El presidente López Obrador parece haber tomado la determinación de lanzarse en contra de la Suprema Corte de Justicia, en varios planos.
Primero fue el INE, luego siguió el INAI y ahora es el
turno de la Corte.
El presidente de la República ha fijado sus críticas en
instituciones del Estado que no tienen que reportarle a él y a quienes ve como
obstáculos para garantizar el éxito y la continuidad de su proyecto.
En el caso del INE, primero se le trató de
desaparecer con una reforma constitucional.
Al no prosperar la iniciativa, por carecer de los votos
suficientes, se diseñó el llamado plan B, que intentó limitar sus
facultades. Dicho plan fue suspendido por los ministros Alberto Pérez Dayán y
Javier Laynez, y está pendiente la definición del fondo de los argumentos de
las acciones de inconstitucionalidad que fueron emprendidas.
Ante esta circunstancia, el gobierno operó para asegurar
que no fueran a llegar al Consejo General personajes que defendieran
con energía a las instituciones electorales.
Aún no está claro si lo lograron.
Veremos su desempeño en los próximos meses.
En el caso del INAI, la decisión fue impedir el
funcionamiento del Pleno, obstruyendo el nombramiento de un comisionado más, y
de esta manera hacer inviable el funcionamiento del Instituto (el
mundo ideal según lo dicho por el titular de Segob) y por lo tanto proteger
al gobierno de las pesquisas de terceros, lo que le da mayor margen de maniobra
para hacer uso discrecional de los recursos públicos.
En este caso, hay resoluciones judiciales que obligan al
Senado a proceder con los nombramientos del INAI, pero hasta ahora han sido
ignoradas.
El Poder Judicial no solamente tiene en sus manos
los asuntos vinculados con la legislación electoral y la operación
del sistema de transparencia, sino la continuidad de proyectos de
obra pública que han violentado procedimientos.
Por esa razón, el presidente López Obrador parece haber
tomado la determinación de lanzarse en contra de la Suprema Corte de Justicia,
en varios planos.
Entre los más importantes se encuentran los siguientes.
1.- Desacreditar a la institución a partir de exhibir
los llamados privilegios de los que gozan los ministros, para que sean
cuestionados por la opinión pública.
2.- Desacreditar a los ministros en lo individual. Ya
ha comenzado esta tarea con la ministra presidenta, Norma Piña, y algunos de
sus colaboradores. Pero, ha trascendido que no será la única persona en recibir
cuestionamientos individuales, sea a ellos mismos o a colaboradores cercanos.
Vienen varios ministros más y ellos lo saben porque hay funcionarios públicos
que les han advertido.
3.- Continuar con las movilizaciones en contra de la
Corte. El plantón que fue retirado el domingo tras la marcha regresó el lunes,
lo que evidencia que van a continuar las presiones expresadas en este tipo de
movilización. Y quizás escalen.
4.- Poner sobre la mesa el tema de la elección de los
ministros a través del voto popular. No tanto porque sea algo que pueda
ocurrir sino porque es la vía para que, en un foro público, se continúe
atacando a la institución, cuestionándola como enemiga del pueblo.
Todas las instituciones autónomas son relevantes y cumplen
funciones clave para la democracia mexicana, pero la Suprema Corte de
Justicia es la pieza fundamental del mecanismo democrático.
Como garante de la constitucionalidad de las decisiones
tomadas por el Ejecutivo y el Legislativo, está en el eje del equilibrio
de los poderes.
Sin ella, el presidente tendría manga ancha para ejercer su
voluntad sin cortapisas.
Si Morena y sus aliados tuvieran mayorías calificadas en las
Cámaras, el papel de la Corte sería menos relevante pues se podrían cambiar las
reglas con reformas constitucionales.
Y allí el Poder Judicial nada puede hacer.
Pero, como no pueden realizar reformas constitucionales por
carecer de dichas mayorías, el rol de la Corte se ha vuelto central.
La ofensiva contra ella va a seguir y varios ministros
estarán en el reflector. Serán varios meses tormentosos.
¿Se mantendrán verticales los ministros? ¿O más de uno
estará en disposición de negociar para evitar las agresiones personales que ya
vienen?
Es humano cansarse y decidir que ya es suficiente y tirar la
toalla.
Pero en el presente, necesitamos a ministros
indoblegables, que resistan, pese a todo.
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