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jueves, 12 de marzo de 2020

Importancia del agua para los grupos humanos que se asentaron en la cuenca de México

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María de la Asunción García Samper
Centro de Estudios Mesoamericanos. A. C.
Héctor Miguel Robinson Fuentes.
Instituto Nacional de Antropología e Historia.



La utilización del recurso natural del agua para cualquier grupo mesoamericano se divide en: Consumo individual, higiene e ingesta, agrícola y explotación lacustre (flora y fauna), de culto y medicinal, como el caso de las salobres.

Desde épocas muy tempranas los grupos humanos, en sus campamentos nómadas, buscaban el acceso a este recurso, los asentamientos lo realizan próximos a manantiales, ríos, lagos, de donde, más adelante cuando la población se incrementa y con las nuevas necesidades, la desviación de los cauces permite tener el control del mismo para cultivos por regadío.

El manejo del recurso es evidente en Tehuacán, Puebla, que cuenta con la construcción de una presa llamada Purrón y que, según reporta en sus exploraciones arqueológicas MacNeish ( MacNeish, Richard, Ancient Mesoamerican Civilization: Valley of Tehuacán. Instituto Nacional de Antropología e Historia. México, 1964.;) otra de estas presas se localiza en Acolman, Estado de México, donde se encuentra hoy el convento de San Agustín, otro ejemplo más es la desviación del río de San Juan en Teotihuacán que, a su vez, es distribuido dentro de la ciudad y canalizado hasta el lago de Texcoco.

En los lagos de la Cuenca de México, la importancia de separar las aguas dulces de las salobres es fundamental para la apropiada explotación de los lagos, además del comercio que en las lagunas sé hacía entre los grupos ribereños, y por lo tanto el desarrollo de una institución que organizara a la sociedad para tal fin y permita el desarrollo de diversas actividades entre los que se encuentran la agricultura y los mercados.

La explotación de la sal tiene matices particulares, pues esta tenía diversos usos, no solo en la alimentación y la medicina, sino para procesos artesanales y de conservación de algunos alimentos. Por otro lado, la morfología del terreno dificultaba el traslado de materias primas por tierra, tomando en cuenta que no estimulaba el uso de la rueda y sin animales de tiro, por lo que, el traslado de mercancías por el agua de los lagos facilitaba esta tarea, además la construcción de canales hacía este trabajo más eficiente.



En cuanto al culto, son cuantiosas las manifestaciones que desde épocas tempranas se dan forma en pinturas, petroglifos, advocaciones representadas en cerámica, en figurillas, además de esculturas, los chalchihuites como una representación del líquido divino en piezas de lapidaria, jadeíta, amazonita, y en gran variedad de piedras verdes. En pintura mural y sobre todo desde el panteón teotihuacano es donde representan dioses de las aguas en advocaciones masculinas y femeninas, de las aguas terrestres y celestes.

Desde épocas tempranas el hombre aprende el comportamiento de ríos y arroyos que alimentan a los lagos de la cuenca de México, de esta forma, empieza a conocer los inicios de la agricultura y de la producción de la cerámica y los asentamientos fijos, más adelante comienza a construir calzadas, caminos, represas, chinampas y obras mayores como los albarradones a modo de controlar los flujos de agua con el fin de evitar las inundaciones y las épocas de sequía, regulando de esa forma el comportamiento de los lagos.

Para el control y abastecimiento de las aguas, al igual que para las comunicaciones de la Ciudad de México con los pueblos ribereños, se operaron tres tipos de obras que específicamente cumplía cada una su función, pero que se integraban cada uno en el sistema: Los acueductos, las calzadas que servían también de dique y los albarradones o diques propiamente dichos. Estos dos últimos son usados para controlar la entrada de agua a la zona de la ciudad y como protección contra las inundaciones.

Como sabemos, la ciudad de México-Tenochtitlán estuvo sitiada durante 75 días, pero antes de ello el conocimiento del control hidráulico fue lo que retrasó la conquista de la capital mexica, ya que, como lo relata Bernal Díaz del Castillo, ofrecieron resistencia en el agua e hicieron daño a los bergantines, además de que con el juego de estas estructuras dificultaban el sitio de la ciudad, mientras los españoles y sus aliados cortaban los suministros de agua dulce a la ciudad. Aunque la armada española destruyó varias calzadas dique, “que ellos llamaban albarradones” ( Díaz del Castillo, Bernal. Historia de la Conquista de la Nueva España. Ed. Porrúa, Col. Sepan Cuantos. México, 1974.), durante la colonia se dieron mantenimiento a estos y además se mandaron construir otros, más a sus necesidades que al conocimiento del comportamiento de las aguas de los lagos en el transcurso de las estaciones del año, lo que les hizo padecer las inundaciones que más adelante se mencionarán.

