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miércoles, 11 de julio de 2018

¡Cambios obligados! … en el PRI, PAN y PRD




Alejo Sánchez Cano



En la próxima Legislatura, como ya se ha dicho hasta el cansancio, serán minoría esas bancadas emanadas de los otrora poderosos PRI, PAN y PRD, que les tocará tener un rol pequeño pero importante en un Congreso dominado por el nuevo presidente.


Ahora más que nunca, lo que queda de los partidos de oposición al nuevo gobierno deben de reinventarse para ser parte de ese contrapeso que se requiere para contener los excesos, o por lo menos ser los voceros de aquellos mexicanos que desde ahora muestran preocupación ante el poder casi absoluto que se le dio a Andrés Manuel López Obrador.
Por ello se requiere a la brevedad la recomposición de los partidos políticos que fueron arrastrados por el tsunami, y no sólo ponerle curitas al moribundo.
Las primeras señales que ha dado el PRI después de la elección son ominosas, ya que amenazan con continuar con la actual dirigencia y darle la vuelta a la página de una desastrosa derrota que los orilla hacia la extinción.
El primer priista del país debe aprender de la derrota, y en primera instancia dejar que fluya el autogobierno del PRI con una elección democrática, de la cual emane el nuevo Comité Ejecutivo Nacional y su presidente, y con ello fijar el derrotero hacia el futuro, considerando si es necesaria la refundación o de plano impulsar el surgimiento de un nuevo partido político.
Para buena parte de la población, el Partido Revolucionario Institucional debería desaparecer en virtud de que sus negativos son inmensos. Las fortalezas que tanto brillo le dieron en el pasado, se diluyeron, principalmente por la corrupción que prevaleció entre militantes connotados, como los gobernadores que ya están en prisión y otros que seguirán el mismo camino.
Claro, hay que decirlo, también se mantienen gobernadores del PRI en el poder con niveles de aceptación bastante aceptables.
Con los resultados en la reciente elección, el tricolor es, dependiendo de la entidad de la República, la tercera o cuarta fuerza política, aunque hay estados, como Morelos, en los que se desplomó hasta un quinto lugar. Por ello, esa nueva dirigencia debe ser muy autocrítica para mantenerse en el espectro político por más tiempo del que se augura.
René Juárez Cisneros, por supuesto, no se manda solo, pero debería abrir a la competencia interna a todos los cargos de ese partido, y con ello dar un primer paso hacia su refundación.
Cuántas voces se alzaron en el PRI, luego de su estrepitosa derrota de 2016, en donde perdieron siete gubernaturas. Sin embargo, luego de correr a Manlio Fabio Beltrones todo empeoró con el arribo de un oportunista e ineficaz Enrique Ochoa Reza, impuesto por Luis Videgaray, que a la postre le dio la puntilla al partido.
En el PAN llama la atención el cinismo de Damián Zepeda, que lejos de tener un poco de dignidad y vergüenza política, se avienta la puntada de declarar que es necesario mantenerse en el cargo porque hay que defender los triunfos electorales que lograron los azules, cuando esto se puede hacer con algún interino o el equipo de abogados y no con él, al que sólo le importó el proyecto político de Ricardo Anaya.
En Acción Nacional la rebatinga es intensa y se pondrá al rojo vivo con el paso de los días, si las cosas siguen igual.
Que lamentable papel tuvo Ricardo Anaya al secuestrar la candidatura del PAN y aliarse a otros partidos políticos que no aportaron absolutamente nada a la causa y que, al contrario, resultó muy costosa esa coalición perniciosa.

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