La depreciación del peso es atribuida a múltiples razones. La gente frecuentemente confunde causalidad con correlación. Creo que la variable más importante para ver hacia dónde va el peso será la paridad dólar-yuan.
China enfrenta una situación insostenible. Buscando que el yuan ganara status de divisa para derechos especiales de giro (del Fondo Monetario Internacional) en 2015, liberaron tasas de interés, tipo de cambio y flujos de capital. Dejaron que los bancos decidieran la tasa de interés de depósitos, que el mercado determinara el precio del yuan, y permitieron la libre salida de capitales.
Liberar todo en forma simultánea es complicado. En una economía centralizada como la China, donde el gobierno elige a dónde se va el capital y quién recibe crédito, se han atorado cantidades estratosféricas de recursos en proyectos inmobiliarios que son elefantes blancos, o en empresas paraestatales políticamente importantes, pero improductivas e ineficientes. Una parte importante de la rentabilidad para los ahorradores provino de invertir en la bolsa y de comprar inmuebles, ya que por más de una década el gobierno mantuvo tasas de interés artificialmente bajas, buscando abaratarle el crédito a las empresas, pero afectando a ahorradores, en un país que ahorra 50% del PIB.
Al ver la desaceleración de la economía, es evidente que China se volvió peligrosamente dependiente de altos niveles de inversión (46% del PIB), financiándola con deuda creciente. Una parte importante del crédito nuevo va simplemente a darle recursos a empresas quebradas para que sigan pagando intereses sobre lo que deben. Meten más dinero bueno al malo, y se quedan sin recursos sectores como el ambiental o el de salud, crecientemente importante en una población que envejece. Por todo esto, los chinos dolarizan su ahorro. El banco central chino ha perdido 700 mil millones de dólares de reservas.
Además, muchos funcionarios sacaron fortunas, por la campaña anticorrupción del gobierno de Xi que ha castigado a más de 270 mil funcionarios públicos.
China enfrenta dos alternativas igualmente malas: volver a establecer controles de cambios, o devaluar. Hacer lo primero sería humillante.
Mata al yuan chino como moneda fuerte, potencial refugio de valor y divisa para grandes transacciones comerciales; limita la inversión extranjera, que tendría que preocuparse por cómo repatriar utilidades, por ejemplo. Hacer lo segundo fuerza a inversionistas internacionales a gastar para cubrir riesgo cambiario, aumenta la inflación y obliga a elevar tasas de interés, para estimular el ahorro en yuan. A tasas más altas, menos inversión en la bolsa, que ya ha caído más de 20% en tres semanas, y se pone en riesgo un mercado mucho mayor y en el que está invertido el grueso del patrimonio de los chinos, el inmobiliario.
Si China devalúa, le exportará su problema al resto del mundo. Mata de tajo la posibilidad de un país que quería sustituir su dependencia a inversión, por demanda interna creciente. El poder adquisitivo de los chinos sería mermado con una devaluación. Sería la puntilla para todos los mercados de materias primas, incluyendo el petróleo, pues tendrían mucho menos recursos para importarlas. Golpearía también a países que hoy les exportan bienes de capital, como Alemania, Estados Unidos y Japón. En el caso alemán, el impacto sería severo, en un país con un superávit de cuenta corriente (comercial) equivalente a 8% del PIB, y cuyas exportaciones son 46% del PIB. En el caso estadounidense, sólo 12% del PIB proviene de exportaciones.
El efecto deflacionario global de una devaluación china sería tremendo.
Sería una pésima noticia para las bolsas, pues las empresas perderían toda capacidad de “pricing”, habría fuerte presión a la baja para los precios de sus productos o servicios, y su generación de utilidades decrecería. Buen ejemplo es Apple, que tendrá la primera baja de ventas en su historia este trimestre, por la menor demanda china por iPhones.
Como consecuencia, veríamos devaluaciones competitivas de otras monedas, el peso incluido, buscando mantener participación del mercado internacional contra exportaciones chinas abaratándose.
Pero, hay otro efecto muy peligroso. Ante una devaluación China, Estados Unidos y otros países quizá reaccionarían con sanciones comerciales. Uno de los factores que causó la Gran Depresión fue precisamente el surgimiento de proteccionismo en Estados Unidos, mediante el establecimiento arbitrario de aranceles por la Ley Smoot-Hawley en 1930. El comercio internacional estimula al crecimiento, el proteccionismo lo reduce. El índice del Báltico que mide el costo del transporte de carga seca es un indicador de actividad comercial internacional; se encuentra en su mínimo histórico, y bajando.
En un escenario así, el dólar se seguirá apreciando contra todas lasmonedas, y eso elevará el costo de cientos de miles de millones de dólares de deuda contraída por empresas en mercados emergentes.
Y no, si se devalúa el yuan no es culpa ni de Peña Nieto ni de Banco de México, pero muchos les colgarán el milagro.
Twitter:@jorgesuarezv
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