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lunes, 2 de diciembre de 2019

¿Qué haremos con la 'basurita' de la nueva refinería?

Jonathan Ruiz Torre


Hay algo positivo en que las refinerías del mundo ya no aumenten su capacidad: el calentamiento global pone en riesgo la vida que conocemos, aceleradamente.
Pero en la lógica económica global que prevalece, los mexicanos reaccionan. Van por más refinación.
Imaginemos un caldo frío. En ese plato podemos ver distintas capas que componen la porción. El agua, la grasa y el tomate, quizás.
Las refinerías, guardando proporciones, actúan como cocinas de petróleo crudo que una vez “cocido” produce distintas capas y productos durante el cambio de su temperatura. Hay gas, luego gasolinas, diésel, turbosina y unas capas más abajo, lo más sólido: el combustóleo y el coque que es casi como carbón, se quedan al fondo.
El combustóleo es una desagradable pasta negra que puede usarse como combustible a cambio de llenar a todos alrededor de humo y ollín. Pregunten al colimense que tengan cerca su experiencia con la termoeléctrica de Manzanillo.
La CFE usa el combustóleo todavía para mover una cuarta parte de los motores que en el otro extremo del cable entregan la electricidad que probablemente está cargando su celular en este instante. El medio ambiente y sus pulmones pagan la cuenta.
Por eso, durante el sexenio pasado, la empresa eléctrica inició un sólido proceso de cambio hacia el gas natural cuya quema es menos agresiva con la atmósfera y con la ecología.
¿Recuerdan la polémica motivada recientemente por nuevos gasoductos para la CFE? Esos tubos deben llevar gas a todo el país, a las centrales administradas por Manuel Bartlett, director de la empresa eléctrica.
Pero se viene un reto. Luego del semiabandono de Pemex por parte de la administración de Enrique Peña Nieto, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio más recursos a esta empresa estatal para reactivar refinerías.
Esas refinerías procesarán más crudo nacional que es muy pesado, pues contiene mucho azufre que hoy va a otros países.
El propósito de López Obrador es aumentar la producción nacional de gasolina para evitar importaciones y con ello, intentar una baja en los precios que ustedes pagan en la bomba. Pero la producción de gasolina conlleva necesariamente a sus residuos que Pemex no puede 'limpiar' porque no hay inversión en deshidrodesulfurizadoras. ¿Consecuencia? Viene una mayor producción de combustóleo con azufre.
Eso ocurrirá justamente cuando la Organización Marítima Internacional limitó mediante una nueva norma la cantidad de azufre que usan los barcos en su combustible. Pemex no podrá venderlo y eso nos complicó las cosas, porque no hay cómo almacenarlo ni procesarlo en México.
“Lo peor que pueden hacer es usarlo para generar energía (...) Por eso resulta preocupante que actores de este gobierno han manifestado su intención de relajar la NOM 016 CRE para poder usar combustibles con alto contenido de azufre”, escribió la semana pasada en Nexos Víctor Ramírez, vocero de la Plataforma México Clima y Energía.
Además, es caro. Consideren solamente que su traslado y operación requiere de otro combustible encendido que lo mantenga caliente durante el trayecto.
Reparar las refinerías, como quiere AMLO, puede ser positivo para ampliar las opciones de combustibles que usan los mexicanos. Construir una nueva refinería debería analizarse debidamente.
Pero en cualquier caso el resultado de esa estrategia provocará que los mexicanos produzcan más combustóleo, cuya reducción en su uso fue una de las pocas buenas acciones que tuvo para con Pemex el gobierno anterior.
Estamos todavía a tiempo estudiar una solución para detener un daño mayor al ecosistema, a la salud de la gente y a las finanzas de las empresas energéticas del Estado.


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