El Mexican Moment sigue vigente. Ya no como una oportunidad llena de luces como hace un año, sino como una de sombras y claroscuros. Los editores del semanario británico The Economist, el más influyente de su tipo en el mundo, autores intelectuales de la burbuja mágica en la que imaginaban al nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto, son los primeros que cerraron ese capítulo lleno de optimismo que comenzó en noviembre de 2012 cuando titularon Mexico’s Moment, un artículo que escribió para ellos el presidente electo, donde prometía: “Trabajaremos para un modelo económico, político y social próspero, en el cual el pragmatismo y el respeto de los valores liberales coexistan”.
The Economist, gran trompetista de los gobiernos mexicanos liberales, fue seducido. Ese artículo de Peña Nieto en un blog en su edición electrónica fue reproducido en la edición impresa de su número especial sobre el futuro del mundo que sacan en papel cada año.
Ahora The Economist, que también suele decepcionarse rápidamente de los gobiernos mexicanos liberales y se corre a los extremos, es la vanguardia global de todos aquellos decepcionados de Peña Nieto. Ahora, en un artículo publicado en su última edición, titulado “el atorón de mañana”, afirma:
“Hasta lo que va del año, el gobierno de México se parece a uno de los muchos devotos de San Judas, patrón de las causas perdidas, que hay en el país. Se ha aferrado tenazmente a un pronóstico de crecimiento de 3.9 por ciento, aun cuando su principal mercado de exportaciones, Estados Unidos, ha estado lento y los dos pilares de la economía interna –consumo y construcción– han estado peor”.
El crecimiento fue ajustado a 2.7 por ciento el mismo día que la publicación salió a la calle, rectificación de pronóstico que, sin embargo, no amainó la tormenta, en México sobre el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y en el mundo sobre el presidente Peña Nieto. Los temas recurrentes son el magro crecimiento y si hay o no recesión en México. Los dos tienen explicaciones técnicas y metodológicas enfrentadas, pero por encima de ellos existe asimismo una lucha abierta escondida detrás del ámbito económico, que apenas se asoma por detrás del debate que se vive, donde participan múltiples actores, algunos incluso sin conocimiento técnico para discutir objetivamente. En esos entretelones, hay elementos que pueden aportar al entendimiento de la confrontación en este nuevo Momento Mexicano que mantiene incendiada la pradera nacional, y que tienen que ver con decisiones presidenciales.
Hay que voltear al presidente Peña Nieto que suele engañar con la verdad. En aquél artículo en The Economist mencionó la coexistencia del pragmatismo y los valores liberales. Si en México no lo veían venir, en Londres menos. El pragmatismo de Peña Nieto se vio claramente cuando, ante una crisis política que podría afectar la aprobación de la reforma energética, revirtió el incremento al IVA previsto para este año y se fue con una iniciativa del PRD y una idea del excandidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, para elevar impuestos a los contribuyentes de mayor ingreso. Todos los sectores productivos resultaron afectados por esa medida y transfirieron una parte del costo a los consumidores. Las consecuencias por las nuevas disposiciones fiscales estancaron la economía o, de acuerdo con otra interpretación metodología, causaron una recesión.
Lo que sucedió es que la política económica, como en los viejos tiempos, se volvió a manejar desde Los Pinos con un enfoque político. Las élites, como las que refleja en sus páginas el semanario británico, se indignaron. ¿Cómo, ante el cambio de las variables exógenas, como el comportamiento de la economía de Estados Unidos, de la que es dependiente la mexicana, no hubo un cambio de dirección? Políticamente dogmática, la decisión de incrementar impuestos cuando la economía venía cayendo, fue a contrasentido económico, que exige en esas circunstancias bajar impuestos para estimular la economía. Pero el tema era político, como también lo fueron las provisiones en las leyes secundarias de la reforma energética donde los inversionistas en el mundo están teniendo dudas sobre sus proyectos de largo plazo.
A los inversionistas no les ha gustado que los órganos reguladores –que decidirán en dónde y a quién se les dan contratos para explorar y producir en aguas profundas– quedaran en manos del gobierno. Las garantías jurídicas en la ley secundaria no les reduce el temor que les garantice que un nuevo gobierno –piensan en la lógica de López Obrador–, en el futuro los excluya de la actividad y pierdan los recursos y el tiempo invertidos, al dejar dentro de la ley la discrecionalidad del gobierno esas decisiones.
Fueron los efectos de sus acciones políticas debajo de la máscara económica, lo que se encuentra en el trasfondo de la actual discusión sobre el crecimiento, y que tiene atrapado retóricamente el gobierno mexicano. Pero es el terreno en el cual quiso jugar y en el que lo están confrontando actualmente desde las sombras. Ha querido subordinar la economía a la política, que es una tentación que en el pasado resultó bastante dañino para el país. Es un terreno ya recorrido y por el cual dos generaciones han vivido en crisis. Rectificar esa visión y acción, es un buen consejo. Si es a tiempo, mucho mejor.
Contrasentido económico lo que sucedió es que la política económica, como en los viejos tiempos, se volvió a manejar desde Los Pinos con un enfoque político.
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miércoles, 29 de octubre de 2014
El nuevo Mexican Moment
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octubre 29, 2014
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