Los acueductos fueron construidos, principalmente, con la mano de obra indígena siguiendo con la costumbre del “tequio”, es decir, con la fuerza de trabajo de diferentes comunidades; de acuerdo con las crónicas históricas es posible que los pueblos que más contribuyeron a este tipo de trabajo, hayan sido los de Iztapalapa, Xalostoc, Coatitla, Tulpetlac, Tacuba y Azcapotzalco, Chiconautla, Xaltocan, Texcoco y Ecatepec.

Los Texcocanos fueron excelentes arquitectos e ingenieros y aportaron su conocimiento, ya que la hidráulica de alta montaña es un conocimiento añejo que viene desde el Señor de Texcoco, el rey Netzahualcóyotl con la técnica hidráulica utilizada en la obra cuyos restos aún existen en el cerro del Tecutzinco.

El establecimiento de la ciudad de México-Tenochtitlán dentro del lago de Texcoco trajo innumerables contratiempos durante la época prehispánica, ya fuera por las inundaciones o por las condiciones pantanosas del suelo. Para la solución de tales problemas se efectuaron trabajos con diferentes características y criterio, dependiendo básicamente de los principios culturales de los grupos sociales que la habían habitado, especialmente los mexicas, las aguas de los lagos eran vitales para su subsistencia y desarrollo. (Alcocer, Ignacio. Apuntes Sobre la Antigua México-Tenochtitlán. Instituto Panamericano de Geografía e Historia. México, 1935.) Por lo que las obras hidráulicas se dirigían básicamente al control de las aguas, contrariamente a la idea que sé ha difundido sobre que “Las tres principales inundaciones en tiempos de los mexicas, obligaron a éstos a tomar medidas de defensa pero todos estos medios empleados no constituyeron una solución completa al problema del desagüe” (Alcocer, Ignacio. Apuntes Sobre la Antigua México-Tenochtitlán. Instituto Panamericano de Geografía e Historia. México, 1935.)

Este conocimiento fue aprovechado quizás por los arquitectos novohispanos para poder construir los acueductos que se utilizaron en nueva España y explotar su función hidráulica. Era natural que este valle cerrado fuera centro de contención de grandes lagos como los de Texcoco, Zumpango, Xaltocan, Chalco y Xochimilco con un nivel de agua muy elevado que al paso del tiempo descendió de tal manera que se formaron pequeños y grandes islotes, como el de Tenochtitlán, dándole al ambiente un aspecto seductor por lo argentado de las aguas y lo alegre de sus campos ( Piña Chan, Román. Las culturas prehispánicas de la Cuenca de México. Fondo de Cultura Económica. México, 1975.). Las aguas eran tranquilas, límpidas y transparentes. En la pradera cruzaban los ríos de aguas claras. En las playas y riberas, lirios, juncos y espadañas. Un horizonte dejaba ver a lo lejos en la verde planicie el cerro de la Estrella en Iztapalapa, el Peñón de los Baños, el de Chapultepec y el Pedregal del área de Cuicuilco.

Para su estudio, la región de los lagos de la Cuenca de México se ha dividido en subregiones que van de acuerdo a la estructura orográfica del terreno determinado por los escurrimientos de las vertientes internas de las montañas que circundan la región; Culturalmente, el desarrollo de los pueblos está determinado por el acceso a fuentes de abastecimiento de agua, a estos se debe su desarrollo, por lo que, se han hecho propuestas para subdividir a esta región; Paul Tolstoy (1929) ,( Tolstoy, Paul. Surfey Survey in the Norten of the Valley of México. The Classic and Postclasic Periods. Transactions of the American Philosophical Society. New Serie, V. 48, par 5. Philadelphia, 1958. P.p. 670-674.), fue la primera (plano 2), Erick Wolf (1976) (, Erik Wolf Ed. The Valley of México. Studies in Prehispanic Ecology and Society. University of New México Press, 1976. P. 57, Plano 1.) hace una propuesta de división por sectores productivos de acuerdo a los recursos acuíferos y a las obras hidráulicas construidas para su aprovechamiento (Plano 1); con más elementos, Sanders, Parsons y Santley (1978) (Sanders, Parsons y Santley. The Basin of México. Ecological Process in the Evolution of a Civilization. Academic Press. Studies in Archaeology. New York, 1979.) subdividen la región de manera similar pero con más argumentos a toda la región (Plano 2), de este último es del que nos basamos para la propuesta que aquí se entrega (plano 3).


