Estamos situados en 1952. De aquella época data la frase
coloquial: “Me canso, ganso”; a la que se le agregaba: “me fatigo y me sofoco”.
La remembranza salió del desván de mi infancia –tenía yo siete años el día de
autos- este fin de semana cuando leí la biografía novelada de la estrella del
espectáculo en la primera mitad del siglo XX, Esperanza Iris, escrita por
Silvia Cherem. La publicación es fruto de una seria y profunda investigación en
lo referente al verídico episodio aeronáutico que ahí se narra.
Luego de ser la diva más famosa de su tiempo; conocida en
toda Iberoamérica como “La reina de la opereta” y “Emperatriz de la Gracia”;
condecorada en España por el rey Alfonso XIII. Luego de construir, con
financiamiento propio, su teatro que fue inaugurado por el Presidente
Venustiano Carranza; Esperanza Iris, de 50 años, casó en 1938, con el barítono
Francisco Sierra Cordero de 28 años, conocido y anunciado como Paco Sierra, un
vividor que se aprovechó del amor de la señora Iris no sólo para triunfar en el
medio del espectáculo sino para hacer mal uso del nombre y del dinero de la
estrella.
Al final de los años cuarenta y principios de los cincuenta,
el mediocre barítono que por disponer del teatro de su mujer se sintió
empresario, fracasó con la presentación de una compañía italiana, así como en
la producción de un Maratón de Baile que las mojigatas autoridades de la época
consideraron inmoral por lo que clausuraron el teatro. Para solventar
económicamente sus fracasos, Sierra Cordero falsificó la firma de su mujer en
varios cheques y amplió a 500 mil pesos la hipoteca del teatro.
Aún así, Paco no salió del atolladero económico por lo que
en complicidad con un amigo llamado Emilio Arellano, maquinaron un negocio
criminal. Por medio de un anuncio en el periódico solicitaron los servicios de
personal para trabajar con muy buenos salarios en diversas actividades en
Oaxaca. A estos ilusos, gente humilde, los harían viajar en avión al lugar de
trabajo, no sin antes comprarles, en secreto, un seguro de vida que pusieron a
nombre de personas amigas de Paco, sin que éstas se enteraran.
A los contratados, los contratantes Emilio Arellano, con el
nombre de Eduardo Noriega, y Francisco Sierra, que jamás se dejó ver por los
supuestos trabajadores, les regalaron diferentes piezas de plata con su nombre
o iniciales grabadas para que su identificación fuera fácil, ya que la
culminación de sus nefandos planes era colocar una bomba en la aeronave que
estallaría en el aire. Los empleados, así como el resto de los pasajeros y la
tripulación perecerían. El cantante y su socio cobrarían la suma asegurada que
sería de... ¡2 millones de aquellos pesos! Ya se encargaría el barítono con su
labia de hacer cobrar a los desconocedores beneficiarios tamaño dineral. Fueron
siete los elegidos para trabajar en Oaxaca, entre ellos un tío de Arellano que,
sin que él se enterara, en su maleta iría la bomba.
El 24 de septiembre de 1952, a las ocho de la mañana con un
minuto, despegó del Aeropuerto de la Ciudad de México, con dieciséis minutos de
retraso, el vuelo 575 de la Compañía Mexicana de Aviación, un DC3 con 17
pasajeros, seis mexicanos y un colombiano contratados por el dueto asesino,
otro mexicano que viajaba por su cuenta al igual que nueve estadounidenses. El
piloto, veterano del Escuadrón 201, Carlos Rodríguez Corona, el copiloto, el
novato Agustín Jurado Amilpa, la aeromoza –ahora se les llama sobrecargos-
Lilia Novelo Torres.
Apenas el avión había volado 15 minutos cuando se registró
una explosión. El impacto dañó los instrumentos de navegación, se rompió el
tanque de la gasolina, los cables ubicados debajo de la cabina de mando se dañaron.
El capitán Rodríguez controló el avión que perdió velocidad y altura; tomó la
decisión más importante de su vida: cruzar un banco de nubes a sabiendas que
tras éste podría estar una montaña, lo que sería el fin. Para su buena fortuna,
tras de las nubes se divisó la base militar de Santa Lucía, donde se construía
una pista para uso de la Fuerza Aérea que inauguraría al final de su sexenio el
Presidente Miguel Alemán. Esa pista en el municipio de Zumpango fue
providencial, en ella pudo aterrizar el DC3. Si el avión hubiese salido a
tiempo el bombazo los hubiera sorprendido en la sierra de Puebla y el final
hubiera sido irremediable.
Al aterrizar, el capitán Rodríguez contactó un avión cubano
y pidió ayuda para que una aeronave viniera por los pasajeros, algunos heridos
de gravedad. Un avión de Mexicana de Aviación recogió a éstos que tras nueve
minutos de vuelo llegaron al Aeropuerto de la Ciudad de México. (Tarea: Si
entre Santa Lucía y el aeropuerto de Balbuena se hicieron 9 minutos en avión,
¿cuánto tiempo se hará en la actualidad por tierra entre ambos campos aéreos?).
Paco y su cómplice fueron sentenciados a 29 años de prisión.
Doña Esperanza murió en noviembre de 1962. El barítono salió de prisión,
gracias a las reformas carcelarias, en mayo de 1971 y murió en noviembre de
1988.
No hay comentarios :
Publicar un comentario