El pasado domingo fue clara la crispación política que se
vive en el país y especialmente en nuestro querido Estado de México. Mientras
unos marchaban en algunas ciudades para reclamar “La Corte no se toca”, otros
miles de simpatizantes de la Maestra Delfina Gómez Álvarez claramente llamaban
a “la batalla maestra”, y en otro lugar de nuestra capital, la candidata Del
Moral arengaba: “A la carga mis valientes”. En la marcha que llegó hasta el
frente del edificio sede de la SCJ hubo despliegue de golpes, sombrerazos,
gritos y violencia para retirar a quienes de forma lépera protestaban contra
ese organismo impartidor de justicia. Parecía competencia de fanáticos y
alborotadores. No menos relevante la violencia verbal entre los grupos y
candidatos a gobernador en Coahuila.
Una competencia política electoral es natural que implique
cierto grado de crispación; hasta ahora en la historia reciente en general ha
sido controlada pacíficamente y encausada civilizadamente. Recordemos momentos
delicados en 1988 y luego en 2006. Sin embargo, hoy los desencuentros políticos
están agudizando el enojo de personas y grupos, lo que es serio y preocupante,
por el comportamiento agresivo entre las personas que rebasa el entorno
familiar y la convivencia social, como sucedió en el pleito del grupo de
priistas y perredistas antes de iniciar el cierre de campaña de la candidata
Alejandra del Moral, justo frente al Palacio del Ejecutivo, supuestos aliados
de un futuro gobierno de coalición que más pareció de colisión. Y surgen los
rumores de grupos radicales en el PRI que amenazan con que, de resultar
derrotados, tomarán por la fuerza su partido para rescatar lo que le quede de
cargos y prerrogativas. De no tomarse medidas preventivas, la lucha interna se
observa delicada y complicada.
Esperemos que el resultado electoral del próximo domingo, al
menos en nuestro Estado, sea de tal diferencia que no deje lugar a dudas,
como pronostican encuestas, con un margen suficiente para pronto declarar
vencedora a quien obtenga legal y legítimamente la mayoría de votos, a quien le
corresponderá con seriedad y profundidad el llamado a la unidad de los
mexiquenses. De lo contrario, una lucha judicial sería prolongar y aumentar la
riesgosa crispación política.
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