Las subregiones que proponemos, no muy diferentes a las de los autores mencionados, son las siguientes, solo para el norte de la Región de los Lagos: Zumpango, Cuautitlán, Xaltocan-Tecamac, Teotihuacán y Texcoco; además, por la naturaleza del trabajo humano en las obras hidráulicas incluimos cuatro sistemas de gran formato: El Acueducto de Tembleque, El Albarradón de Ecatepec-Chiconautla, la contención y desviación del río Cuautitlán y el Acueducto de Tlalnepantla-Tepeyac.

Ya dentro de las obras hidráulicas que el ser humano construyó para el control, almacenamiento y aprovechamiento del agua, se mencionan varias de estas distribuidas a lo largo y ancho de la zona norte de la Región de los Lagos que van desde canales, represas, aguajes, canalizaciones, metepancles, terraceados en las laderas de los cerros, chinampas y otros, además de las aportaciones españolas durante la colonia, todos estos serán presentados brevemente en este trabajo. Las obras modernas no se incluyen aquí por no ser el objetivo del presente.
Dentro de cada subregión mencionada, nos abocamos a presentar las obras hidráulicas que se incluyen en cada una de las demarcaciones propuestas, en los periodos prehispánico y colonial, antecedidas de su particular descripción geográfica y, cuando el caso así lo amerite, se presenta brevemente algún acontecimiento histórico allí ocurrido. Las ilustraciones mostradas son obtenidas de diversas fuentes como archivos históricos, bibliografías, planos actuales y las fotografías provienen de acervos históricos y colecciones particulares de las diferentes regiones, así como de los autores, como en su momento se irán indicando.
Las regiones que no se incluyen aquí son la de Cuauhtinchan, al sur de Texcoco, la de la Laguna de México al oeste del lago de Texcoco, solo dividido por el albarradón de Nezahualcóyotl, el de Chalco y el de Xochimilco, estos por no ser el alcance de este ensayo y, dicho de paso, corresponden a su propia realidad como subregiones hidráulicas.
Los escurrimientos provenientes de las partes altas confluían hasta el fondo del valle, acumulándose en cinco regiones que se conocen como los lagos de Zumpango, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco, los dos primeros alimentados por el río de Cuautitlán que era el de mayor caudal y el causante de los mayores problemas de inundación en el valle, el cual posteriormente fue desviado su cauce hacia la salida de Huehuetoca. La profundidad de los lagos de acuerdo con documentos provenientes del Archivo General de Indias y de la Nación, tenían las siguientes medidas: (Cuadro 1).
Cuadro 1. Profundidades de los lagos de la Cuenca de México. ( García Samper, María de la Asunción. El Albarradon de Acalhuacan o de Cristo Rey de Ecatepec. Ed. H. Ayuntamiento de Ecatepec de Morelos. INAH, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 1991)
LAGOS O LAGUNA VARAS METROS
Lago de Zumpango. 6,002 varas 2.40 m
Lago de Xaltocan-Tonanitla. 3,474 varas 1.38 m
Lago de Acalhuacan-San Cristóbal. 3,597 varas 1.43 m
Lago de Texcoco. 000 varas 0.00 m
Laguna artificial de México o de San Lázaro. 1,907 varas 0.70 m
Lago de Xochimilco-Tláhuac. 3,119 varas 1.70 m
Lago de Chalco. 3,082 varas 1.22 m

De acuerdo con las evidencias arqueológicas para la Cuenca de México, se muestra que desde por lo menos el Pleistoceno, están presentes los restos de mamuts y de otros animales de ese periodo geológico, localizados en las orillas cenagosas o pantanosas en los lagos norteños y con ellos vino el hombre. Desde esas épocas antiguas, el hombre aprende el comportamiento lacustre y también el de los ríos y arroyos que alimentan a los lagos de esta región. De esta forma, desde momentos tempranos, es como el hombre empieza a conocer los rudimentos de la agricultura y de la producción de cerámica, dando por resultado que los asentamientos fijos comiencen a aparecer, que se construyen calzadas, caminos, represas, chinampas, albarradones, canales y puentes, como control hidráulico para evitar las inundaciones y los efectos perniciosos de las épocas de secas y de esa forma regular el comportamiento de los mismos lagos en beneficio de sus poblaciones.





