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miércoles, 24 de mayo de 2017

En México la vida no vale nada… y si es de periodista, tampoco.

Javier Valdez Cárdenas, periodista sinaloense reconocido nacional e internacionalmente, quien dedicó buena parte de su vida a investigar y reportar los crímenes del narcotráfico, fue asesinado a plena luz del día en Culiacán hace más de una semana y todavía no sabemos en qué va la investigación oficial sobre su muerte.

Diversos medios de comunicación nacionales dejaron en negro su portada y/o dedicaron el día siguiente de su muerte a hablar y reportar sólo sobre Javier Valdez y su asesinato. Muchos periodistas y analistas nacionales y extranjeros han expresado su indignación y han hecho llamados reiterados al gobierno para que investigue el crimen y ponga un alto al asesinato de periodistas en el país.

A nivel internacional, la ONU, la Unión Europea, el diario español El País y el periódico estadounidense The Washington Post le han demandado al gobierno de México acciones concretas y una investigación rápida y expedita para el esclarecimiento y castigo de los responsables del asesinato de Javier Valdez.

El gobierno mexicano ha reaccionado, como de costumbre, con palabras grandilocuentes, pocas nueces y ningún resultado. Primero, reuniones de alto nivel, condenas airadas y anuncios, con bombo y platillo y muchos golpes de pecho, en el sentido de que se fortalecerá la coordinación entre las diversas dependencias y niveles de gobierno a cargo de este tipo de crímenes y de que el presidente instruirá a la PGR para que, a través de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE), coadyuve con las autoridades locales en la investigación sobre el caso.

Como si, frente a un niño ahogado en una alberca, a sus padres les diera por anunciar, el mismo día de los hechos, no cómo se van a ocupar de enterrarlo y averiguar qué paso, sino por dar a conocer ante familiares, amigos y autoridades sus grandiosos planes para lograr una mayor y mejor coordinación entre las empresas constructoras de albercas, sus clientes e intermediarios, y las proveedoras de servicios de emergencia en la localidad.

Dos días después del asesinato de Javier Valdez, ante la muy fuerte presión nacional e internacional, el presidente de México anuncia aumentos en los recursos y el personal especializado de la FEADLE y un mayor seguimiento a los casos de otros periodistas asesinados en el país.

De poco han servido las condenas, exhortaciones y anuncios del gobierno. Los responsables de los siguientes seis periodistas que han muerto asesinados en México desde el inicio de 2017 pueden (para infortunio de sus familiares y de todos los mexicanos) estar tranquilos.

† Cecilio Pineda Brito (38 años), periodista independiente, editor del diario La Voz, Tierra Caliente. Asesinado el 2 de marzo.

†Ricardo Monlui Cabrera (57 años), director de El Político y columnista de El Sol de Córdoba y El Diario de Xalapa. Asesinado en Veracruz el 19 de marzo.

†Miroslava Breach Velducea (54 años), corresponsal de La Jornada y colaboradora del diario Norte de Ciudad Juárez, acribillada afuera de su casa en Chihuahua el 23 de marzo.

†Maximino Rodríguez Palacios (72 años), colaboraba desde 2014 en Colectivo Pericú, portal de noticias y denuncias ciudadanas, con una columna sobre seguridad y política. Asesinado en el estacionamiento de un centro comercial en La Paz, Baja California Sur, el 14 de abril.

†Filiberto Álvarez Landeros (56 años), locutor de la estación de radio “La Señal” de Jojutla, Morelos. Asesinado en el municipio de Tlaquiltenango, del mismo estado el 2 de mayo.

†Javier Valdez Cárdenas (50 años), cofundador del semanario de investigación Riodoce, corresponsal de La Jornada y autor de varios libros sobre narcotráfico. Asesinado en Culiacán, Sinaloa, el 15 de mayo.

Ninguna vida vale más que otra, pero, como bien ha señalado Jesús Silva-Herzog Márquez en su columna de esta semana: “Sin prensa vivimos a oscuras y sin palabras: mudos y ciegos”. Por eso importa tanto hacer pública nuestra indignación frente al asesinato impune de los y las periodistas que, arriesgando su vida mientras hacen su trabajo todos los días, nos aportan sus ojos y sus oídos para que nos sirvan de ojos y de oídos a todos. Por eso resulta tan crucial no olvidar sus muertes y exigirles a las autoridades que dejen de hablar y se ocupen, en los hechos, de hacerles y hacernos justicia.

A escasas 24 horas del espantoso ataque terrorista durante un concierto en Manchester, Gran Bretaña, que cobró la vida de 22 seres humanos y dejó hospitalizados a 59, la Policía británica identificó ya al posible responsable.

Aquí en México, la PGR en marzo de este año reconoció que de las 798 denuncias recibidas desde 2019 por ataques a periodistas, sólo tres han resultado en sentencias. Treinta y cinco periodistas asesinados en lo que va de este sexenio y más de 100 desde el año 2000 y no pasa nada.

¿Qué nos dicen esas cifras? En resumen: que, en México, matar en general y matar a periodistas en particular sale barato. Nadie paga, nadie es llamado a cuentas.

¿Cuántos y cuántas más necesitamos?

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