero decir.

En un par de días de Convención Republicana el presidente dejó en claro que la ley no fue hecha para él ni para los suyos. Y háganle como quieran.

La primera dama, Melania Trump, utilizó el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca para hacer el discurso de cierre de la Convención Republicana del martes, en el que pidió el voto para su marido.

Ahí llegaron unos cien asistentes a un mitin partidista en tiempos electorales. Y sin cubrebocas, en momentos de Covid con 175 mil muertos, tal vez para mandar el mensaje de que la pandemia ya fue domada.

¿Mitin de campaña en la Casa Blanca? Sí. ¿Abuso de poder? Sí.

Como parte de la Convención, el presidente Trump realizó una ceremonia de naturalización de cinco inmigrantes en el Salón Oval.

No fue el video de un evento notable de su administración que ilustre una parte positiva de su gobierno, sino un montaje realizado el mismo día para que sirviera de propaganda electoral en el mitin de la noche.

El presidente no encabeza ceremonias de naturalización, que es tarea del Departamento de Inmigración. Y menos en la Casa Blanca. Fue un evento de campaña, el segundo que ocupó más tiempo el martes de la Convención, luego del discurso de la primera dama, también en el recinto oficial de los presidentes de Estados Unidos.

Tal vez se violaron los códigos de la ética política, pero no la ley, dirán algunos. Puede ser.

Donde parece no haber duda de que se rompió la legalidad de la contienda fue con el spot de campaña transmitido por el secretario de Estado, Mike Pompeo, desde una colina en Jerusalén, donde se encuentra en misión oficial.

Los funcionarios del Departamento de Estado tienen expresamente prohibido hacer propaganda partidista y participar en disputas electorales.

El jefe de Gabinete del presidente Trump, Mark Meadows, respondió al señalamiento de que Pompeo había violado la Ley Hatch, con un elocuente desdén: “¿A quién le importa esa ley?”.

Adam B. Schiff, presidente del comité de inteligencia de la Cámara de Representantes –citado ayer por Jennifer Rubin en The Washington Post–, reaccionó de inmediato: “Trump cree que está encima de la ley. Meadows dice que a nadie le importa. Están equivocados. Esta ley existe porque los dólares de los impuestos no deben subsidiar la campaña de reelección del presidente. Y a los estadounidenses les importa el Estado de derecho, incluso si no significa nada para Trump”.

Genio y figura, el presidente logró polarizar como nadie (en su país) a la población. Dos bandos que se detestan cada día más. Esa polarización la llevó a la campaña electoral.

Atrincherados en la Casa Blanca están él y su círculo íntimo, esencialmente miembros de su familia. Fueron los que hablaron en la Convención, donde es importante apuntar quiénes no acudieron al llamado del candidato.

El único expresidente republicano vivo, George W. Bush, no asistió a dar su apoyo a Trump. Es vox populi que lo aborrece.

Biden, en cambio, tuvo a los tres expresidentes demócratas a su lado: Carter, Clinton y Obama.

Senadores republicanos emblemáticos de ese partido, y aún poderosos, como Mitt Romney –ex candidato presidencial–, no estuvieron. Romney votó en el Senado por juzgar a Trump por el 'Rusiagate'.

Tampoco asistió Marco Rubio, el senador (Florida) más influyente en política exterior. No fue ninguno de los senadores que se postulan a la reelección en estados indecisos (Colorado, Arizona, Carolina del Norte, Georgia y Maine).

En la Convención el presidente estuvo acompañado, mayoritariamente, por los exponentes radicales de su iracunda ideología. El matrimonio Mc Closkey, de Saint Louis, Missouri, por ejemplo.

Le sugiero que se tome cinco minutos y los busque en Google. La foto es genial. Toda una metáfora.

Saltaron a la fama cuando aparecieron descalzos en la calle, ella con una pistola y él con un rifle de asalto AR-15, apuntando a los integrantes de una marcha de Black Lives Matter que pasaban tranquilamente frente a su casa.

Trump los catapultó de nueva cuenta a las portadas de los periódicos, con su mensaje en el horario prime time de la Convención: “No importa dónde vivas, tu familia no estará segura en manos de los demócratas radicales”.

De ese tamaño es la polarización alcanzada en Estados Unidos.

Obra, pues, de un presidente populista que usa la casa presidencial para hacer campaña en provecho suyo y de su partido.

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