La economía se fundamentaba en la caza, recolección, pesca y en la producción de la sal, oficio este último, en el que las mujeres eran las encargadas del lavado del salitre y de su evaporación. El hombre fabricaba canoas, obteniendo las maderas de la misma sierra. Con el tule, recolectado en los lagos, fabricaban canastas y petates. Pescaban y cazaban patos con redes. Salaban el pescado para su conservación. Tenían un sistema agrícola por medio de chinampas y camellones en las partes pantanosas de los lagos, utilizando para el regadío agua dulce recogida de represas o de la acumulación del líquido, mediante el sistema de los Albarradones. La conducían a través de canales. ( García Samper, Asunción y Héctor Miguel Robinson Fuentes. Economía y Sociedad en la Región de Ecatepec-Chiconautla: épocas prehispánica y colonial. En Prensa.)


Fue una práctica muy generalizada, todavía hasta mediados del siglo XX, controlar y dirigir el comercio lacustre a través del canotaje que llegaba desde Zumpango-Xaltocan al puerto de Acalhuacan, al pie de la localidad de Ecatepec, localizado en lo que es hoy San Juan Acalhuacan o al de Atzompan y pasaban, a través de canales que cruzaban el dique-calzada del Acalhuacan-Nepohualco, lo que permitió llevar el comercio a Texcoco, Xochimilco y Chalco, a la vez que controlaban también la llegada del comercio de otras regiones cuyos productos se intercambiaban en los mercados de Acalhuacan, Chiconautla, Acolman y Atzompan.



Más tarde con el establecimiento de México-Tenochtitlán dentro del lago de Texcoco, ciudad construida sobre islotes y ensanchada a través de chinampas, como ya lo mencionamos, la existencia de una urbe en medio de un lago, provocó diversos y graves fenómenos que afectaron la vida social, tanto en la época prehispánica, como en la colonial, por causa de las inundaciones o por lo cenagoso del suelo. Evidentemente, ambas sociedades tomaron medidas para solucionar la problemática, basándose en los conocimientos previos de la cultura mexica y los adquiridos por la española. (Angería, Pedro Mártir. Décadas del nuevo mundo. Editorial Porrúa. México, 1964.) Mientras que para la primera las aguas de los lagos eran vitales en su subsistencia y desarrollo, para la segunda era no menos que un obstáculo en el crecimiento de la propia ciudad.

Para todos los pueblos prehispánicos situados en la zona lacustre eran muy importantes los lagos, pues de ellos dependía en gran medida su estancia en el valle y en general su propia economía. Era la principal fuente de abastecimiento de agua potable para muchos de ellos, así como el producto de la pesca, el agua para regadíos y comunicación entre los asentamientos en la ribera de los lagos. Por último, las fotografías que no presentan referencia son nuestras.






Bibliografía.

-Alcocer, Ignacio. Apuntes Sobre la Antigua México-Tenochtitlán. Instituto Panamericano de Geografía e Historia. México, 1935.

-Angería, Pedro Mártir. Décadas del nuevo mundo. Editorial Porrúa. México, 1964.
-Díaz del Castillo, Bernal. Historia de la Conquista de la Nueva España. Ed. Porrúa, Col. Sepan Cuantos. México, 1974.

-Erik Wolf Ed. The Valley of México. Studies in Prehispanic Ecology and Society. University of New México Press, 1976. P. 57, Plano 1.

-García Samper, María de la Asunción. El Albarradon de Acalhuacan o de Cristo Rey de Ecatepec. Ed. H. Ayuntamiento de Ecatepec de Morelos. INAH, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 1991

-García Samper, Asunción y Héctor Miguel Robinson Fuentes. Economía y Sociedad en la Región de Ecatepec-Chiconautla: épocas prehispánica y colonial. Centro de Estudios Mesoamericanos. A. C. 20115.

-MacNeish, Richard, Ancient Mesoamerican Civilization: Valley of Tehuacán. Instituto Nacional de Antropología e Historia. México, 1964.

-Piña Chan, Román. Las culturas prehispánicas de la Cuenca de México. Fondo de Cultura Económica. México, 1975.

-Tolstoy, Paul. Surfey Survey in the Norten of the Valley of México. The Classic and Postclasic Periods. Transactions of the American Philosophical Society. New Serie, V. 48, par 5. Philadelphia, 1958. P.p. 670-674.

-Sanders, Parsons y Santley. The Basin of México. Ecological Process in the Evolution of a Civilization. Academic Press. Studies in Archaeology. New York, 1979.




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