Claudia Sheinbaum tendría la capacidad de promover reformas, dándole un sello propio y obteniendo el respaldo de las minorías, lo que le daría mayor legitimidad y fuerza.
El pasado 18 de julio publiqué un texto titulado ‘La hipocresía de la sobrerrepresentación’, en el que
documentaba cómo otros partidos políticos, además de Morena, se beneficiaron en
el pasado por esta regla.
Pudo quedar la idea de que soy partidario de que se
haga una aplicación literal del artículo 54 de la Constitución al
asignarse los diputados plurinominales.
No es así.
Creo, de entrada, que la Constitución debe
interpretarse, no aplicarse simplemente en su literalidad.
Esa es una de las razones por las que existen los Tribunales
Constitucionales, como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (TEPJF).
Si la interpretación conduce a que se considere legal que la
regla de la sobrerrepresentación deba aplicarse estrictamente a los partidos y
no a las coaliciones, será también una interpretación del texto, y no
simplemente su aplicación plana.
Pero, puede ser que se interprete que el sentido del texto
del artículo 54 de la Carta Magna, en realidad apunta a partidos o
coaliciones, asumiendo una sinonimia en lo que respecta a este tema, y
puede ser válido pese a que no responda a la literalidad del texto.
¿Cuál es el sentido de la restricción de los 8 puntos como
techo de la sobrerrepresentación?
Evitar que una fuerza política, partido o coalición,
tenga una presencia en la Cámara de Diputados que supere “excesivamente”,
en más de 8 puntos porcentuales, el porcentaje de los votos que obtuvo en las
urnas.
En el caso específico del debate que hoy está dándose en la
sociedad mexicana y que debe darse en el INE y en el TEPJF, el ‘exceso’,
corresponde al hecho de que una votación de 56.8 por ciento de los votos
válidos (o 54.7 por ciento de los votos totales), otorgue una mayoría
de asientos con capacidad para modificar la Constitución sin negociar con
las fuerzas políticas minoritarias.
El sentido de ese párrafo del artículo 54 es la
protección de las minorías.
La aplicación del criterio, al limitar la
sobrerrepresentación también a las coaliciones, contribuiría a una mayor
transparencia y rendición de cuentas en el sistema electoral. Actualmente, los
partidos tienen incentivos para formar coaliciones con el fin de
maximizar su representación, incluso si no comparten plenamente plataformas o
ideologías.
Esto lleva a acuerdos opacos y alianzas poco transparentes,
donde los intereses electorales prevalecen sobre la coherencia
política y programática.
Al extender las restricciones de sobrerrepresentación a las
coaliciones, se fomentaría una mayor claridad y honestidad en las
alianzas, obligando a los partidos a justificar sus coaliciones no solo en
términos de una ‘ingeniería electoral’, sino también en términos de afinidad
política y programática.
Si el criterio del 8 por ciento solo se aplica a los
partidos individuales, se crea una disparidad en el tratamiento de los
actores políticos, otorgando una ventaja injusta a las coaliciones.
Aplicar las reglas de sobrerrepresentación a todos por
igual, nivelaría el campo de juego, fomentando una competencia más justa y
democrática.
Aplicar el límite de la sobrerrepresentación a las
coaliciones, además, reforzaría el respeto a la voluntad del electorado.
Los votantes depositan su confianza en los partidos y
coaliciones con la expectativa de que su voto se traduzca de manera justa
en la representación legislativa.
Cuando las coaliciones eluden las restricciones de
sobrerrepresentación, se traiciona esa confianza, ya que los resultados no
reflejan fielmente la intención del voto ciudadano.
Si se aplican estas medidas a las coaliciones, se asegura
que la composición de la Cámara de Diputados sea un mejor reflejo de
la voluntad expresada en las urnas, fortaleciendo la legitimidad del sistema
democrático.
Finalmente, creo que la interpretación constitucional que
suponga aplicar la sobrerrepresentación a las coaliciones acabaría
fortaleciendo a la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbaum.
Le daría un espacio que hoy no tiene, pues ya no tendría que
seguir literalmente lo propuesto por AMLO.
Tendría la capacidad de promover reformas, como la
judicial, dándole un sello propio y obteniendo el respaldo de las minorías, lo
que le daría mayor legitimidad y fuerza.
Si el INE y, al final de cuentas, el TEPJF, quieren aplicar
correctamente la Constitución y hacerle un favor a la virtual presidenta electa,
deberían limitar el número de asientos que la fuerza política triunfante obtuvo
a un extra de 8 puntos, como fija la Constitución, es decir, 324 asientos, el
64.8 por ciento del total.
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