Por José Buendía Hegewisch
El gobierno de Peña Nieto recibirá malas noticias, otra vez, esta semana, ahora con la medición de desigualdad y pobreza del Coneval. El retroceso en el nivel de vida de los mexicanos es el problema “número uno” del país y el mayor reto de las políticas públicas, pero este gobierno no ha dejado buenos resultados para la economía o seguridad. Las últimas semanas se redujo la expectativa de crecimiento, junto con recortes al gasto público para 2016. Además de otras señales negativas como el fracaso de la Ronda Uno de licitaciones para la exploración de petróleo, que quedó lejos de su meta y demostró que atraer inversión a las reformas estructurales es más complicado de lo que se piensa y afectan muchos factores, como la crisis de seguridad por la fuga de El Chapo.
Los cambios en la magnitud de la desigualdad y el aumento de la pobreza en números absolutos son de largo aliento y escapan a la coyuntura. Desde el “milagro” económico del siglo XX el país creció con desigualdad, hoy lo hace con más bajos ingresos y menor movilidad social. Preocupa que esto se agudice en los primeros dos años de la actual administración, no obstante que la pobreza extrema se logre contener. Preocupa porque las políticas públicas son las responsables del comportamiento de la pobreza, aunque incidan factores externos como las crisis financieras internacionales desde 2008 o la caída del precio del petróleo.
El problema social más alarmante, como se adelanta en el resultado del periodo 2012-2014 de la medición que hoy dará a conocer el Coneval, es que más de dos millones de mexicanos podrían haber abandonado la clase media y regresado a la pobreza, de la que escapaban en la primera década del siglo XXI. Se trata de los grupos más vulnerables a los efectos de cualquier shockeconómico que reduzca su ingreso porque, a diferencia de los pobres extremos, no viven de las transferencias públicas para aliviar sus carencias. Los más afectados por la baja de ingreso son 39% de la población, que correspondería a la clase media hasta 2010. El resto, según Inegi, sería 59% que vive en pobreza y 1.7% de los que ocupan la clase alta.
El reblandecimiento de la clase media, en efecto, habla de una grave problemática social, de un país más polarizado donde, según Oxfam, cuatro fortunas concentran 9% del PIB. ¿Son límites al crecimiento económico?
Ha habido un debate sobre si México ya era un país de clase media, por el acceso a bienes de consumo durables o según rangos de ingreso. Por primera vez en la historia, los latinoamericanos que forman parte de la clase media son más que los que viven en pobreza, aunque el avance está amenazado por el fin del boom del crecimiento. Los mexicanos también mejoraron su ingreso en la primera década del siglo XXI, a pesar de crecimientos mediocres en los últimos 20 años y sin el periodo de bonanza de la región.
El gobierno de Peña Nieto ofreció un programa de reformas para romper las ataduras del bajo crecimiento. La “focalización” de los programas sociales ha permitido reducir las carencias de la pobreza extrema vía subsidios y disminuir la situación de hambre, al igual que en América Latina. Pero del lado del ingreso la situación empeora, a pesar del buen manejo macroeconómico y la prudencia fiscal que evita entrar en crisis generalizadas. El avance contra la pobreza y mejores servicios públicos exige crecimiento. Y éste no llega o se debilita, a pesar de las reformas o de la presión de la sociedad, ¿cómo salvaguardar los avances ante un sombrío horizonte económico?, ¿cuál es la fórmula para crecer? Son preguntas que debería comenzar a responder el gobierno cuando analice los datos del Coneval, porque serán las que más escuchen en los próximos años.
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