No sólo hemos desterrado a los feos de los trabajos más competitivos, la sociedad educada también ha desterrado la palabra.
Hace poco di un discurso a un grupo de recién contratados en una de las cuatro grandes firmas de contabilidad. Al estudiar al público noté algo extraño. Entre las ochenta caras dirigidas hacia mí, no había ni una sola fea. Nadie con el cutis picado de viruelas. Nadie con facciones desagradablemente asimétricas. Cada cara era tolerablemente agradable a la vista.
Esto no era Vogue o Abercrombie & Fitch. Estas personas habían sido contratadas para auditar cuentas de la empresa, una tarea que exige un gran entusiasmo por los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados (GAAP) – no pómulos altos. Sin embargo, en este salón lleno de contadores todos lograban el estándar mínimo de buena apariencia que le falta a una buena parte de la población general.
Esta firma no es excepcional. Si yo pienso en los amigos de mis hijos que han conseguido empleos en contabilidad, banca, asesoría o la ley, todos son de apariencia más allá del promedio. Aun en la radio, por mucho tiempo considerado el hábitat de los feos, no se ve una sola persona poco atractiva. Actualmente estoy realizando un documental radial y todos los productores son hermosos, y hasta los técnicos de sonido – que comulgan con botones todo el día – son perfectamente agradables a la vista.
No sólo hemos desterrado a los feos de los trabajos más competitivos, la sociedad educada también ha desterrado la palabra. Con el paso del tiempo la palabra “feo” llegará a ser tan detestable como los epítetos raciales, pero por ahora la uso para apoyar mi argumento. Nadie llama a nadie feo. Simplemente no se les contrata.
Ya no somos racistas ni sexistas, pero todavía somos irremediablemente “caristas”. Acabo de pasar una prueba en línea – en la cual hay que juzgar si las personas son honradas, dominantes y competentes basado en sutiles diferencias en sus facciones – y resulta que soy tan “carista” como cualquiera. Es decir, muy carista.
Los reclutadores y administradores son tan caristas que se ha descubierto que los bien parecidos ganan alrededor de 10 por ciento más que los feos; mientras que se ha demostrado que los directores ejecutivos con caras imponentes dirigen las empresas que obtienen más ganancias.
Otros estudios establecen que ser feo a veces puede ser ventajoso – si uno va a robar un banco es bueno si uno da miedo. También, puede ayudar a ser contratado antes que alguien bien parecido – pero sólo si la persona que contrata lo ve a uno como competencia. Ninguno de estos resultados es especialmente feliz.
Aunque los documentos no prueban que el “carismo” está empeorando, mis ojos me dicen que si. En parte esto quizás se deba a que mis ojos tienen 56 años, y para ellos cualquiera que tenga veinte años es bello. Pero he estado mirando viejas fotos de mi clase de aprendices en JPMorgan en 1982, y aunque lucimos ridículamente jóvenes, no lucimos uniformemente preciosos. Había unas pocas bellezas deslumbrantes, pero la mayoría éramos de apariencia anodina y algunos eran realmente poco atractivos.
Otra posible explicación de por qué los contadores se están volviendo más atractivos es que el mundo se está volviendo más bonito al volverse más rico y más obsesionado con la apariencia. Pero si uno entra en el metro por la mañana y mira a los que viajan al trabajo, se da cuenta enseguida de que esto no es cierto. Hay muchísima gente fea – ¿pero dónde trabajan? No en el City of London. No en las Cuatro Grandes firmas.
De cierto modo es extraño que nos estemos volviendo más “caristas” en una época de Internet donde enviamos correos electrónicos en vez de reunirnos con personas. Pero el Internet está empeorando las cosas de otras maneras. Ahora mismo me acaban de enviar los detalles de una persona que voy a entrevistar para algo e hice lo de siempre – lo busqué en imágenes Google y observé sus ojos bien separados y su mandíbula bastante fuerte. Mis prejuicios se empezaron a formar – y todavía no lo había visto con mis propios ojos.
Para combatir este tipo de cosa, Unilever y Microsoft están participando en un proyecto en México donde entrevistan a personas detrás de una pantalla por los primeros tres minutos, para que las vitales primeras impresiones no tomen en cuenta el rostro de la persona. Yo apostaría a que con el tiempo este tipo de cosa se va a volver popular; me atrevo a decir que para entonces el “carismo” será ilegal.
Mientras tanto el número de empleados feos que una empresa contrata dice mucho sobre qué tipo de lugar es. Si sólo contrata a los atractivos, no sólo se está portando mal, sino que se le está escapando un grupo de estrellas potenciales – lo cual asegura un bajo rendimiento.
Directorio
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