Una nota del periódico 24 Horas
confirma lo que era fácil adivinar: el museo de museos de México, el Nacional
de Antropología, sufrió un recorte salvaje de presupuesto, de algo así como un
42%. Sobra decirlo, no es una sorpresa ni una anomalía.
La 4T ha arremetido con fiereza,
también, contra la cultura, esa a la que en campaña dijo que iba a llenar de
recursos, porque en este sexenio los dineros, cada vez menos dado que la
economía está como está, ya sabemos adónde van: a los elefantes blancos, que en
otros ámbitos pueden ser refinerías o trenes y que, cuando hablas de cultura,
es el proyecto de Chapultepec, que se ha llevado más de cinco mil millones de
pesos desde 2020 y que en 2021 se llevó la cuarta parte del presupuesto del
ramo.
Normal: aquí se trata de hacer
fiestas a mayor gloria de con pirámides de cartón y sobre todo de inmortalizar
en piedra al sexenio, lo que equivale a decir: al presidente. Mientras, han
desaparecido las grandes exposiciones traídas de fuera, esas que tanta gente
veía los fines de semana, igual que barrieron con los fideicomisos, que
redujeron el presupuesto para infraestructura en los estados a unos pocos,
ridículos millones, y que han dejado en los huesos, incluso, a programas que
tendrían que ser abanderados del sexenio, como esos que teóricamente llevarían
las artes a las zonas marginales, pobres, ajenas históricamente a la cultura, y
que tanto nos presumieron.
E igual que han dejado en los
huesos a la casi totalidad de los museos: la misma nota nos recuerda que al
Nacional de Historia, por ejemplo, le asestaron un machetazo del 40% en el
mismo periodo. Lo que pasa es que del de Antropología, por varias razones, era
razonable pensar como una excepción.
A fin de cuentas, es un imán para
turistas extranjeros, es muy visitado por compatriotas de la tierra chilanga y
de los otros estados, es una pieza arquitectónica de enorme importancia y,
sobre todo, concentra una parte de veras grande de la riqueza arqueológica del
mundo prehispánico, ese al que el presidente se refiere tanto y tan
acríticamente en su discurso digamos histórico, el discurso de antigua lámina
de papelería al que vuelve una y otra vez en las mañaneras y demás
comparecencias ante los medios.
Pero ni eso, el prehispanismo
vintage del Supremo, salvó a Antropología de la precariedad, porque nada ni
nadie está a salvo de su ímpetu transformador. Sin duda, Antropología
sobrevivirá, aunque sea con daños muy importantes, a este sexenio, a diferencia
del MACAY yucateco, que ya cerró, y probablemente del José Luis Cuevas y el de
Arte Contemporáneo de Oaxaca, ambos muy importantes y ambos al borde de la
muerte. Sobrevivirá, sí, y servirá como un ejemplo inmejorable de lo que la
utopía le hizo a nuestro país, cada vez más pobre y cochambroso.
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