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martes, 8 de mayo de 2018

El filósofo de Güémez El mejor amigo…


La vida está llena de paradojas, de incongruencias, de contrasentidos, George Carlin afirma que: “La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos; carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos; compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas; mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos más grados académicos, pero menos sentido común; mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio; más expertos pero más problemas; mejor medicina pero menor bienestar.”

Otra de las paradojas de la vida se da con el perro; difícilmente encontraremos un guardián, un depositario de confianza y una compañía tan desinteresada e inalterablemente llena de lealtad que la de un perro; que nos ofrece su nobleza llegando hasta el límite de ofrendar su vida por nosotros. En muchas ocasiones, mientras un sabueso nos entrega su lealtad a toda prueba, le ofrecemos como pago y recompensa el maltrato, los golpes, el abandono, el descuido y hasta el abuso.

Algunas culturas mesoamericanas tenían en tan alta estima la valía de un perro, −sabían que su fidelidad e innato instinto complementaba nuestra existencia−, que en los entierros funerarios acompañaban a sus deudos de uno de ellos para que en el inframundo guiara correctamente el camino del alma del difunto.

“La expresión ‘el perro es el mejor amigo del hombre’ no es producto de la sabiduría popular, sino el extracto de un discurso pronunciado en 1871 por el abogado norteamericano doctor George Graham Vest, con motivo de que un vecino había matado a su galgo con una munición y el caso había sido llevado a un jurado, quien castigó unánimemente a Leónidas Hornsby con una multa superior al límite legal. En el juicio el doctor Graham pronunció un excepcional mensaje de donde se extrajo la frase: ‘El perro es el mejor amigo del hombre’ misma que se hizo popular para siempre.”

Hay cientos de historias que en cada pueblo se cuentan de la lealtad de los perros, la siguiente es una formidable historia que en Internet circula, misma que se dio en Cádiz, España, con un perro llamado “Canelo”. “Era una mascota que seguía a su dueño para todas partes y en todo momento. Este hombre anónimo vivía solo, por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero. La compañía y el cariño mutuo los hacía cómplices en las miradas y hasta en los gestos.

Cada mañana caminaban juntos por las tranquilas calles de la ciudad cuando el buen hombre sacaba a pasear a su amigo. Una vez a la semana uno de esos paseos eran hacía el Hospital Puerta del Mar ya que debido a complicaciones renales el hombre se sometía a tratamientos de diálisis.

Obviamente, como en un hospital no pueden entrar animales, él siempre dejaba al “Canelo” esperándolo en la puerta del mismo. El hombre salía de su diálisis, y juntos se dirigían a casa. Esa era una rutina que habían cumplido durante mucho tiempo.

Cierto día el hombre sufrió una complicación en su tratamiento, los médicos no pudieron superarla y éste falleció en el hospital. Mientras tanto “Canelo” como siempre, seguía esperando la salida de su dueño tumbado junto a la puerta del centro de salud. Pero su dueño nunca salió. El perro permaneció allí sentado, esperando. Ni el hambre ni la sed lo apartaron de la puerta. Día tras día, con frío, lluvia, viento o calor seguía acostado en la puerta del hospital esperando a su amigo para ir a casa.

Los vecinos de la zona se percataron de la situación y sintieron la necesidad de cuidar al animal. Se turnaban para llevarle agua y comida, incluso lograron la devolución e indulto del “Canelo” una ocasión en que la perrera municipal se lo llevó para sacrificarlo.

Doce años fue el tiempo que el noble animal pasó esperando fuera del hospital la salida de su amo. Nunca fue en busca de alimento, tampoco buscó una nueva familia. Sabía que su único amigo había entrado por esa puerta y que él debería esperarlo para volver juntos a casa. La espera se prolongó hasta el 9 de diciembre de 2002, en que murió atropellado por un auto en las afueras del hospital.

La historia de “Canelo” fue muy conocida en toda la ciudad de Cádiz. El pueblo gaditano, en reconocimiento al cariño, dedicación y lealtad de “Canelo”, puso su nombre a un callejón y una placa en su honor: ‘A ‘Canelo’. Que durante 12 años esperó en las puertas del hospital a su amo fallecido.

El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. Mayo de 2002’.”

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