– un almanaque de 1826 que se sigue vendiendo en puestos de periódico
El Calendario del más Antiguo Galván es el más completo y antiguo del país: en sus páginas hay eventos astronómicos, fases lunares y otros detalles fascinantes del 2020.
El Calendario del más Antiguo Galván es quizá la publicación más longeva de México, su primera edición fue en 1826 en los talleres de la editorial Murguía, y hasta hoy está en todos los puestos de revistas cada vez que inicia un año. Queremos hablar del calendario porque es una maravilla: sus páginas contienen santorales, eventos astronómicos, fases lunares y otros detalles importantes que ocurrirán durante el año. Mucha gente lo usa para, por ejemplo, saber cuándo sembrar.
Antes del Internet, el Calendario del más Antiguo Galván nunca faltaba en muchos hogares mexicanos. Las familias de agricultores, por ejemplo, lo compraban desde el primero de enero para revisar las fases lunares y saber cuándo tenía que poner a hidratar las semillas y qué día comenzar a sembrar. De acuerdo con la edición de este año, hay que remojar las semillas del 14 al 15 de marzo para comenzar a sembrar entre el 16 y 24 donde la luna está en cuarto menguante o en nueva.
Cuelgan de las paredes de infinidad de hogares, como un objeto que, de tan cotidiano, pasa desapercibido; también se pueden encontrar en un espacio más importante, al que se acude cuando se trata de tomar una decisión importante en el ámbito individual o colectivo, pero sin duda pocas veces llega a tener la importancia que en su momento tuvo el Calendario de Galván. "La colección de Galván es uno de los 365 títulos que tenemos en el acervo de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), la más completa que existe, lo puedo asegurar, en la Ciudad de México, porque va desde que se inició en 1827 y llega hasta 1973, aun cuando el calendario se sigue publicando hasta la fecha, con el sello de Murguía", explica la historiadora Laura Herrera, quien realiza una investigación sobre calendarios.
Se trata de un documento que, más que marcar los días y los santorales, da cuenta de fenómenos astronómicos e importantes fechas eclesiásticas, que servía para regir la vida cotidiana de los ciudadanos durante el siglo XIX, e "incluso podríamos decir que hasta la década de los sesenta del siglo XX, su punto más alto". PUBLICIDAD Los ejemplares del Calendario de Galván ya se pueden revisar de forma digital en la BNAH, del INAH.
"Los primeros calendarios o almanaques que se publicaron sirvieron para regir la vida de los campesinos, para saber cuándo sembrar y cosechar basándose en las fases de la Luna. Entonces los destinatarios principales fueron los campesinos, pero poco a poco fue absolutamente indispensable para todo tipo de público", destacó Herrera, quien, junto a la bibliotecóloga Mezli Silva y la restauradora Xóchitl Cruz, se encargaron de la recuperación de los volúmenes.
Importancia cultural El Calendario de Galván se compone de más de 390 volúmenes, recuperados en la BNAH, el cual ofrece una información doble: histórica y documental, en especial por el interés de Mariano Galván Rivera en ofrecer un producto útil, que además era un buen negocio, al grado de que en su momento se intentó piratear la propuesta.
"Resulta que es el calendario que tiene mayor éxito en todas las décadas que siguieron, incluso hasta la actualidad. Este interés se expandió a otros calendaristas muy importantes, como Ignacio Cumplido o Vicente García Torres, quienes también hicieron calendarios que se distribuían por todo el país y llegaban a los lugares más recónditos". Fue en ese tiempo en que Galván Rivera colocó en la cubierta una advertencia que acompaña al calendario hasta nuestros días: "del más antiguo Galván", a fin de que la gente pudiera identificarlo y no se fueran con el producto de otro editor plagiario del nombre.
Fue un editor que tenía la intención no solo de ofrecer algo útil al público, sino de también educar. "Por eso se incluyen en sus calendarios artículos relativos a historia, filosofía, principios morales, máximas, etcétera". Entre las características del Calendario de Galván estaban los artículos históricos, sobre todo después de la guerra con EU, cuando se perdió la mitad del territorio. "Y hacia 1892 empieza a publicar sus famosas efemérides, que eran imprescindibles ya en lo sucesivo, como lo fue el santoral", explica Herrera.
Un trabajo complementario En un primer momento el Calendario de Galván era de "bolsillo", tenía un tamaño de siete por 10 centímetros y luego aumentó a 10 por 15; incluso sus cubiertas sufrieron una evolución con el paso de los años, de acuerdo con la bibliotecóloga Mezli Silva. Luego se agregaron horóscopos y anuncios publicitarios, principalmente de cervezas, cigarros, máquinas de coser e incluso de la misma imprenta que los realiza, lo que reflejó su transformación, a decir de la especialista.
"Aquí tenemos una evolución no solo del conocimiento sino también en la vida editorial, porque hablamos de formatos, encuadernaciones y contenidos totalmente distintos", señala. "Al final, cada impresor le dio un toque diferente: se incluyeron imágenes a color, se colocó publicidad y se cambió el papel, para lo cual hasta se tuvieron que elaborar unas guardas especiales para proteger la integridad de cada uno de los calendarios, suelto o encuadernado", enfatizó la especialista. https://www.milenio.com/estados/calendario-de-galvan-un-repaso-a-la-historia-de-mexico
La historia del Calendario Galván
Antes de la mecanización de la impresora, tener un calendario en casa era un lujo exclusivo de las clases acomodadas. La impresión de estos documentos estaba concesionada a un solo editor, en el caso del Más Antiguo Galván al impresor y científico Felipe Zúñiga y Ontiveros, pionero en incluir santorales y predicciones atmosféricas (sin base científica) en sus calendarios.
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En 1826, el editor Mariano Galván Rivera, de la Antigua Imprenta Murgía, lanzó su primer almanaque a un precio accesible. Y después de la Guerra de Independencia muchos compraban almanaques aún sin saber leer, porque en las plazas se leían en voz alta. Galván quiso aprovechar eso e incluyó en su calendario efemérides, datos sobre descubrimientos científicos importantes e incluso las noticias más relevantes del año anterior. Todo esto para que su publicación no quedara como un simple recuento de los días y sirviera incluso como material educativo.
Con la inclusión de esos apéndices, el calendario de Galván logró superar a su competencia donde estaban publicaciones como el Calendario de Abraham López y el Calendario y pronóstico del Pensador Mexicano, editado por José Joaquín Fernández de Lizardi, autor de El periquillo Sarniento. Por supuesto, también hubo quien intentó copiar el formato de Mariano Galván para venderlo como propio. Quizá el más descarado fue Calendario del Más Moderno Marciano Galván, de Marciano Galván y Rivero, por el que Mariano Galván decidió cambiar el título de su almanaque para poner la advertencia “del más antiguo Galván”. Con ello uno sabía cuál fue el primer calendario.
El Calendario del más Antiguo Galván hoy
La del 2020 es la edición 194 del calendario. Quizá son menos quienes compran el Calendario del más antiguo Galván como guía para la siembra, pero si se sigue imprimiendo es porque vende copias, y nos alegra.
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En las zonas agrícolas del sur de la ciudad uno puede encontrar el calendario en los puestos de revistas o incluso en las papelerías con más tradición. Las tiendas del Centro también lo venden, aunque para hacerse de un ejemplar uno debe apartarlo desde diciembre porque llegan pocos. Nosotros encontramos el nuestro en un puesto de revistas muy cerca del Parque España y ya sólo quedaban algunos. Pero si ven uno, llévenlo. Pueden leer su horóscopo o la alineación de las estrellas cualquier día del año.
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