La democracia en la red es también un tema que pone el dedo en la yaga, sobre todo, ante la posibilidad de que varios gobiernos ansían, cual lobos feroces, derogar artículos y leyes, para dar preferencia a la información que más le convenga a grupúsculos de poder, eliminando de tajo el libre tráfico que circula en internet, potencializando una forma de control. A la cabeza de esta iniciativa está, y no es nada sorpresivo, el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Ante la disyuntiva de que Trump busque activar iniciativas que eliminen el Título II de la Ley de Comunicaciones de la Unión Americana, en torno a la obligación de los proveedores de servicios de internet para tratar toda la información por igual, más de 80 mil páginas web, como Facebook, Google, Amazon, Netflix y Twitter, emprendieron una campaña y un llamado a la acción en sus plataformas, que inició el pasado 12 de julio, para evitar otro desastre en materia democrática por parte de Trump.
En respuesta, la Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos (FCC, por sus siglas en inglés), el órgano regulador de los proveedores de internet, entre otras muchas funciones, recibió más de dos millones de quejas en su sitio web, mientras que al Congreso estadounidense fueron enviados cinco millones de correos para presionar en contra de esta situación.
Según FCC, el posible cambio en la Orden de Internet Abierto, estriba en que su formato actual “daña a los pequeños empresarios y ha minado la inversión en infraestructura en telecomunicaciones”.
De manera hipotética, la ausencia de neutralidad en la red podría favorecer al mejor postor, en beneficio de pujar por sus contenidos, por encima del de otros, sobre todo, de quienes no tengan poder económico ni político, y que, gracias a la libertad que existe en la web, ha podido consolidar ideas diferentes, contrarias a las de los gobiernos, o ha levantado la voz para unirse con otros en defensa de derechos diversos y de la misma democracia.
El temor de prácticas monopólicas de los proveedores de internet, es también el principal dilema de la falta de neutralidad, ya que gobiernos y dueños de estas empresas, podrían controlar la información, dando preferencia a los socios que estos designen, limitando a los que menos impacto o presencia tengan dentro del círculo del poder.
Los expertos más optimistas, prevén que el abandono de neutralidad en la red de paso a una mejor competencia entre los proveedores, los cuales podrían ofrecer paquetes con mejoras y accesos ilimitados a consumidores con un alto nivel económico, y opciones menos caras, a clientes de clase media, aunque claro, con restricciones. Sin embargo, faltaría definir qué es esencial en los contenidos y qué es sólo una frivolidad, peor aún, quién sería el o los encargados de catalogar los tipos de contenidos y cómo lo harían.
Suena casi utópico suponer que, en este caso, las empresas proveedoras actuarán a favor del consumidor, de hecho, se piensa que más bien habría una competencia desleal y voraz, tratando de captar el mayor número de ingresos, como sucedió con la TV de cable, la cual, actualmente, se vende por paquetes, en los cuales, entre más se erogue, más canales se tendrán, con “mejores” contenidos.
Por ende, es imprescindible que México inicie la tarea de refrendar el libre derecho a internet, antes de que esta tendencia se imponga en el mundo. Sin embargo, lo cierto es que, a pesar de las restricciones planteadas, seguramente, no faltará, en el veloz campo de la web, los que logren seguir dando a los millones de seres humanos, una red libre y democrática.
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